El partido de la ley y el orden se sume en un silencio cómplice con la evidente obstrucción a la justicia del presidente. Triste final que va a terminar por absolver al Gran Líder.
El juicio político a Donald Trump ya es una realidad con una votación en la Cámara de Representes que no debe sorprender: salvo dos demócratas y un independiente que en su momento fue republicano, las bancadas votaron con sus partidos, unos a favor y todos los republicanos en contra. Estos últimos desde un comienzo denunciaron a los demócratas de llevar el proceso a escondidas (que nunca fue cierto) y de manipular a los testigos. Ahora el juicio será publico, lo que deja sin argumentos a los aliados de Trump.
Siguen unas discusiones abiertas donde lo sustantivo en contra del presidente podrá escudriñarse y los ciudadanos juzgarán si ello justifica la destitución. La historia de cómo los “consiglieres” del entorno que rodea a Trump maquinaron una política exterior a la sombra con fines electorales, pidiéndole al gobierno de Ucrania investigar a Joe Biden el ex vice quien en su momento lideraba el favoritismo en las encuestas a cambio de una ayuda militar.
La jugada de los demócratas les puede salir muy cara pues no hay un respaldo amplio de la ciudadanía hacia el juicio. Puede que algunas encuestas concluyan que ciertos sectores del partido demócrata se inclinen por el “impeachment”, pero para los moderados e independientes son otras las prioridades del Congreso en su función de legislar y sacar adelante iniciativas que favorezcan a las mayorías. No existe la menor duda que Donald Trump es la representación de un gobierno corrupto, que apela a cualquier método para mentir y mentir.
Igual a lo que ocurre en otros países, la gente ha perdido la confianza en las instituciones y el hartazgo con la clase política ha llegado a niveles preocupantes. Watergate en su momento hizo posible la renuncia de Richard Nixon porque el público en ese entonces todavía confiaba en el gobierno y el proceso de enjuiciamiento gozaba de cierta legitimidad. Hoy día los votantes le dan a la lucha interpartidista poca credibilidad.
Los norteamericanos le dan una importancia exigua al “impeachment” porque lo toman como el tipo de corrupción que los políticos de todos los pelambres han venido sosteniendo durante mucho tiempo. Tampoco les importa porque son las mismas guerras partidistas de siempre con otro nombre. Es muy difícil juzgar a Trump cuando se es minoría en el Senado. El partido de Reagan perdió su esencia y vergüenza pues saben que el inquilino de la Casa Blanca es culpable de eso y muchas otras cosas. Lo único que les interesa es preservar sus escaños no importa lo que haga o deje de hacer el ejecutivo.
En el pasado, la ideología republicana representaba el respeto a los valores familiares, pero pasaron de agache cuando salieron a flote los escándalos de Trump no con una, sino varias prostitutas. Se creía que la defensa por la primacía militar norteamericana evitaría la salida abrupta de las tropas de Siria dejando un vacío que ya deja cientos de muertos y el control en manos de los rusos e iraníes. La disciplina fiscal que fue el caballito de batalla en contra de Barack Obama, ahora no importa, con el casi billón de dólares de déficit en el año que termina. El partido de la ley y el orden se sume en un silencio cómplice con la evidente obstrucción a la justicia del presidente. Triste final que va a terminar por absolver al Gran Líder.