El país ha ganado en experiencia, ha sido paciente y valeroso y siempre ha sabido impedir que sus enemigos lo destruyan. Estamos ante el último desafío y saldremos de éste con paz estable y duradera
Hoy domingo, ya es noticia vieja el anuncio de los alias Iván Márquez y Jesús Santrich y el paisa, de “volver” a las armas. La verdad es que nunca las dejaron. El país lo supo de siempre. Y fue testigo y víctima de la infame burla a la que lo sometieron. Ellos, Santos, La JEP, la CSJ y el Consejo de Estado.
Los colombianos observaron que alias Márquez y el paisa, estaban desaparecidos del radar de los compromisos firmados, desde marzo del 2018; que Santrich negociaba cocaína por las mismas fechas, con los carteles mexicanos y le hacía pistola con los dedos de los pies a una nación estupefacta, que veía como la JEP violaba sus competencias para impedir que lo extraditaran; al Consejo de Estado, que lo convirtió, contra su propia jurisprudencia, en congresista, y, por tanto, con fuero especial; a la CSJ que le abrió un proceso, pero lo dejó en libertad, pese a la absoluta probabilidad de que huiría. Y ante el hecho que todo el mundo predecía, de nuevo, la JEP, diciendo que se tardará unos seis meses en expulsar a este criminal de su jurisdicción. ¡Inconcebible!
Santos, el anterior congreso y las tres corporaciones mencionadas son responsables por acción y/u omisión de este desastre. Desastre digo, porque no sólo no alcanzó la paz que pretendió, sino que le dio un respiro decisivo a una guerrilla derrotada y la colmó de prebendas e impunidad. El resultado final de la paz de Santos es que no solo los más agresivos criminales de esa organización retoman abiertamente las armas para unirse a los retóricamente llamados disidentes, sino que fortaleció al casi desaparecido Eln, que ganó espacio, efectivos, dinero a montón y es hoy, tal vez la principal organización delincuencial armada del país y permitió que las otras bandas criminales como los Pelusos y el Clan del Golfo, se expandieran.
Sumemos las 200.000 hectáreas de cocaína, el brote de asesinatos de líderes sociales, que Márquez en su cinismo, achaca al estado (con la complicidad de sus amigotes en la izquierda radical que opera legalmente), cuando es el resultado del accionar de estas mafias por el control territorial, actuando como señores de la guerra, buscando balcanizar el país, para lo cual se alían o se disputan entre ellos, según sus intereses (ya el comandante de las Fuerzas Militares, general Navarro, habla de reuniones secretas entre alias Pablito, comandante del Eln y alias Márquez); el negocio de la exportación avanzando en compañía de los carteles mexicanos, y el desafío estratégico de la alianza o fusión de las Farc y el Eln con la dictadura venezolana.
Hay una alta probabilidad de que una ofensiva de esta gente se esté fraguando, con lo que la paz de Santos se convierte en la No Paz. La pregunta es ¿qué hacer?
Hay que golpear militarmente estas estructuras, a las Farc y al Eln, específicamente, calificándolas como sea necesario para poder hacer uso pleno del poder militar del Estado, con un plan articulado a largo plazo, con dinero, combatientes, tecnología de punta y aliados. Creo que Duque está trabajando en esto. Hay que aislar más a Maduro y tratar de que caiga más pronto que tarde, o, al menos, cercarlo diplomáticamente para que expulse a los 1.600 hombres del Eln y las Farc, que calculan fuentes de inteligencia. Adicionalmente, hay que cumplir cabalmente con los compromisos y garantías pactados con aquellos que cumplen los acuerdos. Duque, anda en ello.
La estrategia de erradicación debe arreciarse, respetando acuerdos alcanzados que funcionen, con campesinos, pero persiguiendo con el peso de la ley a los grandes sembradores y a aquellos que no quieran llegar a acuerdos con el Estado.
La JEP debe revisarse a la luz de los nuevos acontecimientos, igual que mantener los acuerdos en el rango constitucional. Y hay que hacer un censo de cuántos militantes de las Farc se mantienen en el proceso, para saber la cifra real de estos frente al total de los desmovilizados inicialmente, con el objetivo de saber, de verdad, cuántos regresaron a las armas
Hay que invocar el Tiar, Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, para denunciar la actitud intervencionista venezolana, que apoya con armas y dinero y se convierte en la retaguardia estratégica del Eln y las Farc, e invocar la necesidad de defender la democracia colombiana de ese ataque continuo. La alianza Con USA y Brasil es determinante.
La denuncia de lo que está pasando en el país, es crucial. Una ofensiva diplomática y de información, en el Grupo de Lima, la OEA y la Unión Europea. Creo que hay que tener un grupo especializado en este tipo de información, para que la haga circular sistemáticamente en los medios y en las redes. Y no sólo del estado, sino de las organizaciones de la sociedad civil que están por la defensa del estado de derecho. Debería citarse una conferencia nacional al respecto.
El país necesita está vez, ojalá no fracase, un acuerdo sobre lo fundamental que una a todos los colombianos por la defensa de su estado de derecho. Es necesario que los ciudadanos identifiquen quienes apoyan abierta o soterradamente a esos grupos. Los colombianos deben cerrarles todo apoyo desde la sociedad y deben tener en cuenta quienes los respaldan para que los votos de opinión les pasasen factura a esos falsos demócratas.
El país ha ganado en experiencia, ha sido paciente y valeroso y siempre ha sabido impedir que sus enemigos lo destruyan. Estamos ante el último desafío y saldremos de éste con paz estable y duradera, justicia verdadera para las víctimas. Cerraremos, con seguridad este ciclo. El pasado es irrepetible en Colombia.