Estoy seguro de que Uribe cumplirá con dignidad su cita, y en cualquier escenario será vencedor, ya sea como hombre libre o como mártir
El martes 8 es la indagatoria al expresidente y senador Álvaro Uribe Vélez. El riesgo de que sea incriminado y encarcelado es inminente. Ningún colombiano ha sido tan investigado, él y su familia, y tan vilipendiado, difamado, lapidado moralmente como él, durante tanto tiempo. Ha sido una campaña de cerco y derribo que ya lleva décadas.
Su crimen, reivindicar la vigencia del estado de derecho y derrotar militarmente a esa izquierda extrema enquistada en las armas que ha desafiado al estado de derecho durante más de cincuenta años, y poner de presente que la seguridad, amenazada por esos grupos y sus clones, sus carnales en crímenes atroces, surgidas como una respuesta a los desmanes de las guerrillas, las autodefensas, falsas y atroces autoproclamadas defensoras de la democracia, a las que Uribe sometió.
La extrema izquierda no le perdona haber puesto de presente una verdad de a puño en los estados democráticos: no hay derechos humanos si no hay un estado que los garantice de verdad, y para ello, se convierta en el único detentor de la fuerza legítima. Proveer seguridad a los ciudadanos para que preserven su vida es el primer derecho que ellos tienen, la razón básica que los primeros contractualistas, como Hobbes, ponen como la base de cualquier contrato social. Elemental, sin vida, no hay libertad, no hay justicia, no hay nada.
Basados en la falsa tesis marxista de que los derechos individuales creados por el liberalismo desde la Revolución Americana y la Revolución Francesa son una falacia porque sin igualdad económica lo que existe es la dictadura y la explotación de la burguesía, no sólo los grupos armados, sino también el entorno ideológico que floreció en Colombia entre los intelectuales y en las universidades, por generaciones, desembocó en el descrédito de la vigencia de dichos derechos y el apoyo al socialismo en el continuo que va de Marx, pasa por Lenin, Stalin, Trotsky, MaoTsetung, Ho Chi Minh, y, en América Latina, Fidel Castro, Chávez, Manuel Marulanda y el autocontradictorio marxismo cristiano del Eln.
Con esa falacia justificaron esos intelectuales, las atrocidades de las guerrillas, de las que muchos de aquellos eran militantes, y convirtieron el tema vital de la seguridad del estado en un anatema al que había que oponerse porque defendía un estado injusto, como si fuese falso que la mejor seguridad que se puede disfrutar es la que procede de la firme creencia en los valores de la libertad, la igualdad y la fraternidad, que en su orden encarnan las democracias occidentales. Claro, lo que no dicen es que cuando el marxismo llegó al poder lo primero que hizo fue llevar las medidas de seguridad al extremo y entre los primeros que asesinó o mató fue a muchos dirigentes que se oponían al estado democrático y ahora reclamaban la libertad en el nuevo régimen. Es que, de hecho, la seguridad es una preocupación básica de cualquier modelo de estado, si quiere subsistir, pero que la del estado democrático tiene superioridad moral y legitimidad política, frente a las otras, precisamente porque salvaguarda la existencia de todos los demás derechos.
A las guerrillas y a estos intelectuales que coparon puestos importantes en el sistema educativo y en la burocracia del poder, en cumplimiento del mandato leninista de que hay que participar en las instituciones burguesas para derribarlas desde adentro, les pareció bien que para imponer sus ideas, las guerrillas cometiesen crímenes atroces contra el pueblo al que dicen defender, y lo justificaron como efectos no deseados de acciones altruistas, con lo que validaron la opción de que hay violencias atroces buenas. He ahí el resultado de la aplicación de la otra receta leninista, complementaria a la anterior: la combinación de todas las formas de lucha. Y les resbaló que el sistema comunista internacional hubiese fracasado porque aumentó la desigualdad sin dar libertad, y que, en Colombia, el doctrinarismo hubiese sido desplazado por el mercenario comercio de coca y la minería ilegal, disfrazados de trabajo social.
El resultado es que tras décadas de adoctrinamiento blando y duro, la idea prevaleciente entre el mundo cultural y de opinión, así como la de funcionarios que trabajan en el poder judicial, es que la revolución se justifica, o al menos, que quien lucha por defender la seguridad en una democracia liberal es un reaccionario de la peor especie al que hay que combatir, también, con todos los medios de lucha, no importa que esa persona posea ideas avanzadas de redistribución y que haya puesto en práctica medias de equidad durante su gobierno. Cualquier cosa que haya hecho es, repito, reaccionario y, además, contra toda evidencia, neoliberal.
Ese es el caso de Uribe. Para condenarlo, todo vale, falsos testigos, chuzadas ilegales, someterlo a la presión de los medios para derrotarlo moralmente. Y claro, acabar con su capital político, que es la última traba para el asalto de los señores de la guerra y de los narcotraficantes al poder a lo que queda de nuestra democracia. Sólo eso explica que lo hayan citado a indagatoria a 20 días de las elecciones y someterlo al manoseo denigrante ante el país.
No obstante, estoy seguro de que Uribe cumplirá con dignidad su cita, y en cualquier escenario será vencedor, ya sea como hombre libre o como mártir. Es que luchar contra la tendencia de la historia, podrá dar como resultado a sus enemigos ganar algunas batallas, pero perder la guerra contra la democracia.
APÉNDICE
Es importante que los electores tengan alternativas claras en las próximas elecciones en la línea de la defensa local y regional de la democracia. Por eso, hoy, y la próxima semana, me atreveré a sugerir algunos candidatos, que estoy seguro harán bien su trabajo en defensa de los intereses de los ciudadanos. Comenzaré por los concejos.
En Medellín, Simón Molina, 5 en el tarjetón del Centro Democrático, es un joven inteligente, fogueado en el Concejo, donde desempeña un magnífico papel, y activo, con proyectos, que de aprobarse, revolucionarán la ciudad; buscará que Medellín sea la capital de la movilidad eléctrica; que se fortalezca su estrategia de seguridad integral; que, en serio, se implemente la Cuarta Revolución Industrial; que se mejore la calidad del aire; y, esto es muy importante: que se desarrolle un modelo de economía circular.
En Envigado, Stella Ríos, también número 5 en el tarjetón de la lista del Centro Democrático. Ha sido desde el Concejo, una luchadora incansable contra la corrupción que corroe ese municipio, lo cual le ha valido, tanto el reconocimiento de la ciudadanía, como la animadversión de los corruptos, algo que habla muy bien de ella. Presentó y logró la aprobación del Sistema Local de Áreas Protegidas de Envigado, Silape, entre otras. Para el próximo período encabezará una iniciativa de inclusión social de gran importancia: impulsar la organización de las comunidades negras de Envigado y su participación en el Concejo Nacional Afrocolombiano.
Los dos concejales luchan de frente contra la corrupción y la transparencia administrativa.