La maniobra se realiza, luego de largos años de una campaña de cerco y derribo contra Uribe
Hoy, día de mi última columna, porque Fundamundo ha difundido la triste noticia de que suspenderá parcialmente su actividad, lo que en buen castellano significa que el país se quedará sin el periódico EL MUNDO, quisiera referirme a dos acontecimientos: uno, la probable detención y encarcelamiento del expresidente Uribe y, dos, lo que significa la desaparición de este medio para la democracia colombiana.
La sala de cinco miembros que definirá el próximo futuro judicial del expresidente, debe pronunciarse en estos días. Según Vicky Dávila, en www.semana.com, se está discutiendo si le ordenan detención intramural o domiciliaria; dos magistrados están por la orden de captura, dos en contra y un indeciso. Si no hay mayoría de cuatro, se recurrirá a conjueces.
La periodista Dávila plantea que, si logran encarcelarlo, le lloverán a Uribe todos los procesos que le han acumulado, para condenarlo por muchos años. Triunfo, dice, de las Farc y Santos. Triunfo, digo yo, de toda la izquierda y los progres de este país, que lo odian porque arrinconó a la subversión, a la que derrotó militarmente; pero también de los paramilitares, porque tuvo el valor se extraditarlos cuando continuaron narcotraficando.
Dicen filósofos e investigadores en ciencia política, como Axel Kaiser, que, desde hace muchos años, la izquierda permeó las facultades de humanidades, de educación, de comunicación y de derecho en Occidente, lo que ha llevado a una continua institucionalización del pensamiento único revolucionario y/o progre en todos estos países.
En Colombia, ese proceso comenzó, según mi hipótesis, en los episodios del 8 y 9 de mayo de 1957, cuando la dictadura de Rojas Pinilla disparó contra los estudiantes universitarios, y no ha cesado desde entonces, llegando, incluso, a las universidades privadas. El resultado es que la ideología mayoritaria en el poder judicial es de esas corrientes, incluyendo las altas cortes. Si a eso se suma el hecho de que la CSJ tiene contra Uribe una pelea casada desde su gobierno, y que está demostrado que sus magistrados han llegado a votar no en derecho sino en política, la probabilidad de que encarcelen al expresidente es alta, incluso si nombran conjueces.
La maniobra se realiza luego de largos años de una campaña de cerco y derribo contra Uribe, con la avalancha de acusaciones, fake news, insultos, etc., de parte de la mayoría de los partidos de izquierda, y de periodistas e intelectuales fletados, que ven que, en la pandemia, la noticia de que el encarcelamiento de Uribe probablemente no tendrá respuestas masivas en su apoyo. Esa parte de opinión pública, compuesta en buena cantidad por jóvenes que no les tocó vivir la violencia de guerrillas y paramilitares y su derrota, y que han sido, muchos de ellos educados por maestros de izquierda que hacen del odio a Uribe una confesión de fe, no tiene cómo evaluar sus aportes al país.
En estas circunstancias, sus estrategas calculan que tiene aislado a su principal obstáculo para la toma del poder en 2022 y que el camino para conquistarlo es expedito. Si triunfasen, sería un golpe demoledor para la democracia colombiana, porque significaría la introducción del modelo venezolano de dictadura feroz y corrupta. Pero nuestros ciudadanos han resistido otros embates, como el triunfo del no en el plebiscito, a pesar de la mayúscula campaña de desinformación que realizaron Santos y Las Farc; o el triunfo de Duque en el 2018, contra los candidatos del santismo. Nada está escrito, salvo que el juicio y la posible detención del expresidente, generará mayor inestabilidad en el país y que el camino al poder de esos grupos no es como soplar y hacer botellas.
Ahora, el segundo punto. EL MUNDO conformó una comunidad de opinión abigarrada con tendencias de todo tipo en el espectro político, desde la izquierda, pasando por el centro, hasta la derecha.
Yo, que he sido su colaborador desde el ya lejano 2002, puedo dar fe de que jamás me pidieron que rectificara una sola coma en mis columnas dominicales –más de 750- . Nunca, ni el ingeniero Guillermo Gaviria, ni su hija Irene, ni su actual directora, Luz María Tobón, los tres directores con los que tuve que tratar, me hicieron insinuación alguna en ese sentido.
De hecho, si uno revisaba los artículos que publicaban, hallaba siempre columnas divergentes sobre temas de política colombiana o del exterior. Y esa característica hacía de EL MUNDO un medio extraordinariamente raro y valioso en un entorno en el que la libertad de opinar y la objetividad a la hora de suministrar la información, se restringen cada vez más en el país, por parte de los algunos dueños de los grandes periódicos y noticieros de televisión, que están imponiendo la opinión “políticamente correcta” y la noticia autocensurada para no herir las sensibilidades de un puñado de “intelectuales “progres”, tuiteros (y otras redes) y las organizaciones políticas que están detrás de ellas.
Sólo un ejemplo, entre muchos que podría citar. La línea editorial de EL MUNDO, en el momento en el que casi todos los medios eran santistas, en virtud de la mermelada, fue ponderada y equilibrada; tuvo la osadía de criticar las negociaciones en La Habana. Por ejemplo, defendió el punto de vista de que las víctimas de las Farc debían ser reconocidas y no ocultadas, cuando los demás aplaudían el esquema de Santos - Farc, que implicaba precisamente pasar por encima de ellas; y estuvo en contra del acuerdo final porque excluía al congreso de las decisiones.
Tener esa actitud habla bien del periodismo que ejercieron los dueños del Periódico porque reivindicó el derecho a disentir en épocas del unanimismo mercenario de una prensa que piensa más en la manera cómo evolucionan las acciones y los procesos judiciales de sus propietarios, banqueros ellos o dueños de conglomerados internacionales de medios de comunicación, que en la objetividad e imparcialidad. A la manera de Bezos, dueño de Amazon y propietario del Washington Post, o de los fondos de inversión y de la familia Ochs-Sulzberger, dueños del New York Times. O del Grupo Prisa Noticias; dueño de El País; de Prisa Radio; Santillana; Prisa TV y sus filiales Cadena SER, Prisa TV, Pisa Radio, Caracol Radio, que es propiedad del Liberty Acquisitions holding, cuyo dueño es Nicolas Berggruen, creador del El 21st Century Council, un think tank progresista. Todo mundo sabe que Prisa en España es cercano al PSOE, en el gobierno ahora con los extremistas de Podemos, que defienden la dictadura venezolana.
Que los directores de los medios tengan su propia opinión, es perfectamente plausible, siempre y cuando no esté ligada a los intereses económicos de sus propietarios y permitan la libre expresión de los puntos de vista distintos que se producen en una sociedad compleja. Y que no acomoden la información a la visión única que pretenden imponer desde la sociedad y los partidos, grupos de la sociedad civil, que hacen de sus reivindicaciones la norma social; y de las bodegas, los usuarios de las redes sociales, que saben que son clientes de los propietarios de esas redes y, por tanto, pueden imponerles el contenido “admisible”. Por eso, porque EL MUNDO no practicó esas felonías, fue un faro en la defensa de la democracia. Mil gracias al ingeniero Guillermo Gaviria (Q.E.P.D), a Irene Gaviria y a Luz María Tobón por haberme permitido el honor de escribir en sus páginas.