Que el mandatario incluya al destacado minero del siglo XIX en su lista de responsables históricos
Corrían los últimos días del siglo XIX. Colombia vivía en medio de un ambiente político enrarecido, que posteriormente desencadenaría en el conflicto político y armado que recordaremos en los textos de Historia con el nombre de “La Guerra de los Mil Días”. Mientras tanto, en Antioquia, un empresario medellinense se convertía en el hombre más rico del país. Su nombre: Carlos Coriolano Amador Fernández; sus ocupaciones principales: minero e inversor, administrador y accionista principal de la Sociedad Minera de El Zancudo y Sabaletas (según nos lo recuerda la biografía publicada por la Biblioteca Luis Ángel Arango).
Estos dos hechos históricos, en apariencia disímiles, se encontrarían en una fecha específica:
El domingo 19 de octubre de 1899, después de misa de doce –según relata el antropólogo Víctor E. Ortiz G.–, el acaudalado minero presentó públicamente el primer vehículo que tocó suelo colombiano. El carro rojo, último modelo y traído desde Francia –luego de un viaje que para la época merece ser calificado como proeza–, cruzaba frente a los feligreses paisas que, estupefactos, miraban aquel carruaje que no necesitaba de bestia para moverse. Justo unas horas después, según relata el periodista Hernando Guzmán Paniagua en una crónica, “estalló en Medellín la Guerra de los Mil Días y entonces la gente dijo: El caballo del Demonio trajo la guerra”, en alusión a aquel automóvil (Periódico El Pulso, 2008).
El carro, de la casa automotriz De Dion-Bouton, llegó con conductor francés, mecánico y siete galones de combustible, con la intención de convertirse en toda una innovación, digna de admirar en tierras antioqueñas. Me cuenta el antropólogo Víctor E. Ortiz G. que en sus primeros viajes, aquel carro rojo de fabricación francesa no solo producía un ruido estridente, sino que también se varó más de una vez, provocando una gran nube de humo fruto de su mal funcionamiento mecánico.
“Como apenas se estaban diseñando los motores y se estaba poniendo a prueba su funcionamiento, estos carros, literalmente, tenían explosiones”, destaca el antropólogo, quien concluye que a don Carlos Coriolano Amador, más que satisfacciones, el carro rojo le generó más de un disgusto.
Amante del lujo y las novedades, al ilustre empresario Amador se le quedaron los crespos hechos con ese vehículo que, a pesar de todos sus problemas, sí marcó un hito: significa el inicio de la historia de los automotores en Antioquia y en Colombia.
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Volviendo a la actualidad y después de escuchar todo el rosario de culpables que el alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, encuentra a la hora de referirse a la contaminación de Medellín, conviene recordar esta historia para que el mandatario incluya al destacado minero del siglo XIX en su lista de responsables históricos de esta crisis que él, ahora sí y después de mucho tiempo, está interviniendo de forma “frentera” y decidida. Así como es él…
Nota de cierre: la contaminación en Medellín es un tema sensible que amerita acciones determinantes para atender lo urgente, pero también decisivas para el futuro. La actual crisis no es solo responsabilidad de la Alcaldía, sino también de toda la ciudadanía que debe contribuir con hechos; por ejemplo, dejando de lado tanto egoísmo e individualismo en temas como la movilidad. La contaminación, en términos generales, es una de las principales preocupaciones en el mundo moderno y los responsables políticos solo tienen un parcial impacto en las transformaciones. Aquí el cambio es posible con la contribución de todos.