El País de Nunca Jamás

Autor: Gloria Inés Upegui Valencia
10 agosto de 2019 - 12:03 AM

De manera absurda, los concesionarios del proyecto ya pueden cobrar el peaje de una vía que no han construido, de unos puentes que apenas están armando, de unos túneles que causan terror, de una carretera preexistente que destruyeron

Medellín

Gloria Ines Upegui Valencia

Entre los años 80 y 90 del siglo pasado, viajé a menudo por carretera, entre Medellín y el eje cafetero, en ambos sentidos. El recorrido de cuatro a cinco horas en automóvil lo consideraba tortuoso por el alto flujo de tractomulas del trayecto Caldas (Antioquia) a La Pintada, por un recurrente derrumbe en Chirapotó (Marmato) y por algunos baches de la carpeta entre La Pintada y las ventas de piononos (en la partida hacia Manizales). Pero confieso que hoy miro casi con nostalgia estos males menores; hasta recuerdo como paisaje casi idílico el sector de El 40 en jurisdicción de Neira, que se caracterizaba por graciosas hondonadas con su tersa carpeta asfáltica, donde bajábamos los vidrios del carro, para refrescarnos con el aroma cítrico del denso túnel de árboles a lado y lado.

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Después de cinco años de no hacerlo, volví en el pasado diciembre, y sufrí impotente durante casi siete horas el recorrido Medellín-Pereira. El viaje se volvió tortuoso gracias a las obras de la Concesión Pacífico 3. A partir de un primer pare y siga (PYS) de más de 45 minutos, precisamente en Chirapotó, abrebocas del interminable rosario de PYS que nos esperaba. Dos cosas me sorprendieron de esta especie de experiencia extrema. Lo primero, que cada unidad funcional (eufemismo por “obra en ejecución caótica”) se subdivide en trechos con diversidad de etapas y niveles de desarrollo: carpeta destruida, pedazos de puentes, carril enlodado, baches, superficie arenosa o con gravilla, remedo de pavimento, roca viva, residuos de derrumbes, señalización equívoca, arrumes de arena, etc. Lo segundo, es que se siente la sensación de que se anduviera por un sitio fantasmal debido a la escasez de trabajadores (¿estarían en vacaciones por ser 14 de diciembre?). Aparte de un operario que gira el cartel en cada PYS, en el resto del recorrido solo se observaban un hombre o dos cada ciento de metros, pero nunca una cuadrilla trabajando en equipo. Luego de once PYS cada una con 2, 3… 5 o más trechos, perdí la cuenta. Y 6:30 horas después, en mi destino, sentí que había recorrido el país de “nunca jamás”.

Y volví… tercamente el 19 de julio viajé de nuevo al eje cafetero; aunque preparada para lo peor, la realidad me superó: encontré mayores desafíos y demoré 8:45 horas. El menú: semejante al del viaje anterior pero había más. Un tenebroso túnel oscuro lleno de derrumbes internos, afuera la montaña de arena y cascajo se desmoronaba, mientras una retro en la parte superior movía lerda su pala. No sé dónde queda porque todo el paisaje está alterado, no hay una sola valla que ilustre dónde se encuentra usted. En todo el trayecto comprendido por los 18 a 21 PYS domina la devastación, sin un árbol o una brizna de hierba, solo tierra agrietada y la misma soledad que en el viaje anterior, los frentes de trabajo con uno, dos o ningún operario. Cumplido el último PYS donde estuvimos parados durante 1:45 horas, salimos en pos de nuestro destino igual que los demás vehículos. A 100 metros se nos explotó una llanta a la que se le incrustó un trozo de metal. Solo en ese momento me di cuenta de que en el recorrido por las obras de Pacífico 3, donde te sumerges durante 4 o 5 horas, no se dispone de protocolos de atención al usuario, servicios de primeros auxilios para personas o vehículos, sanitarios públicos, teléfonos de emergencia y que la policía de carreteras es inexistente. Lo que sí funciona con eficiencia son los peajes. De manera absura, los concesionarios del proyecto ya pueden cobrar el peaje de una vía que no han construido, de unos puentes que apenas están armando, de unos túneles que causan terror, deuna carretera preexistente que destruyeron, obra que será entregada en 2023 según la ANI.

Ya de regreso, me sorprendió de nuevo la soledad de los frentes de trabajo, un operario a 100 metros, otro a grito y medio y el que acciona el cartel del PYS y pare de contar. Tampoco se instalaron vallas que informen sobre ejecutores, tiempos de entrega, resoluciones de autoridades que dieron las licencias, costo de la inversión, no tienen oficinas o garitas de información. Es una obra muda y con apariencia de abandonada. De vuelta a Medellín, me armé de valor, me acomodé una tena para no tener que parar (porque no hay dónde) llevé mi propio fiambre y termo con agua, y la resolución de no volver hasta dentro de diez años cuando creo que se hayan terminado la mitad de los PYS. Logré mi propio récord de 6:30 horas, pero añoro el aroma de la floresta cítrica y que en los 90 el mismo viaje se hacía en 4:30 horas.

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Pacífico 3 no tiene nada qué envidar a Ruta del Sol o a la vía al Llano. Desde sus oficinas de Bogotá y Medellín, los economistas dirán que es el costo del desarrollo, se prefirieron las carreteras a las vías férreas que antes recorrían todo el país, con menos impactos negativos, mayor versatilidad, inmensa capacidad de carga y amigables con nuestra geografía. Por algo será.

 

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