Buscar menos culpables (…) y tener una mirada de corresponsabilidad alrededor de la vida en sociedad, constituyen retos constantes en la construcción de una ciudadanía activa.
Los seres humanos tendemos a buscar culpables para entender, justificar o explicar de dónde vienen nuestros principales problemas. Buscamos culpables todo el tiempo en otras personas, en circunstancias, en tendencias… en el tiempo en que nos tocó vivir o en el espacio en el que nos desenvolvemos… en lo divino y en lo humano.
La idea de encontrar un único culpable nos resulta aún más atractiva porque nos ayuda a simplificar el mundo. Los empresarios, los medios de comunicación, los políticos y, más recientemente, la tecnología y los inmigrantes, son nuestros culpables favoritos. Acudimos a ellos para responsabilizarlos de los problemas como las crisis económicas, las amenazas de guerra, la pobreza o el cambio climático, entre muchos otros.
La explicación de este “instinto de la culpa” la tomo prestada del libro Factfulness del médico, investigador social, profesor en temas de salud pública y reconocido divulgador, Hans Rosling, escrito en colaboración con su hijo, Ola Rosling, y su nuera, Anna Rosling Rönnlund. Este libro se ha convertido en una referencia recurrente en esta columna pues logra explicar de forma muy clara y con datos rigurosamente recopilados, cómo comprendemos nuestro mundo de forma equivocada como consecuencia de instintos e ideas preconcebidas.
Con precisión, Rosling destaca que “el instinto de la culpa hace que exageremos la importancia de miembros de grupos concretos. Este instinto de encontrar una parte culpable da al traste con la capacidad de construir una conciencia verdadera del mundo y basada en datos reales: nos aparta de nuestro objetivo ya que hace que nos obsesionemos con encontrar a alguien a quien culpar. (…) Esto mina nuestra capacidad de solucionar el problema o impedir que vuelva a surgir, porque nos quedamos atascados señalando con el dedo de manera simplista, lo cual nos distrae de la verdad más compleja y nos impide centrar nuestra energía en los lugares adecuados”.
En Colombia, el instinto de la culpa se expresa de forma recurrente hacia los políticos, “que siempre van a robar”; los empresarios “que siempre quieren ganar más, sin importarles sus empleados o el medio ambiente”; los periodistas, “que nunca informan bien y siempre defienden los intereses de los más ricos”; la tecnología, “que embrutece a las nuevas generaciones”; o recientemente, los venezolanos, “que vienen a robar o a quitarnos el trabajo”.
Ese tipo de afirmaciones, que son frecuentes en las conversaciones desparpajadas de las personas, no solo buscan resolver el mundo de forma simple y equivocada, sino que además caen en el error de generalizar y, a partir de casos puntuales, construyen juicios absolutos alrededor de grupos que, si bien tienen miembros particulares que sí pueden traer problemas, en general, se constituyen por individuos que mantienen la economía funcionando, buscan que la ciudadanía esté informada correctamente, trabajan por el bienestar público o llegan a nuestro país en medio de múltiples esfuerzos y sacrificios con el propósito de construir algo completamente nuevo para ellos y sus familias, en la mayoría de los casos, sin querer afectar a nadie.
Los ciudadanos debemos mantener una actitud crítica y autocrítica que nos permita entender que los problemas estructurales de nuestra sociedad no se solucionan culpando a un grupo específico, sino haciendo lo que nos corresponde y preguntándonos ¿cómo puedo yo ayudar a mejorar algo el mundo en el que vivo?
Buscar menos culpables, no emitir juicios simplistas que culpen a un enemigo único de todos los males y tener una mirada de corresponsabilidad alrededor de la vida en sociedad, constituyen retos constantes en la construcción de una ciudadanía activa. Un primer paso importante lo podemos dar en las próximas elecciones regionales.
Si usted está leyendo esta columna es porque le interesa informarse y cree que los medios pueden ayudarle a formar un criterio que le permita tomar mejores decisiones en lo público. En tal sentido, prepárese desde ya y lea sobre los candidatos, sus orígenes y sus reflexiones; cuestione los discursos que pretenden simplificar el mundo en un enemigo único o que acudan a una indignación constante hacia un grupo específico; tome distancia de las soluciones que parecen demasiado fáciles y pregúntese si, efectivamente, estos candidatos están comprendiendo bien la ciudad o el departamento y sus problemas. Démosle valor al rol del ciudadano y alejémonos de la búsqueda de culpables, pues así no solucionamos nada.
Nota de cierre: si el lector quiere profundizar aún más en estas ideas, lo invito a que lea el libro Factfulness, del cual recientemente se editó su versión traducida al español. Su lectura puede darle muchos más elementos para comprender el mundo de manera más tranquila, sin excesos de dramatismo, y lo invita a construir una nueva visión, más responsable, sobre el mundo en que vivimos.