Es necesario considerar los “embelecos” que quedaron del Año Viejo, para ver cómo se van a afrontar en el Año Nuevo.
En la transición entre el Año Viejo y el Año Nuevo es de esperarse que se hagan los balances de las realizaciones y de las frustraciones del año que pasa, para formular las intenciones y propósitos a desarrollar en el año que llega.
Especialmente crítico, es el análisis de muchas de las realizaciones que no se llevaron a cabo, o que no se cumplieron, especialmente aquellas que no eran posibles cumplir. Es el caso de los compromisos que la administración nacional anterior adquirió, irresponsablemente, con la guerrilla narcotraficante de la Farc. Es entonces necesario empezar, como uno de los proyectos prioritarios y urgentes, la “revisión” de tales compromisos para no utilizar la terminología de “hacer trizas”.
Si “Embeleco” es: “embuste, engaño, ilusión, etc.”, y también puede aplicarse a: “Persona o cosa fútil o enfadosa” (que causa enfado siendo este: enojo o disgusto), es necesario considerar los “embelecos” que quedaron del Año Viejo, para ver cómo se van a afrontar en el Año Nuevo. Entre tantos “embelecos” habría que destacar la JEP y la Ley de Financiamiento.
Al respecto surge infinidad de sofismas distractores, como ese de la “audaz Paz “imperfecta”, la búsqueda de la verdad a cargo del investigador sesgado por excelencia, la “polarización”, sobre la cual se analizará más adelante y el “tal” “posconflicto” que cada vez desorientan más a la comunidad, y habría que empezar por la “tal” PAZ. Como están las cosas, parece que llegará el día en que al preguntarle a un ciudadano por la Paz, este contestaría tajantemente: ¡Ah! la capital de Bolivia. “¡El que entendió, entendió!”.
Se insinúa, por ejemplo, que una de las causas, para no resolver muchos de los problemas que aquejan a la comunidad nacional, es el mal uso del “léxico”, porque anteriormente se hacía un uso inadecuado de tal “léxico”, entendiendo que es: “Conjunto de las palabras de una lengua”. Está resultando que, llamar las cosas por su nombre, es un “mal uso del léxico”. Así, entonces, denominar a un gobierno, que evidentemente lo fue, como “derrochón y mentiroso”, es un mal uso del “léxico”. Lo mismo ocurre al llamar a “un bandido secuestrador y narcotraficante” como lo que es: “un bandido secuestrador y narcotraficante”. Se olvidaron de aquello que decía: “Llamar al pan, pan, y al vino, vino”.
Se ha llegado entonces a sugerir que la “nueva” administración nacional hace un “buen uso del léxico”, y también se ha dicho, entre las alabanzas que se le han dado al “nuevo” gobierno, que una de sus características de mayor aceptación, es que: “opta por dejar que las situaciones VAYAN TOMANDO UN NUEVO RUMBO DE COMPRENSIÓN”. ¿Esto qué es? ¿Es una nueva forma de gobernar? Claramente, es lo que se vio en el manejo de las manifestaciones estudiantiles, y, al respecto, resumiría Marañas: “¡Eso no es gobernar!”. Se han cambiado los verbos gobernar y dirigir por el verbo dialogar y la comunidad está cada vez más desorientada.
Algo similar, en lo que se relaciona con la desorientación de la comunidad, está ocurriendo con la “tal Economía Naranja”, y se corre el peligro de que se la utilice como si fuera un verdadero “Agente Naranja” (agente herbicida y desfoliador utilizado por los gringos en Vietnam) que destruye todo, porque daría cabida a todos los “fue que” que se argumentan al decir: “No temáis, llegó la Economía Naranja”, para disimular y justificar los errores, las deficiencias, la falta de planeación, la corrupción y las malas actuaciones.
El nuevo gobierno se muestra muy satisfecho con la aprobación de la “colcha de retazos” que constituye la “tal” Ley de Financiamiento, ignorando la forma como se tramitó y lo que al fin se aprobó en el Órgano Legislativo: En resumen no se subsanó la totalidad del déficit, se atacó a la clase media y se prometió entrar en austeridad: “¡Ya voy Toño!”. Es que al referirse a la aprobación de varios actos legislativos reformatorios de la constitución, un reconocido jurista afirmó con razón, que en el Congreso “No hay auténtico debate y ni siquiera verificación del quórum” y además que su “trámite deja mucho que desear”.
En fin, los pendientes son muchos, y no todos permiten formular, por optimismo, buenos augurios.
En el ramo de las obras de infraestructura seguirá la “Contingencia” del Proyecto Hidroituango, pero no pueden caer en el olvido: Odebrecht con el “embeleco” del fiscal ad-hoc y el fiscal titular atrincherado. Asimismo, y, a nivel local, las bibliotecas España y Ladera, la Estación Sampedro, la Planta Ptar y tantos proyectos que están en “veremos”. Y a nivel nacional: los túneles encabezados por La línea, y puentes como Chirajara, Hisguara y Pumarejo. Y mucho ojo con Reficar y el problema de energía eléctrica en la costa.
Finalmente no pueden abandonarse los seguimientos a entidades tan importantes como las EPM, y valdría la pena repasar el escrito de una reconocida columnista, de un diario local, que pregunta bajo el sugestivo título: ¿Quién nos defiende de EPM?