La izquierda y su populismo calenturiento, alcanza otra víctima más que servirá de vaca lechera para paliar los caprichos de las luchas ideológicas de los neocastristas
Con el triunfo de López Obrador en México, la izquierda y su populismo calenturiento, alcanza otra víctima más que servirá de vaca lechera para paliar los caprichos de las luchas ideológicas de los neocastristas y las inmensas necesidades económicas de Cuba, un parásito insaciable que a través de décadas ha devorado millonarias ayudas de Rusia, Europa del Este, China y Venezuela.
El nuevo presidente manito ofrece unas características similares a las de Ortega, Maduro, Petro y demás especímenes de la izquierda, pues son políticos populistas e incendiarios y comúnmente carismáticos, los cuales consideran que el sistema político y económico que rigen a la gran mayoría de los países del mundo esclaviza a los ciudadanos y destruye sus culturas. Continuamente están señalando los problemas y las deficiencias del capitalismo y exhiben la pobreza y la desigualdad como plagas engendradas en este modelo económico, y que por lo tanto, exigen desarrollar nuevas propuestas y políticas económicas que plasmaron “con gran sabiduría” los Castro y que fueron emuladas por Chavez, Ortega y Maduro, ya traducidas en libreticas para mercar unos cuantos huevos, una pasta dental y una bolsa de arroz.
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La desigualdad no es un problema exclusivo de un sistema económico determinado, pues pobres hay en la USA de Trump, en la España de los reyes y en la Rusia de Putin. ¿Pobreza y desigualdad no son reales en Cuba, Venezuela, Corea del Norte? En Colombia, la desigualdad es tan real y persistente como en Italia donde se han cerrado 175 hospitales y con ellos se han desocupado 70.000 camas y se ha prescindido de más 15 mil profesionales.
El populismo se alimenta de las estadísticas que arrojan la pobreza y la desigualdad y sus mayores exponentes en el país (Petro, Fajardo, Claudia López y su consorte, Mockus, Clara López y demás contratistas del Estado) consideran que el problema se resuelve de tajo eliminando la corrupción, exigiendo que políticos declaren sus bienes y reduciendo los salarios de los congresistas a través de consultas engañosas, cuya finalidad es catapultar sus aspiraciones a cargos de elección popular.
¿Reducir salarios de congresistas es contar con grandes recursos para hacer fuertes inversiones y hacer crecer la economía del país, combatir la pobreza y reducir la brecha de la desigualdad? Pura demagogia barata y populista ¿Combatir la corrupción da certeza de un gobierno eficaz y honesto? Pregúntenle a Petro que tan eficaz fue en Bogotá o Fajardo en Antioquia y Medellín. Los votos para ambos en esta región del país dan fe de ello.
En conclusión, el populismo es un decálogo de soluciones simplistas (aguacates por petróleo, por ejemplo) y falsas estrategias para emprender verdaderas soluciones a complejos problemas sociales y económicos.
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El presidente electo tiene una agenda trazada y deberá incluir en ella estrategias de desarrollo (pues no basta hablar de estabilidad) que conduzcan a desmontar todo ese aparato populista que vienen implementado los herederos de los Castro y sus secuaces. Sabemos que la inmensa mayoría de los ciudadanos colombianos no están satisfechos con los resultados económicos que han arrojado en los últimos años las políticas liberales y abusivas que se han desarrollado en el país por parte de unos pocos y que han alejado a los sufragantes de los partidos tradicionales como el liberal y el conservador casi hasta su extinción, pero que a su vez, le han inyectado oxígeno a un grupeto de personajes abyectos con pretensiones mesiánicas.
El populismo deberá ser derrotado con propuestas fuertes, contundentes, que resuelvan muy pronto los problemas de la magnitud que aquejan al país, pues de lo contrario, el eco ensordecedor de los populistas explotará en todas las plazas y parques de este atribulado país, y el retorno a la mieles de la libre empresa será tan lento y doloroso como el camino que discurre Venezuela y que acaba de emprender México.