Ganar es perder un mucho
No, no está tergiversada la frase del filósofo Francisco Maturana, por la que será más recordado en el futuro que por sus actuaciones como futbolista defensor del Atlético Nacional en la década de los ochentas.
No, no está tergiversada la frase del filósofo Francisco Maturana, por la que será más recordado en el futuro que por sus actuaciones como futbolista defensor del Atlético Nacional en la década de los ochentas.
Así modificada en un todo la frase del distinguido director técnico chocoano, es aplicable en el momento actual a la historia que vive el equipo verde de Antioquia, por culpa exclusiva de los ávidos dirigentes que tiene el fútbol en el continente y en Colombia.
Para estos mercachifles, sedientos de ingresos y de llenar fechas y fechas que les proporcionen alguna entrada monetaria, nada importa que el mejor equipo de Colombia en los últimos tiempos tenga que soportar las afugias por las que está atravesando.
Calvario deportivo que hoy sufre el escuadrón antioqueño pero que igual deberán recorrer en el futuro otros oncenos colombianos que alcancen a hacer campañas tan encomiables como la suya, coronada este año con la Copa Libertadores y con el campeonato del segundo torneo colombiano en importancia, por ahora.
Se escribe lo anterior el pasado domingo temprano, sin conocerse el resultado del partido en el que Atlético Nacional, por obra y gracias del excesivo mercantilismo que mueve a la dirigencia futbolera, estaba regalando en la práctica la posibilidad de un nuevo campeonato, por tener que enfrentar al Santa Fe con jugadores juveniles.
Los mayores, los más importantes, están en Japón para atender otro compromiso de talla internacional, la Copa de Campeones en la cual, si se dan los pronósticos y la suerte y el buen futbol les ayudan, podrían enfrentar en la final al encopetado español Real Madrid.
Todo lo anterior a raíz del desaforado mercantilismo de los que mandan, quienes programan y programan partidos sin importarle el desgaste y la imposibilidad física y deportiva de atender compromisos -hasta tres en una semana– como si el cuerpo del deportista fuera de acero y el calendario algo elástico que se puede estirar a su gusto y de acuerdo con su insaciable apetito comercial.
Si el premio para los más destacados en cualquier deporte es aspirar a ganar finales con sus mejores hombres, no tiene explicación ni justificación alguna - salvo en Colombia donde el dinero rige– que el mejor de todos a lo largo de la temporada tenga que enfrentarse en instancias decisivas, con equipos de suplentes.
Se argumentará que esa es la reglamentación existente y que a ella tienen que someterse a todos los equipos; claro que sí, pero la raíz del mal viene desde el principio y tiene muchas aristas, entre ellas jugar un campeonato repleto de encuentros intrascendentes entre equipos de pacotilla, de los cuales seis por lo menos desentonan y no tienen recorrido ni categoría para estar en la primera línea.
El penoso espectáculo de las tribunas vacías en casi todos los escenarios, reflejo de la mediocridad que hoy tiene el fútbol colombiano con las consabidas excepciones, nada les importa a estos mercachifles que lo dirigen con tal de seguir obteniendo, por ahora, pingües utilidades provenientes de los llamados derechos de televisión.
Debieran preguntarse si esos dineros que les entran guardan alguna relación con la teleaudiencia, ya que en la actualidad ver un partido entre algunos de los oncenos que militan en el profesionalismo, más que pérdida de tiempo resulta ser síntoma de masoquismo.
Con ese panorama la gallina de los huevos de oro puede estar en vía de extinción, pues los que pagan derechos de televisión se preguntarán en el futuro si el costo beneficio se justifica ante la falta de interesados en presenciar semejante espectáculo, todos los días en decadencia.
Una cosa es pagar tales derechos en España, Inglaterra o Alemania, donde el espectáculo está garantizado, y otra hacerlo para comprobar a diario la mediocridad del fútbol colombiano.
Twuitercito: Cuando Piedad Córdoba despotricaba contra el gobierno en el extranjero era traidora a la patria. Y a Uribe en los Estados Unidos, ¿quién lo ronda?.