Economía básica

Autor: Pedro Juan González Carvajal
5 agosto de 2019 - 09:05 PM

Hace unos años Colombia era considerada por la FAO como despensa de la humanidad, categoría que perdimos recientemente al evidenciarse que estamos importando un poco más del 50% de los alimentos que consumimos.

Medellín

Pedro Juan González Carvajal

Debo confesar que no la he estudiado formalmente, pero me apasiona la economía. Hay autores muy importantes que son capaces de complicarla hasta el infinito, y otros que la hacen accesible de una manera amable y pragmática.

He entendido que, sin haberse aproximado a Marx y a Comte, pues es bobada siquiera tratar de entender lo que hoy sucede, respetando obviamente a clásicos como Smith y Ricardo.

Lea también: La otra Colombia

Sin embargo, como aprendiz de brujo, debo resaltar la gran influencia que ejerció en mí don Hernán Echavarría Olózaga con su extraordinario texto El sentido común de la economía, escrito a finales de los años 50 y que es una verdadera joya por lo didáctico y profundo en su desarrollo.

Recientemente el doctor Eduardo Lora nos deleita con su Economía esencial de Colombia, texto de obligatoria lectura para quienes quieren entender que ha pasado con el manejo de la economía colombiana.

Ambos autores rescatan la necesidad de darle un verdadero revolcón al campo colombiano sobre todo en temas relacionados con el adecuado uso y destino del suelo, así como enfrentar y resolver los temas complejos de la propiedad y tenencia de la tierra y de la necesidad de motivar al uso productivo de la tierra, al proponer combatir el engorde de tierras no productivas, mediante el incremento del impuesto predial, como etapa previa a un proceso de expropiación. Al respecto reconozcamos que no hay nada mejor, para que algo se haga, que una buena motivación. Lo anterior suena muy duro, pero es la realidad.

Bajo el título de Vocación agrícola desperdiciada, desarrolla el doctor Lora en uno de sus apartes: “Las tierras de vocación agrícola ocupan una extensión de 21,5 millones de hectáreas, cerca de la quinta parte de todo el territorio nacional. La mayoría de esas tierras están en las regiones Andina, Interandina y Caribe. Más o menos la mitad sirven para cultivos intensivos permanentes o transitorios, mientras que la otra mitad son tierras con fuertes pendientes, que requieren para su uso sostenible que se combinen el componente agrícola con el forestal. El café, el cacao y los frutales son adecuados para estas tierras. Actualmente se utiliza en cultivos apenas una tercera parte de las tierras con vocación agrícola. Las mayores extensiones están ocupadas por café (0,9 millones de hectáreas), palma de aceite (0,6), plátano (0,4) y maíz tradicional (0,4). Se calcula que las plantaciones de coca (que son ilegales) ocupan 0,2 millones de hectáreas, pero la mayoría en tierras que no tienen vocación agrícola… En cambio, demasiadas tierras sin vocación ganadera se utilizan para pastos: 24.8 millones de hectáreas, de las cuales solo unos 10 millones de hectáreas son adecuadas para este uso. La productividad de estas tierras es bajísima: apenas sostienen 21,5 millones de cabezas de ganado bovino y unos tres millones de otras especies (principalmente porcinos y equinos). Recordemos que un estándar internacional habla que debe haber una o dos cabezas de ganado por habitante, lo cual quisiera decir que, de acuerdo con los resultados del último censo, partiendo de que somos 48.3 millones de habitantes, deberíamos tener entre 96 y 144 millones de cabezas de ganado para poder hablar de que somos un país ganadero, lo cual a todas luces está muy lejano.

En las tierras más fértiles, como son las del Valle del Cauca, se consiguen altos rendimientos por hectárea para los estándares internacionales, en particular en caña de azúcar. También es alto el rendimiento de otros productos de exportación como café, bananos y palma de aceite. Productos tradicionales de la agricultura colombiana como la papa o el arroz, tienen rendimientos semejantes al promedio mundial, excepto en el caso del maíz, cuyo rendimiento es muy bajo…...”.

El apoyo que recibe del Gobierno la agricultura colombiana no es despreciable, gracias al cabildeo permanente de los diferentes gremios del sector agrícola.

No sobra observar los precios internos comparados con los precios externos, donde los consumidores finales soportamos en muchos casos las ineficiencias internas o la protección de los ingresos de los grandes empresarios agrícolas, pagando unos precios mayores por productos locales, pudiéndose traer de otras latitudes a menores precios.   El proteccionismo sigue siendo una herramienta de nuestra clase política para lograr sostener una relativa gobernabilidad, sabiendo que estrategias proteccionistas o subsidios permanentes para cualquier caso, son insostenibles.

Un resultado global nos muestra que hasta hace unos años Colombia era considerada por la FAO como despensa de la humanidad, categoría que perdimos recientemente al evidenciarse que estamos importando un poco más del 50% de los alimentos que consumimos.

Estamos desperdiciando varias ventajas estratégicas: La primera, al poseer la única cordillera intertropical del planeta, tenemos acceso a todos los pisos térmicos existentes durante todo el año, lo cual nos permitiría mediante una adecuada planificación, tener cualquier variedad de productos durante todo el año. Las tierras de La Mojana son consideradas por la propia FAO como una de las cinco regiones más fértiles del planeta, entre las cuales se encuentra el Delta del Nilo, que todos sabemos lo que ha significado para la humanidad. Y digan lo que digan y decidan lo que decidan nuestros ilustres y genuflexos gobernantes, el uso del glifosato hace que el veneno llegue a las fuentes subterráneas o a las quebradas o los ríos, lo cual nos envenena al generarse el ciclo perverso de siembra, riego, consumo e intoxicación.

Vea también: Asuntos varios

Por último, hablar de productos con sello verde, usando glifosato por aspersión aérea es una falacia.

NOTA: Ante el anuncio de la Administración Municipal de intervenir las glorietas de San Diego y Palacio de Exposiciones para mejorar la movilidad de la 33, se pierde una de las pocas fuentes con que cuenta la ciudad. En este aspecto, Medellín no ha podido consolidar una verdadera cultura por las fuentes, que alegran y refrescan el paisaje y que hoy serían un complemento ideal para los exitosos “Corredores Verdes”.

 

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