Los funcionarios internacionales de la Onu, cuya función es describir la verdad de lo que ocurre en el país, usan los auditorios públicos y privados para, en coro con los distorsionadores colombianos de la verdad
El colonialismo de los malos es detestable. Si no, recuérdese la actitud del imperio británico en la India Y África, o de los gobiernos franceses o portugueses en Asia y África; o el de los japoneses en China; o el neocolonialismo de USA en varias repúblicas centroamericanas.
Pero el de los “buenos” es detestable. Estuvieron de acuerdo con la condena a Radovan Karadzic, el asesino de Bosnia, por genocidio (ordenó el asesinato de al menos 18.000 bosnios) y otros crímenes de lesa humanidad y de guerra, promulgado por el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia, TPI Y, pero les parecen legítimos, invocando una causa imposible de justificar, los crímenes atroces de los jefes de las Farc, mandos medios y hasta guerrilleros de base -miles de asesinatos y de secuestros, destrucción de centenares de pueblos y de infraestructura y medio ambiente, reclutamiento forzado de menores y abuso de los mismos, uso de armas no convencionales y utilización masiva del narcotráfico y de la minería ilegal, entre otros- y les crean un tribunal hecho a su medida para que burlen a las víctimas, al país y a la comunidad internacional y su justicia.
Y cuando un sector del congreso encabezado por el Centro Democrático busca poner un límite a tanta impunidad para obligarlos a que, al menos cumplan lo pactado sin hacerle esguinces a las triquiñuelas jurídicas que pusieron en la JEP para seguir delinquiendo después de firmado el acuerdo, que es lo mínimo que una sociedad abochornada y hastiada puede aspirar, no dudan en acusarlo de violar el acuerdo. Como si su funcionamiento hasta ahora no hubiese dejado al descubierto las brechas que tiene, y como si el Congreso y el presidente tuviesen que, a nombre de la ley como la entienden los “buenos” dejar inerme a la sociedad que los eligió y a la que representan, y mantener este acuerdo tramposo igual o peor para futuras negociaciones con el Eln y otras facciones, cuyo funcionamiento, si algo nos ha enseñado, es que la paz sin un mínimo efectivo de justicia es garantía de enfrentamiento perpetuo con quienes viven del crimen.
Los “buenos” petromaduristas y farianos han llegado hasta a ahogar a punta de intimidaciones y gritos destemplados, la voz de la representante de la oposición que en la “replica” al mensaje presidencial de Duque dijo que Uribe había bajado los índices de violencia en sus dos gobiernos, más allá de los actos ilegales que, según ella, había cometido. Porque para esa gente la verdad no cuenta, ni siquiera una versión minimizada de la misma. De lo que se trata es de oficializar el relato del lobo feroz como caperucita, del asesino como víctima.
Y el colmo es que los “buenos” no son solo los que están haciendo campaña política contra la democracia en el país con la finalidad de abrirle la puerta entera al proyecto Petromadurista y fariano. No, los funcionarios internacionales de la ONU, cuya función es describir la verdad de lo que ocurre en el país, usan los auditorios públicos y privados para, en coro con los distorsionadores colombianos de la verdad, mentir sobre el papel del gobierno de Duque en el asesinato de líderes sociales, muchos de los cuales han sido masacrados por los grupos armados ilegales narcotraficantes y mineros por oponerse a la sustitución y buscar una minería legal y sustentable. O para exigir que se sancione la ley de JEP sin modificaciones, interviniendo de manera grosera en los asuntos internos del país y tomando partido por los criminales y en contra de un gobierno que está intentando hacer las cosas bien y en estricto cumplimiento de la ley.
Y como hace el señor James Stewart, vicefiscal de la CPI, que se supone que es un bueno entre los buenos, quien ha venido en menos de dos meses al país, a amenazar al gobierno y al Congreso si el presidente no firma la Ley de la JEP tal como está; es decir, apoyando a los criminales y amenazando a los funcionarios colombianos que quieren, dentro del marco de semejante ley tan atroz, ponerles un límite a los criminales. Este señor debería ser denunciado ante los organismos de control de la CPI e impedirle que vuelva al país a desestabilizar nuestra democracia.
Mary Kaldor, dijo una vez (Las nuevas guerras. violencColonialismo, los buenos, funcionarios internacionales, vicefiscal de la CPI, amenazar al Congreso, amenazar al gobierno, paz sin justiciaia organizada en la era global, 2001), que en los conflictos internos hay tres clases de actores: los nacionales que se nutren del conflicto, los señores de la guerra; los funcionarios públicos internacionales o de ONG internacionales, que también viven del conflicto, y cuando vienen a estos países, viatican en dólares y se quedan en hoteles de cinco estrellas, pontificando sobre lo que hay que hacer, cuando de hecho, les interesa que no terminen; Y los que combaten y ponen los muertos, pierden a sus hijos y destruyen sus vidas. Reciben concejos, palmaditas en el hombro y una patada en el cu…por parte de estos “altos funcionarios”, epítomes del colonialismo global y sumos sacerdotes de la perversión de lo bueno.