Electoralmente y a sus 50 años, Morris está herido de muerte. Sus condiciones personal y familiar, tuvieron la culpa.
A Hollman Morris se le fueron las luces. Este personaje, con nombre gringo y apellido inglés, pero nacido en Bogotá, con 50 años de edad y que sueña con la Alcaldía de la capital de la república, se rebela a hacer mutis por el foro en la contienda política por ese importante cargo. Como todos sabemos, el actual edil del Movimiento Progresistas fue desenmascarado hace algunos días en el programa de Vicky Dávila (La W Radio), por su exesposa Patricia Casas, periodista como él. Cansada de las tropelías de Morris, la señora Casas lo señaló con sustentos como actor de violencia intrafamiliar, acudiendo a las denuncias penal y pública, adicionándole la inasistencia alimentaria inmisericorde. No contento con ello, dos mujeres lo denunciaron también por acoso sexual, para completar un cuadro horrendo y asqueante, que desmorona a un personaje público que se movía cómodamente en los corredores de Colombia Humana, como escudero de Petro.
Tras quedar al descubierto sus bajas condiciones éticas y morales, a Morris le inventaron una jugada que pensaban sería maestra: someterse (con bombos y platillos) a un proceso de armonización con Tehulas (sacerdotes indígenas), al que agregaron una protección de la Madre Tierra en el Páramo de Sumapaz. Acto seguido, el Movimiento Alternativo Indígena y Social (Mais), le ratificó su aval. Entretanto –y para su total desilusión–, se le vino un aguacero de críticas: Gustavo Petro, le recomendó dar un paso al costado en su aspiración por la Alcaldía de Bogotá y dedicarse a reflexionar, y Blanca Durán (gerente de la campaña de Petro), le hizo saber que debería retirar la candidatura. Muchas personas escribieron trinos, atacando la anodina “purificación”. Ya la gente no come vidrio y confirma que el que la hace, la paga…
El historial de Morris, tiene su “prontuario”: (i) como gerente del Canal Capital, pretendía determinar contenidos y vetar personajes, en el espacio más visto; (ii) como gerente del Canal Capital tuvo injerencia directísima en adjudicación de contratos a dedo; (iii) le solicitó a Publimetro abstenerse de transmitir información que lo perjudicaba sobre las denuncias últimas, lo que se traduce en una censura previa y (iv) le lanzó el carro a su exesposa, hace algún tiempo, a la salida del Concejo de Bogotá, causándole lesiones en una mano y una pierna. Además, tiene maestría en posar de víctima. Como concejal, su gestión ha sido deplorable: penúltimo entre 45 concejales y último en materia de control político, de conformidad con la última medición de “Concejo cómo vamos”.
Sin el abrazo de Petro, con la escandalera que afronta, develada su vida de excesos (alcohol, sustancias psicoactivas y prostitutas), con un ritual fallido para las gentes en cuanto a sanear sus lastres, con el solo espaldarazo de Mais y con procesos en curso, Morris políticamente es sencillamente ExMorris. Su coherencia de marchar en favor de las mujeres pero su incoherencia familiar, dejar su casa sin luz (la han cortado al menos 3 veces), abandonar sus deberes mínimos de padre, ejercer una presión psicológica infame sobre su familia y decirle a Patricia Casas, “desocupada y mantenida” porque está al lado de sus hijos omitiendo que fue una decisión de pareja el hecho de que ella no trabajara, serán una ruina política con un capital perdido.
Por muy periodista, director de T.V., productor, escritor, exiliado en otrora, concejal de Bogotá con 25.000 votos, ser secuaz de Petro y estar en pos de buscar alianzas con el Polo, los Verdes, liberales rebeldes y movimientos independientes, continuar en campaña, prometer para Bogotá un metro subterráneo y hacer un proceso de purificación con los Tehulas, electoralmente Morris a sus 50 años, está herido de muerte. Sus condiciones personal y familiar, tuvieron la culpa. Los “sabedores ancestrales” que realizaron la “limpieza” de Morris, no podrán remover las huellas de la violencia intrafamiliar y será inútil vender una conexión sanadora con la naturaleza. Todo ello es retórica. No hay caminos despejados ni puntos de conexión con el electorado. Moris es ExMorris.