El coronavirus está acelerando el cambio hacia un futuro libre de efectivo, un rubro adicional de enriquecimiento para el sector financiero.
En medio del frenesí que a diario nos deja la pandemia, el uso de efectivo se ha convertido en un sospechoso más de contagio. La discusión sobre el uso de medios electrónicos de pago no tiene el mismo tratamiento en las economías más avanzadas donde la población tiene mayores posibilidades de usar la banca, frente al Tercer Mundo donde la cultura de los pagos móviles apenas comienza a tomar fuerza. En las ayudas económicas que muchos gobiernos destinaron a la población de pobres, se encontró que una buena parte de los destinatarios no tenían vínculos con el sector financiero, debiendo acudir a novedosas formas como los teléfonos celulares y el giro de los auxilios a sucursales bancarias.
En muchos países el efectivo ha venido siendo reemplazado por tarjetas y otras aplicaciones usadas principalmente en las zonas urbanas, incluso para compras pequeñas. El coronavirus está acelerando el cambio hacia un futuro libre de efectivo, un rubro adicional de enriquecimiento para el sector financiero. Entre las ventajas que trae la adopción de pagos móviles esta la imposibilidad para que los corruptos utilicen efectivo como medio de pago. Por otro lado, la población de la tercera edad por su desconfianza en el uso de tarjetas y el mismo desconocimiento que se tiene sobre su funcionamiento, son obstáculos difíciles de superar en la masificación de medios electrónicos.
Los temores al uso de billetes y monedas como mecanismo de transmisión del virus han obligado a los consumidores a repensar la forma de comprar y pagar. El comercio y los restaurantes se inclinan hacia los medios móviles como una forma de proteger a sus empleados y clientes. Nada menos, el Banco Central de China ordenó esterilizar todos los billetes utilizados en aquellas regiones impactadas por el covid-19. Los gobiernos de India, Corea y Suecia, así como las Naciones Unidas promueven el uso de “pagos sin efectivo” a nombre de la salud pública.
Definitivamente, el mundo comienza a cambiar los hábitos de compra, con menos contacto social y viviendo un experimento global que obliga a gobiernos, negocios y los mismos consumidores a replantear los patrones de operación y de integración entre los individuos. Esta dinámica crea una oportunidad dorada para que las compañías de tarjetas de crédito, bancos y plataformas digitales capitalicen esta crisis y avancen en la revolución digital, de modo que su propagación les represente réditos muy lucrativos por el cobro de honorarios en cada transacción.
El confinamiento terminó siendo el motor que hace mover el comercio electrónico. Desde electrónicos hasta productos de la canasta familiar con un incremento sorprendente. En los Estados Unidos solamente, 40 millones de consumidores hicieron compras de mercado en línea. En Italia donde el efectivo es “el rey” el volumen de transacciones en la web creció un 80 por ciento.
Aunque estamos lejos de llegar a una economía libre de efectivo, los riesgos para los grupos más vulnerables saltan a la vista. La bancarización de amplios grupos de población pobres es una de las mayores dificultades que enfrenta el sector financiero. Gente que recibe ingresos mínimos, retirados cuyas pensiones son bajas, personas con incapacidad física y hasta los inmigrantes, son segmentos que tienen poco o ningún acceso a pagos electrónicos. En los países del Sur, el uso de efectivo es la única forma de compra de las necesidades diarias. Asimismo, muchas urbes proscriben al comercio los intentos por eliminar este tipo de pagos.
El crecimiento de las transacciones móviles en los principales mercados es imparable. El cuadro anexo si bien solo muestra el monto en miles de millones de dólares a 2017 con los porcentajes de incremento para Rusia, China e India que sobrepasan el 30 por ciento, muy seguramente para 2020 las cifras se debieron haber disparado con ocasión de la pandemia. El uso de efectivo no va a desaparecer, pero definitivamente el Covid 19 les dio un gran impulso a las transacciones electrónicas.