Del hastío a la esperanza

Autor: Tomás Castrillón Oberndorfer
7 diciembre de 2018 - 09:03 PM

En un país que no fuera en “el extraño mundo de Subuso” que se está viviendo en Colombia, lo normal sería que el fiscal renunciara o que fuera destituido.

Al arribar al final del año, es muy importante efectuar los balances sobre las actividades desarrolladas, y, al mismo tiempo, hacer los planes y definir los propósitos para el próximo año.

Pero también es preciso tener en cuenta el estado de ánimo, no solo personal, sino de la población en general.

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Esto es muy preocupante dada la situación que dejó el gobierno anterior, y los debates que se han suscitado recientemente. Por ejemplo: el debate reciente desarrollado en el Senado de la República contra el señor fiscal, ha dejado a la comunidad con un sentimiento de repugnancia y hastío o, resumiendo: asco. Ciertamente, existe la esperanza de que el nuevo gobierno pueda “enderezar” las cosas, pero es preciso recordar a Marañas cuando decía: “Es más fácil enderezar un banano”.

En los últimos días, se han desatado dos “escándalos” que han despertado el mayor interés de la opinión nacional, aunque no debieran ser extraños ni inesperados.

En el caso del fiscal, lo primero que hay que considerar es que no llegó al cargo basado únicamente en sus indudables méritos y capacidades, sino que fue “entronizado” para cumplir una misión encargada por el primer mandatario de turno: el presidente Santos, con la consigna de evitarle cualquiera salpicadura ocasionada por Odebrecht, y, a fe, hay que reconocer que ha cumplido cabalmente con tal encargo.

El fiscal, cual maestro de los disfraces de cualquier novela policíaca, se ha encargado de emitir toda clase de distractores y cortinas de humo, y, entre sus más destacadas gestas, cabe destacar el archivo de las investigaciones que se seguían a las funcionarias “impolutas” de la administración anterior.

Al verse comprometido con el “asunto” Odebrecht y el proyecto de la Ruta del Sol, se las ingenia para que le nombren un fiscal “ad-hoc”, y muy presurosamente, para no decir precipitadamente, el primer mandatario actual, en su ánimo que “quedar bien con todos”, ya tiene una terna en el momento de escribir esta crónica. Es de desear que no se entre en un proceso de “ensayo y error “o en un “tira y afloje” politiquero. Sea quien sea el elegido, nada menos por una muy cuestionada Corte Suprema de Justicia, se las verá con un fiscal “atrincherado” en el poder con todos los recursos a la mano, y se corre el peligro que ocurra lo que afirmarían nuestras matronas: “A cualquiera de los de la terna, se los traga sin sacudirlos”. ¡Ojalá que no!

En un país que no fuera en “el extraño mundo de Subuso” que se está viviendo en Colombia, lo normal sería que el fiscal renunciara o que fuera destituido fulminantemente, pero ¡No en Colombia!

El caso del senador Petro, no debe despertar ninguna extrañeza porque en él sí que se aplica he dicho de que: “Vaca ladrona no olvida portillo”. Este personaje, taimado y ladino por naturaleza, tiene una trayectoria, aunque sería mejor utilizar la palabra “prontuario”, tal que no debieran extrañar las nuevas denuncias por sus trapisondas del pasado.

El País ha sido demasiado laxo en tolerar la trayectoria de personajes de esta calaña, que resultan absolutamente intocables, todo porque forman parte de la izquierda mamerta. La comunidad se pregunta ante este y muchos otros casos similares: ¿Qué pasaría si Petro fuera uribista? Y también: ¿Qué pasaría si a. “santrich” fuera uribista? Y, alternativamente: ¿Qué pasaría si el exministro Arias Leyva formara parte del mamertismo?

Al final, y para no alargar el análisis del desempeño de estos dos personajes, porque, en aras al espíritu navideño, no vale la pena, puede concluirse que no se cumple aquello de que: “A la gente hay que creerle”, porque existen muchas excepciones notables.

Se llega entonces a la conclusión de que, en el fondo, se trata de un problema de credibilidad, y ciertamente, hay personajes a los que no se les puede tener confianza, ni la más mínima credibilidad. Es el caso de la fábula del Pastorcito Mentiroso.

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Indudablemente el campeonato de la incredibilidad se lo lleva el expresidente Santos, con Premio Nobel y todo. Está “fuera de concurso”. Y personajes como el fiscal Martínez y el senador Petro, andan muy cerca en esto de la incredibilidad.

Al finalizar el año, debo expresar, de nuevo mi agradecimiento con las directivas del diario EL MUNDO, por su comprensión y colaboración para la emisión de mis opiniones. También hago extensivo el agradecimiento a los amables lectores que me han prestado su atención. A todos ellos les deseo:

 ¡UNA MUY FELIZ NAVIDAD Y UN NUEVO AÑO LLENO DE SATISFACCIONES Y REALIZACIONES!

 

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