Afirmar que están de acuerdo en lo fundamental con los vándalos, es avalar su presencia en las marchas, darles patente de corso
El llamado Comité de Paro está políticamente derrotado. La seguidilla de actos violentos que comenzó el 21 de noviembre del año pasado, terminó siendo repudiada por la ciudadanía, como ya lo he expresado en esta columna recientemente. Pero ello no significa que esa coalición de grupos de izquierda radical que lo dirige, vaya a renunciar a la agitación, el desorden y la desestabilización del país, especialmente en las grandes ciudades, particularmente en Bogotá y Medellín, a pesar de que ya está quedando al descubierto el actuar de grupos entrenados por las llamadas disidencias de las Farc (y, con seguridad, de otras denominaciones) para provocar enfrentamientos, atacar a la policía, destruir bienes públicos y privados, en fin, todo el libreto de terror e intimidación que ya es conocido suficientemente por la ciudadanía.
En efecto, en la reunión que realizaron los del Comité la semana que termina en Bogotá, acordaron movilizaciones para el 21 de febrero, el 8 de marzo por el Día Internacional de la Mujer, y el 16 de marzo por la defensa del páramo de Santurbán; el 25 de marzo, el 9 de abril, aniversario del asesinato de Jorge Eliecer Gaitán; el 1 de mayo en conmemoración del Día Internacional del Trabajo, y los días 8 y 9 de junio, como conmemoración de los estudiantes caídos por la dictadura de Rojas Pinilla. ¡Son 8 jornadas en menos de 4 meses y medio!, en promedio, una cada 15 días, programadas con la esperanza de los organizadores de que el gobierno cometa un solo error para tratar de generalizar la “protesta”. Y faltan los del segundo semestre, que están por programar.
Ante el repudio que produce el conocimiento de que actores violentos organizados que han sido descubiertos entre algunos estudiantes universitarios que actúan en las movilizaciones, dirigentes de centrales obreras dicen, según El Colombiano, que tienen diferencias con ellos, pero que están de acuerdo en lo fundamental (https://bit.ly/2tkdLlQ), de donde se sigue que forman parte del movimiento.
¡Vaya cinismo! En política los medios sí importan, al menos para los demócratas. No es lo mismo protestar pacíficamente –con o sin razón- que intentar incendiar un país a punta de violencia. Y afirmar que están de acuerdo en lo fundamental con los vándalos, es avalar su presencia en las marchas, darles patente de corso. Todos arropados con la misma cobija, en unidad de acción respondiendo a las mismas consignas, que una vez más, sólo son la fachada para esconder las verdaderas intenciones de los organizadores: acabar con nuestra democracia.
Porque fíjense ustedes: ¿hay que paralizar el país para defender el páramo de Santurbán? ¿Por qué, entonces, no fijan una fecha para protestar contra la voladura del oleoducto por parte de la guerrilla, o contra la destrucción de la selva para que esta produzca cocaína, o contra la minería ilegal de esos grupos, que destruye la naturaleza en el Bajo Cauca y el Chocó, actividades estas, en manos de grupos alzados en armas de la extrema izquierda y sus aliados?
O ¿hay que generar caos para celebrar el día internacional de la mujer? ¿Tal vez, rechazarán los abusos sexuales a las que han sido sometidas las mujeres por las guerrillas? Porque, claro, la reivindicación de los derechos de la mujer es un imperativo social, pero, se trata de hacerlo con todas, no selectivamente; y no sometiéndolas a ellas y a los ciudadanos en general a la lógica del vandalismo y el terror en las calles. Y así con las otras conmemoraciones. ¿Y de verdad, es un objetivo del llamado paro sacar a Colombia de la Ocde, que impulsa las buenas prácticas laborales en sus países, o reversar la venta de acciones de Ecopetrol? ¿Cómo y con qué dinero? ¿Y, en serio, hay que negociar con el Eln bajos sus condiciones y reviviendo la cascada de gabelas a las Farc y pretermitiendo los crímenes de guerra y de lesa humanidad que Colombia se comprometió a cumplir con la comunidad internacional a través de tratados vigentes?
Insistir en la negociación directa del estado es un imposible deóntico. Ahora bien, yo sé también que en política todo es posible si la correlación de fuerzas así lo determina, o sí una de las partes en confrontación se deja amedrentar sin que haya reales razones para tener miedo a lo peor. Pero en el país estamos lejos del equilibrio de aquellas; es más, ni siquiera los del paro representan una fuerza ascendente en el contexto nacional. Todo lo contrario, la ciudadanía está hastiada de esta pantomima y tiene claro que tratan de engañarla. En la historia del país esta ha sido la constante de los últimos veinte años. Y esta tendencia no cambiará si el gobierno actúa, como dije en la columna anterior, con prudencia, sin dejarse provocar, mostrando las inconsistencias de la dirigencia del paro y las graves consecuencias para los colombianos, sus libertades y su patrimonio público y privado que la estrategia de que aquella lleva a cabo. Pero también garantizando, y exigiendo que las autoridades locales cumplan con la obligación de hacer respetar la protesta pacífica de quienes están en desacuerdo con el paro y quieren defender sus derechos y la democracia del país.
Prudencia en las acciones, firmeza en los principios, igualdad de derechos para todos. Esa deberá seguir siendo la hoja de ruta del gobierno. Y, claro, defensa de la democracia por parte de todos nosotros. Esa es la fórmula para que estén derrotados hoy y continúen derrotados en el futuro.