Seis años después de aquel Festival en el que, sustituyendo a Sebastián Castella, mostró al público su potencial, el hasta hoy novillero cumple el sueño de hacerse matador de toros y con un cartel de la mayor categoría.
El cartel rezaba así: “Vigésima Feria Taurina de La Macarena. Festival Taurino. Novillos de La Carolina para Andrés Chica, Víctor Puerto, Manuel Jesús ‘El Cid’, David Fandila ‘El Fandi’, Sebastián Castella y Luis Bolívar. Viernes 11 de febrero de 2011, 7:30 de la noche. Plaza de Toros La Macarena”.
A pocas horas del inicio del festejo, cuando a la Virgen Morena ya vestían de gala y adornaban con flores recién compradas, un parte médico llegó a la oficina de Cormacarena: el torero francés Castella no podía torear. Acababa de llegar de Quito, con una molestia estomacal que le tenía de cama. Con la imperiosa necesidad de llenar el vacío, los directivos de la empresa empezaron a hacer llamadas buscando algún torero que, además de estar dispuesto a torear gratis, como en todo Festival, se encontrara en la ciudad.
El destino había fijado esa fecha como el día en que Juan Pablo Correa, un jovencito que entrenaba de la mano de Raúl Sánchez, Luis Reyter y José Fernando Arango en la Escuela Taurina de Antioquia, iba a tener la oportunidad de su vida. Las llamadas llegaron, finalmente, hasta los allegados de quien se hacía llamar Juan de Castilla (por el barrio en que vivía, no por la región española ni por el rey que la gobernó en el s. XIV), quienes no dudaron en dar el sí. A las 4:30 de la tarde sonó el teléfono del joven que, como novillero, aún no debutaba con caballos. Y en un instante, Juan Pablo debió cambiar la ropa de calle con la que iba a ir a la plaza de espectador por un traje corto azul oscuro para la ocasión. “Seis horas más tarde, diez mil personas apostadas en los tendidos de La Macarena lo despedían con el grito de ‘torero, torero’, mientras el muchacho, con la mirada atónita y los pies en una nube, apretaba en sus manos las dos orejas que acababa de cortarle a un toro de 405 kilos”, escribió EL MUNDO en su edición del día siguiente, bajo el título “A falta de Castella, bueno fue Castilla”.
Desde esa noche hasta hoy la vida de Juan de Castilla ha dado un giro radical. Mecenas de la tierra, entre ellos el pintor y escultor Fernando Botero, lo apoyaron a terminar sus estudios y lo enviaron a España, a donde viajó en 2012, después de otro Festival, para que empezara a andar un camino en el que la incertidumbre era la puerta ancha y el triunfo, la puerta angosta.
Que este sábado Juan Pablo Correa, “Juan de Castilla”, vaya a tomar la alternativa, nada más y nada menos que de la mano de Enrique Ponce, dice claramente que algo hizo bien.
Un largo camino
No fueron fáciles los primeros meses en España. Con José Fernando Arango, torero de alternativa ya retirado, Juan Pablo viajó en febrero de 2012 para vincularse a la Escuela de Espartinas, municipio de la provincia de Sevilla (Andalucía), con una visa por seis meses y la determinación de quedarse en el país ibérico “para siempre”.
El respaldo de la Escuela le permitió al entonces novillero sin caballos mostrar su saber en una docena de plaza de España y Francia. Con la vigencia de la visa prolongada, novillero y tutor tomaron tal vez la decisión más dura para el aprendiz: pasar el invierno en Europa, lejos de la familia, con recursos escasos y sin torear. Fue ese el primer invierno que pasó Juan en tierras lejanas y que ahora recuerda con alegría: “Cada invierno me enseñó algo, el primero, a esperar a ver qué iba a pasar; el segundo, a dar el paso de torear con caballos, luego otra y otra decisión; los inviernos me ayudaron a madurar y a darme cuenta de que a pesar de la dureza que a veces me hacía llorar, valía la pena lo que estaba haciendo”, le dijo a EL MUNDO.
Pasaron tres años para que Juan de Castilla regresara. Tres años sin ver a sus padres ni a sus amigos. Fue el 24 de enero de 2015 cuando toreó la novillada de la Feria y mostró a los aficionados que lo suyo iba en serio.
