Una de las formas de corrupción más arraigadas en este país, nace de la enraizada costumbre de incumplir tanto los presupuestos como los cronogramas de las obras públicas
ILeyendo la Sección Pasatiempos del periódico El Tiempo del 16 de agosto pasado, pagina 3.7, se hablaba de que hace 25 años la noticia era la Lenta recuperación férrea y la nota decía textualmente: “Los ferrocarriles de Colombia siguen descarrilados. El plan de rehabilitación programado inicialmente a cinco años no podrá cumplirse, y la rehabilitación total estará lista para el año 2002. El rediseño del programa obedeció a una equivocación técnica del Consejo Nacional de Política Económica y Social (Conpes), al ver que lo proyectado por tramos no era lo mejor”.
Ahora que estamos tan sensibles con el tema de la corrupción e independientemente al resultado de la Consulta Anticorrupción que acaba de pasar, y aprovechando que el nuevo Gobierno se muestra tan dispuesto a realizar una lucha frontal contra este flagelo, lo cual se demuestra con su apoyo a dicho procedimiento y a sacar a través del Congreso de la República leyes con dientes que permitan combatir con éxito este fenómeno, me atrevo a sugerir lo siguiente de manera respetuosa pero enérgica:
Una de las formas de corrupción más arraigadas en este país, nace de la enraizada costumbre de incumplir tanto los presupuestos como los cronogramas de las obras públicas, lo cual hace parte del sainete que vemos todos los días de las prórrogas permanente e indefinidas a los contratos o al reajuste presupuestal de los mismos, siempre con el aval juicioso y oportuno de los interventores, que desaparecen como por arte de magia cuando aparecen los problemas, eso sí, una vez han cobrado cumplidamente sus jugosos honorarios.
El ejemplo de los ferrocarriles al inicio de la columna es apenas uno de los innumerables casos que se tienen a la mano, pues la fecha anunciada tampoco se cumplió en su momento y lo malo es que al día de hoy sigue pendiente.
Obras eternas que no terminan, y que cuando terminan no resultan ni de la calidad ni del diseño que se requería, en la mayoría de los casos. Aquí un tramo de una carretera, el mantenimiento de una vía (Medellín- Quibdó), la rehabilitación de los ferrocarriles (todavía inconclusa), la construcción de dobles calzadas (hoy en plena ejecución inicial), etc., resultan más prolongadas en el tiempo, que obras emblemáticas hoy para la humanidad como la Pirámide de Keops cuya construcción se dice duró 30 años, o la Presa de las Tres Gargantas en China que duró 17 años, o el puente Akashi Kaikyo en Japón que duró 10 años, o el Viaducto Millau en Francia cuya construcción requirió 3 años, o el Ferrocarril Transiberiano, que en condiciones climática terribles tardó 13 años, o el Aeropuerto de Kawsai cuyos terrenos fueron robados al mar y cuya construcción requirió 6 años, o la Presa Hoover habilitada en 5 años, o el Canal de Panamá de cerca de 20 años, o el viaje del Hombre a la Luna que tardó menos de un decenio.
Ante estas realidades incontrastables, la pregunta es…. Entonces ¿qué nos pasa?, ¿Universidades malas?,¿profesionales malos?, ¿gremios profesionales inanes?, ¿pliegos malos?, ¿diseños malos?, ¿construcciones malas?, ¿interventorías malas?, ¿corruptos todos?, ¿irresponsables todos?
Lo cierto es que la costumbre histórica del incumplimiento de los cronogramas y los presupuestos reflejo de una supina ineficiencia administrativa, es un excelente caldo de cultivo para que los ladrones de todo tipo y pelambre hagan de las suyas.
Ya entrados en gastos, y esta vez por vía legislativa, una octava estrategia fuera de las 7 presentadas en la Consulta Anticorrupción sería que, garantizando las exigencias técnicas plasmadas en los respectivos pliegos, las empresas individuales o asociadas y los interventores de los proyectos vinculados que incumplan presupuestos y cronogramas sean sancionadas e inhabilitadas de por vida para contratar con el Estado y deberán devolver el total de los dineros recibidos como anticipos.
¿Muy dura la medida? Como dirían los niños maleducados: “Sí… ¿Y qué?”. El cáncer no se cura con alcohol y no es a punta de buenas intenciones y de posturas mediáticas como este problema se resuelve.
Ojalá que este nuevo Gobierno demuestre aquello de que “escoba nueva barre bien”.
NOTA: Muchas veces se ha dicho que el pueblo se merece a sus gobernantes. En el caso de Colombia, la aseveración se cumple en ambos sentidos puesto que aquí los gobernantes, también se merecen el pueblo que tienen. ¡Qué belleza de hermosura!