El Hay Festival de Cartagena 2020

Autor: David Roll Vélez
13 febrero de 2020 - 12:04 AM

¿Convocatoria solo para élites o espectáculo abierto?, ¿Evento literario o político?

Bogotá

Cada año en Cartagena, desde 2005, se celebra a final de enero el Hay Festival, dedicado a las letras y abierto al público en general. Lo primero que hay que afirmar es que es una maravilla, cada año mejor y que ojalá se mantenga en el tiempo. Pero algunos dicen que es elitista, pues “Jet Set” hace delicias tomando fotos allá, aunque entrevistando asiduos algunos creen que es cada vez más inclusivo. Así me lo comentaron el exministro Camilo Sánchez y otros que suelen aparecer en las fotos de ese tipo de revistas, quienes agregaron que es increíble como un auditorio en Cartagena (el Centro de Convenciones) pueda reunir a las ocho de la noche de un sábado a más de mil quinientas personas no para parrandear sino para oír hablar a un Premio Nobel de Economía, en este caso Joseph Stiglitz.

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Por cierto este personaje fue entrevistado por el habilísimo periodista político Moisés Naím, quien le preguntó directamente si no se arrepentía de haber apoyado a Chávez en sus primeros años de gobierno, de lo cual dijo que se había ufanado mucho tiempo el fallecido presidente. El entrevistado dijo que alabó las intenciones y no las acciones, lo que si bien no nos sonó a muchos la respuesta de un economista, reconocimos que el resto de la charla estuvo excelente, aunque nada edificante. Y es que en general, aunque el ambiente festivo no se afecta, en el Hay de Cartagena los expositores son pesimistas cuando hablan de temas políticos, especialmente este año, dedicado en gran parte a la crisis ambiental mundial. A propósito Wallace, el experto mundial en este tema, no llegó y lo reemplazaron muy improvisadamente tres famosísimas inglesas, que se lamentaron todo el tiempo de que en pocas horas no serían europeas por el Brexit (así lo dijeron), con lo que nos sentimos un poco decepcionados por la charla.

Una excepción a lo anterior fue la entrevista por el mismo presentador de NTN a Juan Manuel Santos en nuestra versión colombiana del Teatro de Manaos, el suntuoso y comodísimo Teatro Heredia (lo siguen llamando así los cartageneros aunque le cambiaron el nombre para ser políticamente correctos). Llegó con una sonrisa tranquila, ropa sencilla y zapatos nuevos, y contestó a preguntas que muchos hubiéramos querido hacerle y que no están en su libro, la verdad dejándonos más animados que tristes. Eso sí, insistió en que las protestas en Latinoamérica no son planes urdidos desde afuera sino más bien combustión espontánea, y no siempre justa, agregó. Y dijo que lo peor que puede pasarle a Colombia es que se invada a Venezuela, por lo cual es necesario hacerle un “puente de oro” a Maduro para que entregue el poder sin derramamiento de sangre ni hecatombes económicas para la región.

La otra gran excepción fue la conferencia en la que Juan Esteban Constaín, autor de la biografía de Álvaro Gómez, nos demostró que los de ideas liberales habíamos tejido una leyenda negra injusta contra el hijo de Laureano, y también como líderes de otros partidos hablaban erradamente de forma negativa de personajes como Virgilio Barco, a quien señaló como el gran estadista que realmente hizo posible la Asamblea Constituyente de 1991.

¿Entonces es el Hay Festival de Cartagena elitista o no? Es difícil saberlo. Por un lado no es gratis, pero tampoco caro, y evidentemente se financia más con el aporte de las grandes empresas colaboradoras y no con las entradas de 35.000 y 55.000 pesos, aunque el año pasado todas eran a 30.000 y no se entiende tanto incremento de un año para otro. Si bien no son más baratas que la asistencia a la mayoría de los conciertos del país, todas ellas sumadas de alguna forma limitan el acceso a una buena parte de la clase media, incluso sabiendo que se consiguen vuelos con tiempo por menos de 300 mil pesos y hoteles de menos de 100.000. Pero también es cierto que algunos de mis alumnos de la Universidad Nacional a quienes les sugiero asistir pidiendo entradas gratuitas lo han logrado varias veces y se transportaron, hospedaron y comieron por módicas sumas.

Por otra parte, el Hay Festival incluye dos días laborales y los asalariados no siempre podemos obtener el permiso para estar los cuatro días completos, a diferencia de los muchos dueños de grandes empresas o prestigiosos profesionales autónomos que van con frecuencia. Debo decir que de todos modos comparativamente me parece más barato que lo que suele gastarse en entradas a shows en el Festival Vallenato, la Feria de Cali y hasta el Carnaval de Barranquilla, aunque no son realmente eventos comparables por su diferente naturaleza. Por último, hay que señalar que este año se crearon las entradas VIP a un millón y medio de pesos con libre acceso a las primeras filas, y los demás a veces nos sentíamos un poco tratados como ciudadanos de segunda, por impedirnos, por ejemplo, hasta última hora el acceso a las primeras sillas.

Y la otra pregunta, justamente a propósito de las mencionadas entrevistas de contenido político que hubo, pues además fue Dilma Rousseff a hablar de la crisis de la izquierda, es si ¿se trata de un evento de escritores o cada vez parece más un foro político? A mí personalmente me parece muy acertada la combinación de temas e invitados, y toda la organización del evento en general, así como la distribución entre expositores por género. Y es que el año pasado fueron invitados (as) dos personas transgénero, y este año vinieron muchas mujeres. Entre ellas actrices galardonadas como Maribel Verdú, la famosa escritora canadiense Margaret Atwood, Andrea Wulf, la autora de la mejor biografía de Humboldt jamás escrita, y la historiadora Bettany Hughes que escribió el más completo libro sobre Estambul que se ha hecho. Sin embargo, algunos asistentes que entrevisté, como Rodrigo Pombo, comentarista de radio, lo consideran desequilibrado ideológicamente porque dicen que no se invita a intelectuales de derecha porque no se acomoda a la línea editorial del evento.

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Tenga razón o no, lo cierto es que vale la pena ir al Hay Festival de Cartagena, y criticarlo es también parte del disfrute, pues siempre habrá algo que decir con tantísimas conferencias. A mí siempre me sirve para las investigaciones académicas que estoy haciendo en el momento por esa gran cantidad de temas y uno puede abordar personajes en el Hotel Santa Clara para preguntarles algún dato de un libro o artículo que esté uno escribiendo, cosa que sería imposible de otra manera si uno no es uno de ellos. A veces las críticas son ácidas por parte de los asistentes, pero en general se ve a todo el mundo muy contento. A algunos, por ejemplo, les molestó que unos escritores de mediana edad contaran en público sus infidelidades sexuales de juventud y sus disfunciones más recientes y a otros que una importante escritora (la de Humboldt) nos regañara en dos charlas por comer carne y estar destruyendo el planeta con eso. Pero a la mayoría nos encantó casi todo, como por ejemplo ver conversando a Margarita Vidal, Juan Gossaín y Daniel Samper Pizano al estilo de los viejos tiempos. Los chistes estaban muy repetidos, pero ni ellos ni los que los escuchamos desde hace cuarenta años casi nos acordábamos y nos reímos igual. El Hay es una fiesta que debe seguir, ampliarse a otras ciudades como ya se está haciendo, no dejar que se vaya volviendo impagable poco a poco, y sobre todo celebrarlo como lo que es: un oasis de racionalidad en ese universo de verdades espurias diseminadas sin control en estas épocas de opinadores a granel.

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