De gallito de pelea, ahora Trump se quedó sin las espuelas. Nancy Pelosi tiene los pantalones bien puestos.
Una derrota contundente acaba de recibir Donald Trump teniendo que aceptar la reapertura de la administración, que, entre otras cosas, tuvo un costo político de grandes magnitudes para el presidente y su partido. El mismo Trump hizo alarde de que asumía el cierre, por fortuna frente a las cámaras de televisión para que todo el público viera, antes de que efectivamente se negara a aceptar la no inclusión en el presupuesto de una partida para la construcción del muro fronterizo. El mundo ya conoce los ires y venires, las mentiras y las falsedades que a diario le escuchamos a Trump sin que se inmute.
Hay una nueva alguacil en Washington. No es título de una película. Se llama Nancy Pelosi, la presidente de la Cámara de Representantes quien desde que asumió su papel como líder del partido Demócrata, ha sabido decirle no a un hombre acostumbrado a menospreciar e irrespetar a las mujeres. De gallito de pelea, ahora Trump se quedó sin las espuelas. Nancy Pelosi tiene los pantalones bien puestos.
El costo de su colosal error se tradujo en una caída de su popularidad entre su base de electores. Una pérdida de 10 puntos entre los republicanos, 13 puntos entre su base evangélica y 18 entre los hombres de las áreas urbanas. La Pelosi fue más allá y le negó a Trump que fuera al recinto de la Cámara a pronunciar su discurso del Estado de la Unión hasta tanto no se reabriera la administración.
Nancy Pelosi no la tuvo fácil para llegar a ser presidente de la Cámara de Representantes gracias a la campaña de los republicanos quienes en todo momento han intentado desacreditarla como una figura de la izquierda proveniente de California. En su propio partido tuvo que lidiar con un grupo de noveles congresistas que con alguna razón pedían una renovación del partido. Al final resultó victoriosa por su tenacidad, disciplina y su capacidad para recaudar fondos.
No hay que olvidar que la presidente de la Cámara es la tercera en la línea presidencial por debajo del vicepresidente y por ello en la alocución más importante de cada año, el Estado de la Unión, Nancy Pelosi y Mike Pence están en el podio detrás del primer mandatario. El próximo martes tendrá lugar ese tradicional evento en el que Trump estará rodeado de un récord de mujeres congresistas elegidas por primera vez y para su infortunio, la mujer que hizo posible recuperar la Cámara de Representantes para el Partido Demócrata.
Es costumbre que tanto el primer mandatario como su rival demócrata inviten a personas que de una u otra forma han sido noticia en el pasado reciente. En esta oportunidad, en el balcón del recinto habrá mujeres inmigrantes que perdieron su trabajo en el Club de Golf de Trump por ser indocumentadas, empleados que tuvieron que soportar 35 días de paro no remunerado y Stacey Adams la excandidata negra a la gobernación de Georgia derrotada por estrecho margen, escogida para pronunciar el discurso de respuesta del presidente.
Lo que sigue es toda una incógnita y un formidable reto en el propósito de avanzar en proyectos de ley que se aparten de la agenda Trump. En la bancada mayoritaria demócrata hay un grupo ansioso de enjuiciar a Trump. De que se conozca la historia de pago de impuestos. De preservar la Ley de Salud que por tanto tiempo ha sido asediada por los republicanos. De ejercer un verdadero control político a los desmanes del ejecutivo.
Para Nancy Pelosi la edad no es ningún impedimento a la hora de liderar y contar votos. Su hija Alexandra en una reciente aparición televisiva la describió como una luchadora efectiva en la guerra de las palabras. “Le corta la cabeza a cualquiera sin darse cuenta de que esta sangrando’’.
Trump mientras tanto sigue perdiendo la guerra con su simbólico muro representativo de una masculinidad enfermiza.