Reducir la jornada de trabajo, es elevar el valor del salario/hora, porque el ingreso no se modifica.
Acaba de aprobarse en primer debate en la comisión séptima del Senado, el proyecto de ley presentado por el senador Álvaro Uribe Vélez, sobre la reducción de la jornada laboral en Colombia, de 48 a 45 horas semanales y sin afectación del salario. De salir a flote esta reforma al Código Laboral, su implementación sería de manera gradual durante los próximos tres años. Bien sabemos que se requieren tres debates más y sanción presidencial, para que este embrión legislativo se convierta en ley de la república y pueda –según el espíritu de quien presentó la propuesta– compensarse un poco el tiempo de demora en los desplazamientos de la residencia al trabajo y viceversa, más aumento del tiempo en familia, deporte y educación.
Un primer análisis, más económico-laboral, nos adentra en que reducir la jornada de trabajo es elevar el valor del salario/hora, porque el ingreso no se modifica. Por lo tanto, la demanda por horas totales trabajadas cae en un porcentaje apreciable y ello significa que el número total de trabajadores contratados debería subir. Y viene una pregunta inevitable: ¿Se exigirá más eficiencia para que en 45 horas semanales, se lleve a cabo lo que se hacía en 48? Porque si la respuesta es afirmativa, ya no se necesitaría enganchar más trabajadores. Y frente a sumar trabajadores a la nómina, los empleadores meditarán en que traer personal adicional es impactar los costos. Por ello, la jugada es: propiciar y aumentar la productividad a cómo de lugar, máxime que si el precio que se cobra a los consumidores finales entra en alza, existirá un perverso efecto inflacionario.
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¿Están los empresarios y los trabajadores, preparados para producir más? Algunos dirían: desde luego, la automatización, la inteligencia artificial y la robótica, salen a flote y generan el logro. Otros dirán que no, dependiendo del sector de la economía en que se muevan y que habría que trabajar ese frente con mucho ahínco. En Alemania, se laboran menos horas y su economía es muy fuerte y sus trabajadores muy productivos. Bueno, es Alemania, por favor…Muchos argumentan que laborar menos tiempo mejora la salud y aumenta la calidad de vida. Desde la teoría es indudable que así sea. Pero uno recuerda la imagen del trabajador que llega al sitio de trabajo y arranca de una vez al cafetín a hablar de lo divino y lo humano, a calentar el desayuno y a arreglar el país, y ve cómo el tiempo empieza a desperdiciarse.
Todo este embeleco de la reducción de la jornada de trabajo en Colombia, nos produce efectos ambiguos y difusos. Autores como Estevao y Sa, encontraron que los trabajadores franceses no mejoraron su felicidad luego de la rebaja en la jornada de trabajo de 39 a 35 horas semanales. Un estudio portugués, concluyó que luego de la rebaja de la jornada de 44 a 40 horas semanales, no se encontraron efectos positivos en la condición de salud de los trabajadores. Hay otra premisa importante y consiste en que el mercado laboral no es uniforme y una más: las metas y la mayor flexibilidad laboral (diferente al horario de trabajo), pueden alcanzar los milagros que se requieren. Y no puede perderse de vista la importancia de figuras como el teletrabajo y el trabajo remoto, que hasta ayudan a soliviar los problemas de movilidad.
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En fin, están todas las variables: hay países que han rebajado no la jornada de trabajo, sino la semana laboral de 7 a 5 días y hay hasta de 4 días. Hay también personajes locatos, como Rutger Bregman, que en su libro “Utopía para realistas”, propone semanas laborales de 15 horas (3 horas por 5 días o 3 días por 5 horas). Jornadas disminuidas, también ayudan con el asunto de los permisos y también del medioambiente. Hay quienes proyectan un horizonte de 20 años de servicios, bajo los parámetros de reducción de horas y al final exhiben más años de vida.
Desde dónde se le mire, hay muchas aristas en la conceptualización. No es fácil calcular lo que puede pasar, desde el empleador y desde el trabajador. ¿Tiempo libre para la familia? Será… Todo es difuso, aunque no nos adelantemos que apenas esta escaramuza pasó el primer debate.