Los procesos de educación tratan de instrumentar y mantener aquellas formas de comportamiento más aceptables, contando con el beneplácito de los grupos de poder temporal de cada época
El aquí y el ahora invitan a todos los humanos a reconocer que a través de largos y lentos procesos de adaptación y de cambio, hoy somos lo que somos, para bien o para mal. Distintas culturas, distintas razas, distintos territorios han servido de eslabones activos o pasivos en la construcción y la configuración de lo que hoy llamamos y reclamamos como humanidad. Escenarios que han condicionado o potenciado la disposición de los humanos para convivir entre ellos mismos y distinguirse con respecto a los otros. El grupo reconocido a partir de un “nosotros” tuvo en algún momento que haber tenido que identificar a los “otros” y haber distinguido entre similitudes y diferencias y optado por asociarse, retirarse o combatir.
El papel unificador, estandarizador y homogeneizador del lenguaje, tuvo y sigue teniendo enormes implicaciones en la configuración de las sociedades humanas. Hoy la tecnología, abre nuevas posibilidades y la delgada línea entre la realidad real y la realidad virtual, está haciendo parte de nuestra cotidianidad. Por ahora el “nosotros“ continúa teniendo una connotación local, a pesar de que lo regional, lo subcontinental y lo continental, se presentan como evidencias de nuevas escalas o niveles de interrelación y de identidad. Los viajes espaciales nos están aproximando a la confirmación del principio filosófico de la otredad, principio que una vez descubierta alguna evidencia de vida fuera de nuestro planeta, servirá como amalgamador para que el concepto de “nosotros” se convierta en nuestra nueva carta genérica de presentación: por fin seremos terrícolas.
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Dicen algunos estudiosos que si rastreamos mitologías y religiones a lo largo y ancho del planeta, a través de la historia, encontraremos al menos tres comunes denominadores: la creencia en la Providencia, la creencia en el alma inmortal y el reconocimiento de la necesidad de regular las pasiones.
El reconocimiento de la existencia de deidades y la aparición del monoteísmo, explican la intimidad humana y su contacto y relación con lo desconocido y lo inexplicable, donde la creencia y la fe soportan las distintas posiciones. La búsqueda de explicaciones a quienes somos, y para donde vamos, abre las posibilidades de trascender lo material y el espacio-tiempo, haciendo del alma humana el vínculo con el creador y lo metafísico. La necesaria coexistencia entre humanos lleva a la convivencia, la cual exige patrones de comportamiento aceptables para asegurar que dicha convivencia sea pacífica. El hombre reconoce, se adueña y trata de regular sus pasiones.
Los procesos de educación tratan de instrumentar y mantener aquellas formas de comportamiento más aceptables, contando con el beneplácito de los grupos de poder temporal de cada época.
¿Cómo explicarles a unos hipotéticos visitantes de otros mundos, que aquí hemos sido capaces de superar el sufrimiento, que hemos sido capaces de amar y de hasta imaginarnos la felicidad en medio de permanentes conflictos? El hambre, la peste y la guerra han sido nuestros compañeros de viaje, contrarrestados en algunos casos por la voluntad, el esfuerzo y la esperanza. A pesar de todos los avatares, la humanidad sigue su camino transformador y depredador, poniendo el planeta a su servicio y colocando, con sus excesos, en riesgo, su propia viabilidad, sostenibilidad y supervivencia como especie.
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Mientras seguimos elucubrando, recordamos la necesidad y la conveniencia de dotar a Medellín con un adecuado Centro de Espectáculos.