El “de”

Autor: Rubén Darío Barrientos
26 julio de 2019 - 12:00 AM

Cuando llegamos a las denominaciones del “de”, estamos frente a una sintomatología de debilidad.

Medellín

Rubén Darío Barrientos G.

 

En la página 8 de El Colombiano, aparece en el sector izquierdo esta nota: “El de Fajardo, ya se inscribió para la alcaldía de La Ceja” (25/07/2019). Hace carrera en Colombia, desde el propio cotarro político, pasando por los medios de comunicación y llegando a la misma publicidad de los candidatos, que se hable de fulanito y sutanito como los “de” alguien. Y allí encontramos, entonces, a Santiago Gómez, como el de Fico. Sí, el “de”… Ello, para referirse al exsecretario de Gobierno de Medellín. Y nos topamos con otra frase todavía más fuerte: “El que diga Uribe” o “El que ponga Uribe”. El portal La Silla Vacía, tituló el 10 de julio último: “El de Fajardo en Soacha, renuncia para que lo investiguen”. Otra vez, el “de”. Incluso, en medios periodísticos se habló de algunos magistrados como los “de” Santos”, en cierta ocasión.

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La verdad es que políticamente, hablar acerca de un candidato como el “de”, tiene varias lecturas: (i) muestra debilidad, pues se manda el mensaje de que tiene que ser el “de” para llegar con fuerza, (ii) el jerárquico, o sea, ese “de” se exhibe como un caudillo o un jefe con visos de inocular triunfo y (iii) el electorado tiene que creerle a ese “de” para que el “de” pueda recibir el voto-reflejo. Es todo un triángulo entre ese “de”, el “de” y el elector. Parece un acertijo, pero es verdad que toma fuerza esta denominación. Una cosa es que un partido político avale una candidatura o que un adalid, dentro de su partido, se refiera al candidato de su colectividad. Esas son referencias apenas obvias de un andamiaje político. Pero cuando llegamos a las denominaciones del “de”, estamos frente a una sintomatología de debilidad.

Elsa Noguera, en Barranquilla, fue proclamada como la candidata “de” Char y luego recibió avales y respaldos de directorios políticos. En El Colombiano (27/05/2019), se escribió: “Herrán Vargas, es el candidato de Petro en Medellín”. Pudo haber dicho el redactor algo diferente: Jairo Herrán Vargas, es el candidato de Colombia Humana. Pero no. Se apuntó a que era el “de” Petro. En La W Radio, se expresó que “Pedro José Suárez, será el candidato de Robledo a la Gobernación de Boyacá”. El famoso “de”. También se pudo haber manifestado que era el candidato del Polo Democrático.

Era muy usual que en Colombia, las señoras adoptaran el apellido del esposo. Y entonces se hablaba de doña Dolores Fuertes de Barriga. Sí, “de” Barriga. O de doña Concha Misas de Naranjo. Sí, “de” Naranjo. Esa es una tradición en decadencia total. Muy pocos casos se ven aún, y es claro que ninguna persona de esta generación se hará llamar “de” equis apellido. Nadie es de nadie, dice la gente. O no se quiere perder el segundo apellido. Pero había otros casos más extremos: era el nombre con el “de” del esposo. Y entonces encontramos a doña María de Echavarría, por ejemplo. Pero vean cómo es la vida: mientras el “de” de los apellidos de los esposos perdió toda la hegemonía, el “de” de los políticos levanta vuelo con muchas turbinas.

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Seguimos, pues, con esta chapa y seguiremos por muchos años. Es también un asunto de vanidad del encumbrado y de estrategia del que está pegado a la suerte que le depara el líder. Hay otros que no se dejan decir que son de nadie. El presidente Duque trata siempre de que no lo asocien con Uribe y le huye a la influencia de Uribe en el gobierno. Le juega a salir de la sombra de Uribe y dice más bien que fue el candidato del Centro Democrático. Se opone a ser el “de” Uribe. Pero reconoce que es su mentor. A muchos les ha servido el “de” para ganar, pero otros se han estrellado al ser el “de”. Son cosas del bandoneón…         

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