Hay muchas conductas que están en la delgada línea que separa lo ético de lo antiético. Entonces, aquí viene la gran pregunta, ¿qué es ético y qué antiético?
Los hechos de corrupción e incluso de indelicadezas acaecidos en Colombia en los últimos años están llevando a que el gran debate sobre la ética se dé por fin en el país como debe ser: De una manera integral, profunda y en todos los espacios.
Sin duda, la corrupción no es nueva en Colombia ni somos el único país que la sufre, pero hay momentos de crisis -aunque puedan ser solo de percepción u ocasionados por investigaciones más efectivas- en que los ciudadanos decimos basta ya, nos cansamos de que nos roben y de que nos hagan trampa. Este movimiento que está sucediendo, nutrido además por la alta votación de la consulta anticorrupción, ha hecho que la ética se empiece a poner de moda, por decirlo de alguna manera.
Ya era hora. Un tema que antes no pasaba de discusiones y quejas ante los grandes y millonarios escándalos, poco a poco está penetrando en todos los ámbitos: reuniones familiares y de amigos, esquinas y parques, instituciones educativas, empresas, corporaciones públicas, columnas de prensa y programas radiales. La discusión ética entra a la ciudadanía como instrumento de sanción social y, por qué no, como forma de evitar corrupción.
Y no es solo la corrupción tipificada en el Código Penal y otras leyes bajo diversos delitos o infracciones, sino también las prácticas y costumbres que no alcanzan a contravenir las leyes pero que son lo que he llamado la ‘pequeña corrupción’, pues la corrupción es una sola como lo dije en reciente columna. Ahora, tampoco hay que desconocer que la corrupción tiene grados según la intensidad del daño que causa.
Es muy sano que se empiece a deliberar y discutir en diversos espacios sobre qué tipo de prácticas sociales, económicas y políticas son éticas o antiéticas, sin necesidad tampoco de entrar en profundas discusiones filosóficas, que de todas maneras siguen siendo útiles.
Hay muchas conductas que están en la delgada línea que separa lo ético de lo antiético. Entonces, aquí viene la gran pregunta, ¿qué es ético y qué antiético? Numerosos tratados se han escrito, pero me atrevo a dar una definición muy general para intentar discernir este dilema: Actuar en perjuicio ajeno para provecho propio. Debe haber un daño a otras personas específicas o un daño social -presente o futuro- para que se hable de corrupción. Dentro del concepto de daño está también poner en peligro a otros. Ese daño va desde atentar o ir contra la vida como bien supremo hasta atentar o ir contra los bienes, la honra y el bienestar de los demás.
Por supuesto que un asesinato es el principal acto de corrupción y acá es bueno recordar que pese a lo que muchos creen, la corrupción no está asociada sólo a quienes roban al Estado. También son corruptos quienes cometen otro tipo de delitos o actos que atentan contra otros bienes o situaciones personales y sociales.
Pongo un ejemplo de corrupción mínima: Quizá suene exagerado decir que quien se salta una fila es corrupto. Pero pensemos en que esa persona que no respeta la fila le está sustrayendo tiempo a quienes llegaron antes, que está irrespetando un principio jurídico (en cierto sentido) y también ciudadano: “Prior tempore potior iure”. Es nada más y nada menos que justicia. Hace tiempos titulé una columna sobre este tema como “El principio de la cola”. Es un principio clave para la vida en sociedad que va más allá de una simple fila. Se aplica para toda actuación social.
Al igual que irrespetar una fila hay varias conductas usuales que pese a que reprochamos no consideramos graves. Es cierto: no lo son tanto como otras, pero son el germen de la corrupción. Censurar levemente el saltarse una fila y hasta tolerarlo va ampliando el umbral de censura y tolerancia alentando otras conductas más graves. Por eso debemos hablar de disciplina social. Y, siendo más estrictos pero más eficaces, de autodisciplina.
Cada ciudadano debe ejercitar el cumplimiento de las normas sociales hasta volverlo una costumbre sin necesidad de que otros lo vean o le reprochen. Es interiorizar el comportamiento social hasta sentir pudor social cuando se transgrede una norma. Detenerme en un semáforo peatonal en rojo aunque no venga carro ni haya quien me observe. Así se forma la disciplina social. Mente a mente, persona a persona, grupo a grupo, sociedad a sociedad.