Al margen de lo que digan los expertos en cine, impacta ese tema que yo veo de fondo, una realidad viva: La carencia de compasión en todas las sociedades.
La película del momento es Joker. Muchos y variados los comentarios que ha despertado. Críticas acérrimas y elogios por parte de cineastas expertos sobre la temática y la forma. Forma cuyo acierto la mayoría destaca, al igual que la excelente actuación de su actor protagonista, Joaquin Phoenix.
No soy experto en cine y por eso escribo para los no expertos, para quienes vamos a ver cine despreocupadamente y que no advertimos esas profundidades que analizan los cineastas. Vamos simplemente a consumir una película. No critico a los críticos de profesión, ni más faltaba, hacen un trabajo esencial para el arte, para todas las artes.
Sobre el fondo de la película -el “mensaje” que llaman- han sido diversos los conceptos desatando una polémica fragosa. Eso ya de por sí habla bien de Joker: Puso a la gente a pensar y eso, para mí, es un gran valor adicional del cine. De todas las artes.
Algunos dicen que la película es perversa porque vuelve héroes o justifica a esos asesinos tan comunes en EE. UU. que disparan contra personas indiscriminadamente; otros emiten el juicio siquiátrico sobre la irrealidad de la enfermedad padecida por el protagonista; algunos la opinan mal o bien en relación con la saga de Batman, en fin. Cada uno la mira según su subjetividad, su especialidad, su vida. Eso igualmente está bien.
Yo quiero hablar de lo que para mí es el fondo de la película: La falta de compasión. Palabras mayores…
Al margen de lo que digan los expertos en cine, impacta ese tema que yo veo de fondo, una realidad viva: La carencia de compasión en todas las sociedades. A veces por costumbre, a veces por indolencia, a veces por desconocimiento. No saber "ponerse en los zapatos del otro". Nada justifica el asesinato ni violencia alguna, pero la falta de compasión es un terrible mal que nos cuestiona como seres humanos y cuyo incremento nos pone en vilo como sociedad.
El DLE dice sobre compasión: “Sentimiento de pena, de ternura y de identificación ante los males de alguien”. Sí, es lo primordial: Conocer, comprender y sentir el dolor de los demás. Se trata, en primer lugar, de conocer las penas y carencias materiales o espirituales ajenas, de entenderlas y de sentir de alguna manera parte del dolor del otro.
Conocer, comprender y sentir, en ese orden mental. Como dije antes, saber ponerse en los zapatos del otro. Adquirir ese conocimiento -que empieza por estar dispuestos a adquirirlo- nos abre el mundo hacia la otredad, nos saca de muchas incomprensiones sobre el comportamiento de los demás, nos introduce en las realidades complejas del mundo y, en especial, nos sensibiliza frente al dolor ajeno. Pero la compasión debe ir más allá: Generar, no solo sentimientos y expresiones, sino actos de solidaridad que cambien de verdad las situaciones penosas de cualquier índole vividas por tantas personas.
Siempre tenemos gente alrededor de una u otra manera: cercana o lejana, permanente u ocasional, personas que solo pasan o con quienes interactuamos una, pocas o muchas veces. El amigo, el familiar, el compañero de trabajo, el transeúnte, el conductor del viaje, el que nos vende algo, el policía, el dirigente, el vecino, el que nos contesta el teléfono e, incluso, uno mismo.
La falta de compasión es un terrible mal que nos cuestiona como seres humanos
Todos, todos somos no solo la realidad que expresamos según el papel que desempeñamos en la sociedad, sino muchas otras realidades. Lo que sucede es que para cada uno solo existe la realidad del otro en cuanto y cuando interactúa con nosotros, pero no conocemos las diversas realidades que todos somos, no solo por dentro sino por fuera en otros espacios, entornos y tiempos.
No es fácil. Son pocos los que van contado su vida por ahí ya sea porque no pueden o porque no quieren. Y, también, no son muchos a quienes les importa la vida que hay detrás o por dentro del otro. Basta su oficio, su papel y ya. Pero se nos olvida algo: El desempeño de ese papel social depende del ser humano que lo ejerce, de sus penas, de sus alegrías, de sus dolores, de sus carencias, de sus momentos.
Y hay algo más humano y profundo: No es solo conocer ese trasfondo de cada ser humano con el fin de que se desempeñe mejor socialmente, o para que, aunque suene duro, no nos mate como Joker, sino para que no sufra, para remediar su situación, para ayudarle a salir de su dolor, de sus carencias. Para que sea más feliz o, al menos, para que mitigue su pesadumbre.
Nos falta compasión. En este mundo cada vez más impersonal y vertiginoso la compasión se desvanece. Nos falta compasión por muchas razones: porque somos rocas o egoístas, porque hay tantas penas propias que creemos solo poder con nuestra cruz, porque hay tantas penas ajenas que se vuelven paisaje o que aunque nos duelan volteamos la cara porque pensamos que nada qué hacer, porque encerrados en nuestra burbuja las ignoramos y ni siquiera las creemos posibles, porque “así es la vida”, porque no nos importan, porque ellos se las "ganaron", porque son tontos…
Al margen de dioses y religiones que condenen en la otra vida y que respeto, la falta de compasión es el signo de nuestro tiempo que nos está carcomiendo como sociedad, que nos deshumaniza, que nos lleva a la condena en esta vida. Quizá sea mucho pedir tenerla por la propia conciencia altruista, pero quizá entonces pedirla por el bien de cada uno: mientras unos sufran, mientras tantos sufran, no puede haber sociedad propicia para el bien individual. Y obvio: jamás para el colectivo.
The End: A Joker no lo escucharon, no lo entendieron, no lo sintieron, no lo ayudaron. Conozco esa historia, ¿y usted?