El ruido y la furia

Autor: Alfonso Monsalve Solórzano
24 noviembre de 2018 - 09:04 PM

Hoy lo que tenemos que preguntarnos es si preferimos a Duque con algunos errores, pero profundamente respetuoso de la democracia, o a un autócrata que no respete la ley.

“La vida es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y furia, que no significa nada” (William Shakespeare, en Macbeth, Acto 5, Escena 5).

El título de la columna también corresponde al de la famosísima novela del premio Nobel William Faulkner, que narra la historia de decadencia y disolución de la familia Compson en el Sur de los Estados Unidos a comienzos del Siglo XX, formalmente centrados en un fin de semana de 1928 y un día de 1910. Allí hay de todo. En las exactas palabras de Alexis Ravelo, “estafas, suicidios, castraciones, huidas, intrigas, incesto y traición. Hay fracaso, pasiones imposibles, frustración, hipocresía y miseria”, expresadas en literatura de excelsa calidad (https://alexisravelo.wordpress.com/2013/02/16/el-ruido-y-la-furia-imprescindible-faulkner/), narrados, en primer lugar, por Benji, un idiota que sabe lo que ocurre, pero no sabe por qué ocurre. De ahí la referencia a Shakespeare.

Lea también: Duque y el país lo tienen claro

Pues bien. Lo que está aconteciendo en el país es, de alguna manera, la versión colombiana del ruido y la furia, si se quiere, más rica que la de la ficción de Faulkner.

El presidente Duque, sin contar siquiera con el apoyo de su propio partido, propone una reforma tributaria o ley de financiamiento, que toca puntos sensibles para los colombianos del común, como la extensión del IVA a toda la canasta de alimentos. Y como era de esperarse, el mundo se le vino encima, por lo que el mandatario terminó por echarla para atrás.

Muchos pensaron que era un idiota que no sabía lo que sentían los pobres y la clase media en el país. Yo digo que fue un proyecto mal presentado, porque es verdad que hay gente que puede pagar el IVA para productos considerados suntuarios en esta canasta, pero era impresentable querer gravar los que consume la mayoría en el día a día. Pero no fue un idiota porque supo retroceder al entender la magnitud negativa de su propuesta. Los idiotas no rectifican.

Y cuando Duque dio el paso atrás, un hecho político extremadamente importante tuvo lugar: en lugar de persistir en el error, escuchó a sus ciudadanos y actuó en consecuencia. Ese es un proceder democrático. Porque un demócrata no es que no se equivoque, sino que, si lo hace, trata de resolver el problema con los canales que el estado de derecho tiene. Aceptó el clamor de los colombianos y está negociando en el Congreso (recuerden que la democracia inglesa comenzó cuando se puso en práctica la máxima de “no hay impuestos sin representación”) la manera de obtener los recursos que su plan de desarrollo necesita, buscando fuentes alternativas. Y todo parece indicar que alcanzará el suficiente consenso político para lograrlo. Es la democracia, a través de la independencia y cooperación de los poderes, funcionando.

Que el presidente actúe de esa manera produce confianza en nuestro Estado de Derecho. No va a ignorar al Congreso, no va a dejar de escuchar a los ciudadanos. No hará trampas para acortar el camino, respetará la ley en su andadura. Esperemos que se mantenga en esa tónica. Con su actitud autocrítica y un gobierno propositivo podrá, eventualmente, recobrar para la democracia el apoyo de la mayoría de la gente.

Los críticos de extrema izquierda reaccionaron con ruido y furia. Pero contrario a Benji, estos son muy inteligentes. Han utilizado cualquier cantidad de tretas para oponerse a un gobierno que sabe rectificar. Más de 340 protestas en 100 días de gobierno, es un indicativo de lo que quieren.

Utilizaron de manera espuria el descontento de la gente para citar movilizaciones y causar problemas sobre un tema que todavía estaba en discusión; han echado mano sofismas o verdades a medias (que es una especie de sofisma) para sacar a la calle a jóvenes, muchos de los cuales convierten en idiotas, al estilo Benji, pero útiles, llenos de ruido y furia, manipulados en su genuino deseo de mejorar la educación pública, a quienes sus manipuladores han utilizado y traicionado, protagonizando violentos disturbios que para nada tienen el objetivo que aquellos buscan, sino el de escalar el caos y el de servir a los particulares gremiales y políticos intereses de quienes dirigen el “movimiento”, en lo que se constituye en el mayor esfuerzo de privatizar la educación pública que dicen defender.

Y le suman cada vez más protestas en distintos sectores y estamentos a quienes manosean hasta convertirlos en vociferantes Benjis, llenos de ruido y furia, dispuestos a paralizar el país y violentar los derechos de los demás ciudadanos, con cualquier disculpa, con el propósito no declarado pero evidente de causar entropía social e ingobernabilidad a cualquier precio, para llegar al poder nacional en el 2022 y copar el poder regional y local en el 2019 y hacer, finalmente, la revolución socialista del siglo XXI, la de su admirado Maduro. Lo peor, es que esta estrategia será el hilo conductor de su accionar durante los próximos años.

Por eso los colombianos, jóvenes, adultos y mayores, debemos hacer un alto en el camino. Utilizar la democracia para gestionar sus legítimos intereses, sin violentar los derechos de los otros, utilizando los canales que la constitución y la ley permiten, en la calle, el campo, las universidades, en las agremiaciones, en el congreso, en todas partes, en un ejercicio de mesura, para no permitir que un maremoto de violencia e intolerancia ahogue este sistema que les permite protestar para defender sus derechos, y lo sustituya por otro, como el venezolano, el cubano o el chino, donde todo disenso es cruelmente reprimido, que es lo que buscan los dirigentes de extrema izquierda, maestros de la manipulación de los deseos de bienestar de la gente y del altruismo de los jóvenes.

Y también deben recapacitar y dejar de comportarse como Benji, el personaje de Faulkner, llenos de ruido y furia sin entender lo que pasa, los que de dientes para afuera defienden la democracia, pero le hacen, desde algún sector de la derecha, el juego a Petro y sus aliados. Porque una cosa es ser crítico leal, y, una muy otra, practicar persistentemente el fuego amigo, que, en este caso, de amigo no tiene nada, porque nada de lo que hace el presidente les gusta. Con esa retórica le están ayudando en la toma del poder a los enemigos de la democracia.

Lo invitamos a leer: Corregir, comunicar, actuar

Hoy lo que tenemos que preguntarnos es si preferimos a Duque con algunos errores, pero profundamente respetuoso de la democracia, o a un autócrata que no respete la ley, amigo de Chaves y de la tiranía del socialismo del Siglo XXI, megalómano que no se pare en mientes para destruir la economía de mercado y las libertades y derechos fundamentales de los colombianos. Con Shakespeare de nuevo, esa es la cuestión.

 

 

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Comentarios:

Edgar
Edgar
2018-11-25 09:41:20
Excelente columna. Da para pensar, y mucho. Por ejemplo hacer énfasis en que los manipuladores de los benjis no descansarán hasta el último día del cuatrienio de Duque, nos esperan cuatro largos años de manifestaciones y paros, convocados "pacíficamente" , pero ya sabemos cómo van acompañados por los revoltosos, rechazados de dientes para fuera, pero bienvenidos por la presión que ejercen al gobierno y a nosotros. Cuatro años!

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