“Se ha prendido la hierba en todo el continente /
las fronteras se besan y se ponen ardientes”.
(Silvio Rodríguez)
La política de fronteras ha sido errática cuando no ausente durante nuestra historia. Es un reflejo más del centralismo asfixiante que ha imperado desde que somos república, con excepción del federalismo extremo consagrado en la Constitución de 1863, cuya vigencia de tres años fue un caos que, además de las guerras que generó entre los estados, trasladó el centralismo a sus capitales dejando aún más a la deriva las fronteras con las naciones vecinas.
Pero no es solo el centralismo: Tampoco hemos entendido qué significa una frontera. Los gobiernos no se han interesado en comprender su realidad y por ello, cuando los problemas se agravan como con Venezuela y Ecuador, llegan medidas de choque insuficientes.
Por ejemplo, en las crisis fronterizas con Venezuela es común escuchar a manera de justificación que es una frontera “muy porosa”. Pues claro que es una frontera muy porosa como lo son la mayoría de fronteras del mundo, pero no solo por la cantidad de sendas que la atraviesan, sino porque es -como todas- una frontera que respira por sus poros en todos los sentidos, que late, que tiene una vida propia al margen de los países limítrofes.
Obvio que una frontera es una línea en los mapas, o imaginaria en tierra y aire marcada por sistemas de georreferenciación, o visible por accidentes geográficos, muros, alambradas o retenes en las vías (noción de linealidad).
Pero una frontera es mucho más que eso. Es toda una región con características singulares que por ello requiere un trato especial: Una combinación de normas, instituciones y políticas de cada uno de los países integrantes, como también acuerdos de políticas sectoriales entre ambos, casi que cogobiernos por difícil que parezca sobre todo en países en conflicto (noción de zonalidad).
El internacionalista venezolano Sergio Rodríguez Gelfenstein habla de “un concepto moderno de frontera para lo cual es pertinente destacar su contenido sociológico y económico, y expresar que constituye la concreción de una intensa relación y hasta una interdependencia en las diversas manifestaciones de la vida en sociedad, promovida y ejecutada por poblaciones asentadas a uno y otro lado del límite entre dos países”. (Portal Voltairenet.org).
Y aunque es una realidad jurídica hablar de uno y otro lado como lo dice Rodríguez siguiendo la noción de zonalidad, lo es más si no hablamos de dos lados, sino más bien de un solo territorio con los mismos problemas y bondades. Esa comunión de circunstancias y permanencias es la que convierte a una frontera en región, concepto este que implica más unidad y vida que los de zona o área que son fríos, casi geométricos.
Es común oír que las fronteras en vez de dividir unen, pero no es fácil sobreponer los patriotismos, en especial si son exacerbados. No obstante, pese a que las fronteras en el mundo han sido fijadas casi siempre ignorando realidades sociales que jamás desaparecen aunque se tracen líneas en los mapas o se construyan muros sobre la tierra, esa comunidad de vida llega a trascender a nuevas realidades sociales superpuestas a las históricas: Sin que éstas desaparezcan nacen esas regiones fronterizas que pueden generar una gran riqueza social y económica.
En Colombia, pese al incipiente y no desarrollado germen que trae el artículo 289 de la Constitución, bajo la mirada del desarrollo la política de fronteras no sólo ha sido deficiente o ausente que son adjetivos cortos: Nuestras políticas de fronteras han sido desastrosas, tanto por ignorar las realidades sociales que son, como por el olvido de los territorios aledaños a las fronteras.
Y claro. Pasa lo que vemos en Tumaco y varios municipios de Nariño. Lo que sucede a lo largo de la frontera con Venezuela. Y lo que se presenta en el Darién y en las fronteras con Brasil y Perú que poco sale a la luz pública. Y eso para no hablar del olvido de nuestras múltiples fronteras marítimas. El diferendo con Nicaragua es un ejemplo.
Además: Centralismo territorio y paz
Luego de la Segunda Guerra Mundial, De Gaulle promovió una fuerte política de fronteras, no solo con medidas defensivas sino sobre todo con políticas que impulsaron el desarrollo de sus territorios aledaños. China desde hace décadas tiene como prioridad el desarrollo integral de sus regiones fronterizas, hasta el punto de que se puede decir que la nueva China se ha construido de afuera hacia adentro.