El hombre de la sonrisa plena

Autor: Álvaro González Uribe
17 agosto de 2019 - 12:04 AM

Domingo 18 de agosto de 2019, año 30 de su asesinato. Y cuando me despierte, Galán todavía estará allí. Siempre.

Medellín

Álvaro González Uribe

Domingo 18 de agosto de 2019, año 30 de su asesinato. Y cuando me despierte, Galán todavía estará allí. Siempre.

¡Cuántos recuerdos!

Otro domingo, éste de 1983. Hoyorrico, pequeño corregimiento del municipio de Santa Rosa de Osos en Antioquia. Empieza a amanecer. Semioscuridad. La neblina se levanta lentamente del suelo en una aislada cancha de basquetbol. Cinco jóvenes habíamos salido de Medellín a las cuatro de la mañana hacia el altiplano norte del departamento con el objetivo de buscar adeptos del aún poco conocido Luis Carlos Galán. Pablo Escobar seguía usando el afiche de Galán para promocionar su candidatura a la Cámara, pese a que aquel lo había rechazado públicamente semanas antes.

Lea también: ¿Dónde estaban?

Escobar tenía como candidato al Concejo de Yarumal -región norte de Antioquia- a un señor Mercado, hijo de la famosa Nena, propietaria de un concurrido restaurante típico al borde de la troncal. Cuando llegamos a la altura de Santa Rosa volteamos hacia Hoyorrico y lo primero que nos encontramos fue esa cancha de basquetbol en cuyos tableros estaban adheridos afiches de Galán con los nombres de Escobar y Mercado. Uno de nosotros se trepó encima de otro y desprendimos los afiches. La escena era surrealista: neblina, soledad, frío, rabia de juventud.

A Galán lo conocí en 1978. Al final de la tarde con dos compañeros lo esperamos sentados en un muro del parqueadero de la capilla de la Universidad Pontificia Bolivariana en Medellín. El exministro de educación de Misael Pastrana daría una conferencia sobre el intervencionismo de Estado en la educación superior. Yo cursaba cuarto año de Derecho. El conferencista era más alto de lo que yo imaginaba y tenía el cabello revuelto. Cuando Luis Carlos Galán se bajó de la camioneta nos saludó amablemente y juntos subimos conversando al auditorio del aquel entonces bloque de bachillerato del campus de Laureles.

Aún no era el político rutilante pero muchos leíamos con atención sus columnas en el semanario Nueva Frontera del expresidente Carlos Lleras Restrepo. Ya me entusiasmaban sus ideas. Escribía sobre varios temas, pero se destacaban el educativo y el minero. Galán fue un crítico valiente y documentado del contrato de las minas del Cerrejón sobre el cual publicó un libro. Se oponía a que el país entregara tanto por tan poco.

La sonrisa de Galán

Luego, en 1982, lo empecé a ver regularmente cuando iniciamos el Nuevo Liberalismo de Antioquia. Nuestra primera sede quedaba en la avenida La Playa, cerca al teatro Pablo Tobón y al frente de la Facultad de Derecho de la U. P. B.

En Medellín hay varios sitios que me recuerdan especialmente a Galán: Las sedes de La Playa, de la calle Perú y de la calle Argentina. En la de la calle Perú nos pusieron la primera bomba que dañó algunas oficinas del primer piso. La de la calle Argentina, también en el Centro, no alcanzó a ser visitada por Galán. Fue destruida por otra poderosa bomba a las dos semanas de su asesinato luego de que varios compañeros salimos de allí cerca de la media noche.

Hay un lugar, el lugar: El parque de Berrío al lado izquierdo de la iglesia La Candelaria mirando hacia el parque. Allí estaba ubicada la tarima donde aquella noche de 1983 Galán desautorizó con vehemencia la participación de Pablo Escobar en nuestro movimiento y rechazó cualquier apoyo del capo. Pese a ello Escobar insistió y siguió por su cuenta en algunos municipios presentándose como galanista. Pero jamás perteneció al movimiento y nunca asistió a reunión alguna. No fue expulsado porque nunca entró pese a que algunos lo afirman por ignorancia o insidia.

Lo invitamos a leer: Ni un paso atrás: 29 años

También recuerdo varias reuniones con Galán en el Hotel Nutibara, en el Club Unión, en el Jardín Botánico y en el Hotel Intercontinental, entre muchos sitios. Numerosas anécdotas, lugares, reuniones, manifestaciones, recorridos y marchas. Meses antes de su muerte tuvimos un acto en el Jardín Botánico y guardo testimonio gráfico de nuestras miradas tristes, quizás ya entregadas al destino fatal. Pero seguíamos convencidos de la necesidad de nuestra lucha.

La última vez que conversé con él fue un viernes dos semanas antes de que lo asesinaran. Sucedió en el Club Campestre en un almuerzo con un senador antioqueño y su grupo político. Dos horas más tarde lo intentaron matar camino a la Universidad de Medellín en donde daría una charla. Desde un lote sicarios del cartel de Medellín lo querían destrozar con un “rocket” pero fueron descubiertos. Fue la última visita a Medellín de ese hombre aguerrido:

“El Guerrero / Levantó su mano / Señalando hacia el infinito / El guerrero / Dice que estas lágrimas / son la risa / del mañana que me espera. / El guerrero / Cabalgando entre las nubes / me ha enseñado / que estos prismas terrenales / no son nada, / comparado con mi pueblo / que desde sus entrañas / se libera.

El guerrero / Sin miedo fue buscando / hermandad, buscando fortaleza / con el alma, con el alma limpia. / Con la sonrisa / con la sonrisa plena. / El guerrero / dice que estas lágrimas / son la risa del mañana que me espera / Y no es nada / comparado con un pueblo / que desde sus entrañas / se libera. /…/.

Y que esta lágrima / Es la sonrisa que me espera. / Al desenvainar su espada el guerrero / Ha iluminado el futuro / Y ha dicho que crea en mi tierra / que avance tranquilo y seguro. / Sobre las nubes lo vi cabalgando / Con el alma limpia. El guerrero / Y la sonrisa, y la sonrisa plena. / Iluminando el futuro. / Que me espera en las estrellas / Que profundamente quiera a mi tierra”. (Yuri Buenaventura, “El guerrero”, en homenaje a Luis Carlos Galán).

¡Cuánta belleza, cuánta verdad, cuánta esperanza, cuánta mentira, cuánta tristeza, cuánta frustración, cuánta Colombia!:

Vea y escuche El guerrero

 

 

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