Felicitaciones Clase de 2020

Autor: Rafael Bravo
5 julio de 2020 - 12:05 AM

Los analistas expresan como un aumento en la tasa de desempleo del uno por ciento se traduce en una pérdida del 7 por ciento de los ingresos al comienzo de la vida profesional

Medellín

Otro de los infortunios que deja esta pandemia es el futuro incierto de los recién graduados para quienes hay pocas esperanzas de conseguir un empleo. Atrás quedaron los planes de celebración y regocijo por los logros alcanzados con esfuerzo y dedicación. Lo que sigue es la incertidumbre de cómo pagar los préstamos estudiantiles y unos ingresos que en muchos casos no justifican el paso por las aulas universitarias. Este fenómeno no se limita al Tercer Mundo, sino que cada vez más en las sociedades avanzadas ya se cuestionan las ventajas de tener un título profesional.

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Esta generación es bien diferente a las anteriores teniendo en cuenta las múltiples fortalezas gracias a la tecnología y redes sociales en las que crecieron, hiperconectados con el mundo a través de sus teléfonos inteligentes como forma preferida de contacto. Millenials que como grupo crean masivas cantidades de contenido en línea como requisito para ser relevantes. Sin embargo, dadas las condiciones actuales, el reto es saber si esos jóvenes podrán superar la condición social y económica de sus padres.

Lo único cierto es que los millenials atraviesan un momento de gran vulnerabilidad como resultado de una crisis de empleo de calidad: una mayoría laborando como meseros, dependientes o en call centers. En consecuencia, no hay ahorros de donde echar mano pues los salarios son bajos. Las deudas estudiantiles se acumulan y los beneficios laborales no aparecen. Además, son una generación financieramente constreñida y conservadora a la hora de invertir. La independencia económica que fue la promesa de una mejor educación ha quedado aplazada.

Hay quienes definen a este segmento como la generación perdida. Ingresar a la fuerza laboral en momentos casi iguales a la Gran Depresión, implica tener que acomodarse a lo que el mercado puede ofrecer. Las recesiones no son buenas para nadie. Los analistas expresan como un aumento en la tasa de desempleo del uno por ciento se traduce en una pérdida del 7 por ciento de los ingresos al comienzo de la vida profesional. Difícil saber con certeza el tamaño de la riqueza evaporada por la actual crisis sanitaria, cómo lograr ingresos competitivos y de qué forma salir de esta encrucijada.

Qué se puede esperar de la recuperación es todo un albur. Las cifras de empleo en los Estados Unidos reportadas esta semana para el mes de junio son engañosas por el número tan descomunal de 4.8 millones de nuevos puestos de trabajo, que no compensan los 16.5 millones que todavía quedan por resarcir desde febrero. El tan ansiado rebote en V no muestra signos de ser la realidad con varios estados obligados a cerrar nuevamente varios sectores por la segunda ola en camino.

En América Latina la situación no puede ser peor con unas economías dependientes de los precios de las materias primas que van de la mano con la situación económica mundial en recesión. La industria y en particular el comercio van abriéndose lentamente, pero con el lastre de miles de negocios que no van a sobrevivir. Índices de desempleo nunca vistos que exigirá de los gobiernos creatividad y grandes subsidios para mantener así sea parcialmente la supervivencia de las empresas.

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Finalmente, la celebración del 4 de julio que marca la independencia de los Estados Unidos, antes motivo de pujanza y orgullo, hoy reducida al mínimo por los alarmantes casos de contagio que han llevado a gobernadores y alcaldes a cancelar los tradicionales fuegos artificiales, al cierre de bares, restaurantes y playas. Mientras tanto, Donald Trump sordo a las recomendaciones de su equipo de expertos sanitarios, invita a una masiva concentración en Dakota del Sur sin tapabocas, sin el distanciamiento social requerido, ni las precauciones debidas. Prima el ego y la sinrazón.

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