Los primeros ramalazos debió padecerlos en la lluviosa tarde de su posesión, apelando a la mayor dosis de estoicismo, ante la desfachatez de su correligionario Macías.
Apenas lleva una semana de las doscientas ocho que estará al timón de la frágil embarcación en que está convertida Colombia, pero ya el presidente Iván Duque ha comprobado que no todo es color de rosa y que es mucho fácil criticar y oponerse porque sí a cualquier cosa, que hacer tarea ponderada y salir adelante.
El gran poeta argentino Carlos Bahr describió con máximo acierto en su tango En carne propia, lo que es el rigor y la venganza de la vida en asuntos que tienen que ver con el amor; pero también por extensión, podría aplicarse esa realidad a otros aspectos del diario transcurrir, entre ellos el político.
Los primeros ramalazos debió padecerlos en la lluviosa tarde de su posesión, apelando a la mayor dosis de estoicismo, ante la desfachatez de su correligionario Macías, empeñado en pronunciar el discurso más vergonzoso que se recuerde en la reciente historia de la política colombiana, algo que debió hacer trizas la íntima satisfacción que debía y tenía derecho a poseer en semejante acto.
Esos momentos interminables y fuera de tono y ocasión, fueron como el anticipo del viacrucis que el nuevo presidente de los colombianos empezó ya a recorrer por cuenta de la reacción originada por algunas de sus determinaciones o intenciones iniciales.
Habría que comenzar por mencionar la que puede considerarse primera derrota, relacionada esta con el frustrado nombramiento de Claudia Ortiz como Directora de la Unidad de Protección.
Los grandes merecimientos acumulados en su hoja de vida por la señora Ortiz para llegar a semejante cargo, eran una serie de temerarias calificaciones hechas contra personajes adversos a sus creencias, a los cuales por ironía del destino tendría que cuidar en su vida y en sus bienes.
Vale decir que de haberse hecho realidad el nombramiento, este habría equivalido a dejar el gato cuidando el queso y los ratones, lo que da pie para preguntar si la impedida metida de pata fue solo del presidente Duque, o también de sus asesores.
Lo que más desconcierta en estas primeras de cambio, es que muchos de los dardos contra el presidente Duque provienen de la misma huerta, pues según una de sus más importantes plantas “una cosa es el gobierno y otra el Centro Democrático”, aseveración nada diplomática ni esperanzadora pues desmiente aquello de que habrá un gobierno buscando “la unión de todos los colombianos”.
Para que no queden dudas de que “una cosa piensa el burro y otra el que lo está enjalmando”, otro episodio significativo se dio a fines de la semana pasada con el nombramiento de Víctor Saavedra como Viceministro de vivienda. Con ese mismo rango, pero en educación, Saavedra estuvo en el anterior gobierno, y su máximo pecado fue haber sido el editor de una ilustrativa cartilla que les originó náuseas a lo más conspicuos representantes de la godarria colombiana.
Hasta el domingo no se sabía si primarían el presidente Duque y su ministro, Jhonatan Malagón, o si en adelante cualquier designación tendrá que ser consultada con algunas o algunos integrantes de la recalcitrante bancada uribista, que estaría encargada de determinar quien puede o no hacer parte del equipo gubernamental en su primer nivel.
De este, sí pero no, de los primeros días del joven mandatario, él mismo fue protagonista, pues mientras por todos los medios reafirma que apoyará la consulta anticorrupción programada para el 26 de agosto, su mentor, mecenas y todavía jefe, Alvaro Uribe, dizque con la mejor intención, atravesó unos palitos en la rueda que seguramente darán al traste con la iniciativa.
TWITERCITO Cuando el Creador dijo háganse los metepatas, Macías ya llevaba diez minutos hablando en la Plaza de Bolívar.