El sistema político en cada de las porciones de Nogales es una diferencia brutal. Al norte la democracia en su esplendor y al sur, la presencia de partidos políticos corruptos.
En la frontera entre los Estados Unidos y México se eleva un monumento a la infamia: un muro cuya extensión es de aproximadamente 1.130 kilómetros que separa los Estados de Sonora (México) y Arizona (EE.UU.). La línea que dibuja el muro divide en dos a la ciudad de Nogales. La sección que se ubica al norte pertenece al condado de Santa Cruz, y la que se ubica hacia el sur, geopolíticamente pertenece a Sonora.
Nos cuentan Daron Acemoglu y James Robinson en su libro Por qué fracasan los países que quienes viven al norte de esta ciudad cuentan con una renta media con unos 30.000 dólares al año por hogar; los adolescentes y adultos aseguran una educación de calidad, poseen un aceptable sistema de salud y su esperanza de vida supera los 75 años con acceso a los programas de asistencia sanitaria. En cuanto a los servicios básicos, el gobierno norteamericano ofrece electricidad, teléfono, alcantarillado, sanidad pública, carreteras en excelentes condiciones y conectan con el resto del país. Algo no menos importante: cuentan con democracia, ley y orden.
En contraposición a lo que sucede al norte, la renta media de los hogares del sur es una tercera parte de la que tienen los nogalenses de Arizona. La mayor parte de habitantes adultos no cuentan con un título de secundaria y hay graves dificultades para que los jóvenes ingresen a escuelas de calidad; los índices de mortalidad infantil son altos y la esperanza de vida entre los adultos es mucho menor que la de sus vecinos. El acceso a muchos de los servicios básicos es limitado y la malla vial ofrece un notorio deterioro. En cuanto a la ley y el orden, estas brillan por su ausencia, lo que se traduce en delincuencia, corrupción e ineptitud.
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¿Cómo pueden existir dos ciudades tan diferentes pero que en realidad es una sola? La respuesta no es tan compleja: el sistema político en cada de las porciones de Nogales es una diferencia brutal. Al norte la democracia en su esplendor y al sur, la presencia de partidos políticos corruptos.
Lo grave es que el fenómeno de Nogales se repite por toda Latinoamérica pero con muros invisibles: bandas delincuenciales en todo su apogeo, una pobreza galopante, desescolarización, desempleo, el hambre, el narcotráfico y la acechante muerte. ¿Su origen? El mismo de Nogales del sur como producto de la corrupción, el saqueo sistemático a los recursos públicos, la incapacidad de generación de empleo, el incremento de los impuestos y los precios de los alimentos básicos, el bajísimo desarrollo tecnológico y la escasa capacidad de innovación.
Titánico el reto que acaba de emprender el presidente Duque para desmontar todas esas barreras que a través del tiempo han dejado pésimos mandatarios (con algunas excepciones), pésimos administradores de la cosa pública y nefastas instituciones que no han velado por el buen uso de los recursos público; amén deberá por propiciar un rápido crecimiento tecnológico, la creación de instituciones inclusivas e instituciones políticas plurales. De no ser así, las ciudades colombianas, tal como Nogales, seguirán dividías imaginariamente y destinadas, no en poco tiempo, a ser verdaderas bombas de tiempo donde solo faltará quien oprima el botón rojo.