Tenemos que sentirnos felices de que aún nos podamos manifestar libremente en las urnas y que los candidatos puedan expresar a los cuatro vientos sus ideas
Decía Platón que la mejor forma de gobierno es la que funciona, y si lo dice Platón, pues algún sentido tiene esta aseveración.
Estamos en medio de un nuevo ejercicio electoral dentro de nuestra débil e imperfecta democracia, pero tenemos que sentirnos felices de que aún nos podamos manifestar libremente en las urnas y que los candidatos puedan expresar a los cuatro vientos sus ideas, sus posturas y sus propuestas, independientemente que sean o no de nuestro agrado.
De un número casi ridículo de pre candidatos iniciales, llegamos a un número razonable para la primera vuelta. Ninguno sobresale por su brillantez ni por lo atinado o novedoso de sus propuestas. Casi todos trabajan los lugares comunes y hablan alrededor de temas que finalmente son los derechos fundamentales, sobre los cuales no se requieren discursos, sino estrategias serias y viables, ya que son obligaciones constitucionales. Los injuntables para la primera vuelta, se juntarán para la segunda y definitiva vuelta.
Un Estado Facilitador como el nuestro funciona a través de la definición e implementación de Políticas Públicas que cubren todos los órdenes del funcionamiento y la responsabilidad del Estado a través de los distintos gobiernos.
Venimos de una doble experiencia de reelección, que la historia sabrá evaluar y juzgar en su momento. Por lo tanto, los hoy candidatos tendrán que desplegar su habilidad ejecutiva en caso de ser elegidos, para aprovechar los 4 años que tienen para sacar adelante su Programa de Gobierno, mal llamado posteriormente como Plan de Desarrollo.
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La tradición nos muestra que el primer año de gobierno se va en entender que se recibió y en hacer los nombramientos en los distintos niveles de la administración central, lo cual ocasiona cierta parálisis en el país. De igual manera en ajustar las coaliciones alrededor del Gobierno en las instancias de Cámara y Senado, buscando alcanzar la tan anhelada y esquiva gobernabilidad, ojalá esta vez, sin necesidad de emplear ungüentos extraños, o dicho de manera directa, sin emplear la compra de fidelidades temporales, lo cual es a todas luces un síntoma de corruptela. El segundo año, se va en presentar su llamado “Plan de Desarrollo” y en tratar de que las unidades departamentales y municipales se acomoden a él, pues no hay sincronía entre los períodos presidenciales y entre los de los gobernadores y los alcaldes, lo cual debería ser un tema por analizar.
El tercer año y parte del cuarto son los de la plena ejecución, entorpecida por las elecciones regionales y presidenciales con la medida de “Ley de Garantías”, que tiene un buen sentido, pero que traumatiza la administración y cuyos resultados deberían ser evaluados concienzudamente para determinar si se impulsa o se acaba con esta Ley.
El Manejo de las Relaciones Internacionales en un mundo globalizado adquiere tanta o más importancia que el manejo de las Relaciones Internas.
El ejercicio pleno de la Soberanía Nacional, el manejo de los acuerdos de paz firmados y la continuidad de los procesos de negociación en marcha, marcan un direccionamiento claro de la agenda inicial del nuevo Presidente.
La superación de todos los indicadores negativos, la consolidación de los indicadores positivos, la extirpación del flagelo de la corrupción, el manejo de las implicaciones que tendría el acceso a la Ocde y las reformas estructurales por venir, complementan su ya apretada agenda.
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Es por esto importante hacer un llamado para que nos acerquemos a las urnas, y ojalá a plena conciencia, votemos por aquel candidato que ofrezca más garantías para el desarrollo y la convivencia en este país.
Hay que estudiar los Programas de Gobierno ofrecidos, la Hoja de Vida de los candidatos y quienes son aquellos que los apoyan, para no caer en más de lo mismo.
Si no hacemos este trabajo de manera seria, como buenos ciudadanos, pues después, no nos quejemos.
¡Todo por Colombia, nada contra Colombia!
NOTA: Cumple la mayoría de edad, es decir 18 años, el “Impuesto temporal” del 2X1000, convertido después en el 3X1000 y al día de hoy en el 4X1000. Por esta y otras múltiples razones, es muy difícil creerle al Estado colombiano en cabeza de los gobiernos de turno.