El Analfabetismo del siglo XXI no está relacionado con saber leer, escribir y manejar las TIC
La Gobernación de Antioquia dio a conocer los resultados del proyecto detonante Antioquia Libre de Analfabetismo, en donde 121.533 personas recibieron instrucción en lectura, escritura, cálculo básico y uso de las TIC. Este resultado es muy importante y baja al 3,67% la población que no sabe leer ni escribir en Antioquia.
Sin embargo, el escritor y futurista norteamericano Alvin Toffler consideraba que “los analfabetos del siglo XXI no serían aquellos que no supieran leer y escribir, sino aquellos que no supieran aprender, desaprender y reaprender”. Con la irrupción de la Educación 4.0, marco indispensable para asumir los desafíos de la Cuarta Revolución Industrial (4RI), la profecía de Alvin Toffler se está haciendo realidad.
Si adoptamos la idea de Toffler sobre lo que es el concepto de analfabetismo en el siglo XXI, los desafíos con los que se enfrenta la educación actual y las políticas públicas para erradicarlo, se ubicarían en un escenario en donde todo está por hacer y en donde no sólo la población adulta y jóvenes en extra edad, deberían ser los únicos receptores de programas educativos para aminorar el analfabetismo, sino en general todos los ciudadanos sin distingo de condición socioeconómica, edad y educación.
Penprase, en su escrito denominado The Fourth Industrial Revolution and Higher Education (En: Higher Education in the Era of the Fourth Industrial Revolution, editado por Nancy W. Gleason, 2016), considera que la Educación en el contexto de la 4RI debe estar dirigida a valorar la adaptabilidad, el aprendizaje y el pensamiento autodirigidos como aspectos centrales de la formación de los individuos; lo anterior en razón a que las habilidades intelectuales que se requiere para que los ciudadanos se adapten a los cambios tecnológicos son cada vez más cambiantes. Estamos acostumbrados a procesos de formación (educación básica y media, pregrados) medidos en años, sin cambios sustanciales en los currículos, contenidos y prácticas; los propósitos y objetivos de formación, junto con los perfiles de egreso y profesional, son definidos por las Instituciones educativas para mantenerlos por un lapso amplio (incluso décadas), mientras los cambios tecnológicos y su impacto en la sociedad ocurren en tiempos más cortos (cuestión de pocos años).
Lo anterior sugiere que el nuevo concepto de analfabetismo se debería extender no solo a las personas jóvenes en extraedad y ciudadanos iletrados, sino que se debería ampliar a todas las personas con escolaridad, que no han logrado desarrollar habilidades intelectuales que les permitan asumir los cambios que ocurren en su entorno, que no logran reconfigurar sus proyectos de vida, que no se pueden adaptar a las nuevas demandas (cognitivas, afectivas, socioemocionales), que no poseen mentalidad crítica, reflexiva y posturas éticas que les permita apreciar las implicaciones de las acciones humanas a escala global.
Centrar la alfabetización de los ciudadanos en temas de lectura comprensiva, escritura y uso de las TIC, sólo tiene como finalidad su incorporación a la sociedad de consumo, quedando expuestos a la manipulación ideológica que prima en las redes sociales. Haciendo un reconocimiento al esfuerzo y liderazgo de la Gobernación de Antioquia en impulsar el programa Antioquia Libre de Analfabetismo, es importante decir que las próximas administraciones departamentales y municipales deberán replantear los referentes y conceptos que permitan orientar iniciativas de política pública que sintonicen recursos públicos con las nuevas necesidades de formación de los ciudadanos para que su inclusión en un mundo globalizado, cambiante y dinámico, les permita un alto nivel de resiliencia para aprender, desaprender y reaprender en los términos que lo propone Alvin Toffler.
Resulta inaudito que, dados los avances en educación realizados en las últimas décadas por los gobiernos nacionales, como el plan sectorial conocido como Acción Educativo Cultural 1986-1990 y el Plan Nacional de Alfabetización y Educación de Jóvenes y Adultos que hizo parte del Plan Sectorial de la Revolución Educativa (2002-2010), todavía tengamos jóvenes en extraedad y adultos que no sepan leer, escribir o no tengan conocimientos de las TIC. No obstante, resulta más preocupante que los organismos gubernamentales no enfoquen los recursos públicos hacia los nuevos desafíos que demanda el cambio tecnológico y su impacto en la Cultura.