El actual es un momento triste en la historia de los Estados Unidos. La verdad y la moral están en juego.
Fue necesario oír de boca del asesor legal de Donald Trump que su vida pública y de negocios es una historia de ilegalidades, inmoralidades y actuaciones nada éticas. En síntesis, un personaje oscuro que se ha rodeado de subalternos de su misma talla moral. Michael Cohen en su explosiva comparecencia ante la Cámara de Representantes reveló con detalle y pruebas contundentes varios delitos cometidos durante la campaña presidencial que van a poner en aprietos al presidente.
Cohen es cierto, ha sido condenado a 3 años de prisión por evasión de impuestos, lavado de dinero actuando como intermediario para el pago a las mujeres con quienes Trump tuvo relaciones en una clara violación de los topes de campaña y perjurio. Tampoco que con su arrepentimiento tardío sea ahora el adalid de la moral, sino más bien el fixer o arregla todo que por una lealtad ciega hizo cualquier cosa por su protector.
Han transcurrido un poco mas de 45 años cuando en su momento el consejero de la Casa Blanca de entonces, en la administración Nixon, tuvo que testificar sobre el escándalo Watergate que terminó en la renuncia del entonces presidente. En esta oportunidad, Cohen devela los niveles de corrupción mostrando a Trump como un gángster, estafador y tramposo.
Tristemente, no hubo un solo miembro del partido republicano que cuestionara las actuaciones por fuera de la ley que han envuelto a Trump en su búsqueda por llegar a la Presidencia. Una y otra vez han caído como un domino sus constantes mentiras. ¿Que siempre negó pagarle a la estrella porno Stormy Daniels? ¿Que la Organización Trump andaba buscando construir un hotel en Moscú? ¿Qué miembros de la campaña se reunieron con un agente ruso para buscar información y enlodar a Hillary Clinton? ¿Que la Fundación Trump cometió actos fraudulentos?
Las audiencias públicas y privadas en el Congreso indican que se ha abierto una caja de pandora que podría terminar en una escalada de acusaciones y cargos judiciales para el presidente y su grupo familiar. El país espera las conclusiones del informe Mueller, el consejero especial designado por el Departamento de Justicia que investiga la posible conspiración rusa en la campaña de 2016.
Hasta ahora, Mueller le ha formulado cargos y esperan sentencia el jefe de campaña Paul Manafort quien muy seguramente será condenado a una larga pena, el asesor de seguridad de Trump, Michael Flynn, Roger Stone consultor político republicano y amigo intimo del presidente, varios asesores y lobistas, al igual que 13 ciudadanos rusos y 2 compañías de ese país supuestamente involucradas en las elecciones. Toda una organización criminal trabajando para el entonces candidato.
Las revelaciones surgidas del informe Mueller van a determinar el camino a seguir por los demócratas en la Cámara de Representantes. La líder Nancy Pelosi fue enfática en descartar por el momento la posibilidad de una destitución o impeachment. Es un “asunto que divide al país”. Otra cosa piensa el ala liberal del partido que quiere iniciar un juicio político a Trump. Contrario a lo que ocurrió con Richard Nixon donde hubo un consenso partidista, hoy día el ambiente polarizado hace imposible algún acuerdo.
El alma norteamericana debiera estar herida sabiendo que el líder de su país miente, trampea, es un abierto racista de modo y forma y que utiliza a los demás para salir limpio, como lo hizo con su compinche Cohen ahora un converso que le ha dado la espalda sin que de conciencia enmendara sus pecados.
El actual es un momento triste en la historia de los Estados Unidos. La verdad y la moral están en juego. El país no puede terminar pareciéndose a una república bananera donde el poder gansteril socava los cimientos de una democracia.