Para entonces, ya era novillero con caballos, debut que tuvo lugar el 30 de agosto de 2014 en Sacedón, en la provincia de Guadalajara, en un cartel completado por Alfonso López Bayo y Martín Escudero con novillos de José Luis Pereda y La Rosaleda. Para entonces, su carrera la llevaba Álvaro Polo, amigo de Néstor García, el apoderado de Iván Fandiño, quienes le habían apoyado para ingresar al Citar, Centro de Alto Rendimiento para Toreros, en Guadalajara.
Un año más tarde volvió a dar de qué hablar, pues Juan de Castilla protagonizó un hecho histórico para La Macarena: la encerrona de un novillero con seis novillos de distintas ganaderías. Ocurrió el 14 de febrero de 2016. Y triunfó rotundamente.
Desde entonces, ya bajo la conducción de Tiburcio Lucero y Juan Ruiz Palomares, quien había sido apoderado de Enrique Ponce, se empezó a hablar del día de la alternativa.
“Habíamos hablado que lo más indicado, después de la encerrona, era la alternativa”, relata Santiago Tobón, empresario de Cormacarena. “En septiembre pensaron en no venir y aplazarlo un año, pero al ver los carteles y la oportunidad de torear en la novillada de Manizales, cambiaron de opinión”, añadió.
En efecto, Juan de Castilla estuvo en la pasada Feria de Manizales, donde triunfó, de nuevo rotundamente. Era claro que estaba listo, como le quedó claro al propio Juan tras la novillada de Dolores Aguirre que mató en Vic-Fezensac, Francia, en septiembre pasado.
“Eran novillos muy duros y complicados. Violentos. Ese día me jugué la vida y me di cuenta que estaba listo para ser matador de toros”, confesó.
Pero esa no fue su única prueba de fuego en 2016. La novillada en San Isidro, el 16 de mayo, con reses de El Montecillo, sí que es recordada por el torero y por la afición. De la terna sobrevivió el antioqueño. Sus compañeros, Filiberto y el mexicano Luis David Adame, fueron ingresados heridos al hospital San Francisco de Asís, de Madrid. Juan de Castilla mató, pues, cuatro novillos, cortó una oreja, ganó un trofeo radial a la mejor estocada y fue calificado por los especialistas como héroe. Otra oportunidad única que supo aprovechar.
“Nadie quisiera quedarse así, fue muy duro, pero fui poco a poco, sabiendo que tenía pocas posibilidades; sabía que tenía que luchar y luchar, porque en Madrid uno no puede aliviarse”, expresó y añadió: “Esa tarde me abrió puertas, las empresas empezaron a preguntar, eso marcó mi temporada”.
Novillero con trayectoria
La temporada 2016 dejó al antioqueño como el séptimo novillero del escalafón, con 20 festejos toreados, 16 orejas cortadas y tres faenas de dos orejas. Números que se quisieran muchos matadores nacionales. Un recorrido que, sin duda, se va a notar cuando pise el ruedo, un momento para el cual Juan de Castilla dice sentirse “muy tranquilo”.
“Estoy muy tranquilo por el compromiso. A veces me preocupo, pero luego pienso que todo lo he hecho a conciencia”, afirmó.
Sobre la decisión de tomar la alternativa en su tierra, explicó que lo quiso así porque sólo aquí podía tener un cartel de categoría.
“Tomar la alternativa en España no habría sido fácil, me habrían ofrecido un pueblo y un cartel con toreros ‘x’, mientras aquí estoy con mi familia, con la gente que me conoce, con un cartelazo; es la categoría que me he soñado”.
También se siente orgulloso de saber que en los tendidos estará el maestro Fernando Botero.
“Me siento orgulloso. El confió en mí sin conocerme; no se ha dejado por lo que dijeran los demás, él confió en mi proyecto y que venga a verme, que se tome su tiempo para eso, me hace pensar que ve algo en mí que le gusta”, expresó.
Juan de Castilla espera salir por la Puerta Grande, pero de algún modo también va a entrar por la puerta grande, pues lidiará la ganadería que todas las figuras quieren: Ernesto Gutiérrez.
“El toro es el toro, te cogen igual, embisten igual, pero Gutiérrez tiene una regularidad con un margen muy alto de embestir, entonces es un privilegio y hay que estar bien”, manifestó.
Una vez pase esta tarde, de la que él y todos sus seguidores esperan que sea redonda, la carrera del nuevo torero dará un giro, pues ahora tendrá que ir a abrirse un lugar entre el luchado escalafón español.
“Mis apoderados me dicen que esté tranquilo. Que me prepare, que entrene, que hay cosas habladas y ellos me dirán cuando toreo”, finalizó.