El reto redistributivo es el nuevo objetivo de ese matrimonio extraño entre una democracia que busca la igualdad y un capitalismo que siempre genera desigualdad
Las primeras agencias de viajes en Europa estaban dedicadas a satisfacer los gustos de los millonarios. Pero incluso con la difusión de las democracias, los viajes por varias décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial estaban reservados para unos pocos en todo el mundo.
Ya a finales del siglo XX y comienzos del presente esa situación se modificó de manera radical. El mundo actual es mayormente democrático en estos dos continentes y casi completamente capitalista en todas partes.
A diferencia de lo que se pensaba desde el pensamiento marxista, el capitalismo hizo posible que la pobreza mundial se redujera como nunca en la historia, especialmente en la China comunista capitalista en la que casi doscientos millones de campesinos dejaron de estar en la miseria y son casi clase media.
Por eso mismo es inaceptable hoy en día que existan situaciones de pobreza, ya que es posible con esa lógica capitalista eliminar casi completamente la pobreza en la faz de la tierra, y muy seguramente eso sucederá en los próximos 25 años.
La riqueza mundial está concentrada en 70 millones setecientas mil personas que tienen el 90% de ella. Y el reto redistributivo es el nuevo objetivo de ese matrimonio extraño entre una democracia que busca la igualdad y un capitalismo que siempre genera desigualdad.
Pero, más que redistribución en términos monetarios, lo que traen los nuevos tiempos es una igualdad de acceso a la tecnología como nunca existió antes. Miles de millones de personas en todos los continentes tienen acceso a teléfonos inteligentes y un sin número de aplicaciones gratuitas por Internet que los igualan con quienes tienen muchísimo dinero, salvo por algún tipo de sofisticación, la mayor parte de las veces inútil.
Y también se ha dado una auténtica revolución mucho menos conocida en el área de los viajes. Los pasajes de bajo costo han hecho posible que personas que no podían soñar con conocer lejanos lugares pueden hacerlo hoy por módicas sumas. Hablando en plata blanca, una persona que se tomaba en el mes 150.000 pesos en alcohol, o que se los gastaba en otros temas superfluos, hoy en día con ese dinero puede ir a otra ciudad y volver con muy pocos gastos extras.
Lea también: Migraciones y cultura política
Y si esa misma persona economiza esa cantidad durante un año y medio, puede viajar incluso a otro continente, como Europa. Más aún, si ese colombiano de a pie, por ejemplo, quisiera visitar a África una vez que está en Madrid, podría hacerlo sin dificultad y con un poco de conocimientos tecnológicos, por esos mismos 150.000 pesos que se tomaba en cerveza o que utilizó para viajar entre Medellín y Cartagena, o que se gastaba en otras cosas superfluas, ya que 120.000 pesos vale un pasaje a Marruecos de ida y vuelta y 30 mil los transportes.
El acceso al conocimiento sobre los viajes es lo que más ha democratizado a éstos. Existen por ejemplo páginas que proveen hospedaje gratuito a los miembros de un club de viajeros que se inscriben sin costo. Y es posible alimentarse en cualquier parte del mundo mínimamente con cierta astucia por unos 20 mil pesos diarios o poco más.
El objetivo final de la democratización era la igualdad, y la modernidad, a pesar de sus muchas fallas en términos de redistribución, de desastres ecológicos y de no solución de conflictos prolongados aunque residuales, lo está logrando por una vía nueva.
Puede interesarle: Del Bing Bang a la pax democrática
Los problemas siguen siendo mayúsculos para muchas personas, aún en las democracias. Pero, seguramente esa capacidad de tan enorme nueva clase media mundial de comunicarse por internet sin límite, y sobre todo de moverse a otros países con facilidad, es probable que termine transformando la realidad política como lo hicieron en su momento la imprenta y la masificación de las comunicaciones marítimas hace 500 años.