Los nipones han tenido unos valores estrictos bajo los cuales deben operar las compañías de modo que la ética prime sobre los resultados económicos
La detención y posterior destitución del presidente de la Alianza Nissan-Renault- Mitsubishi es un hito en la historia empresarial japonesa. Desde siempre los nipones han tenido unos valores estrictos bajo los cuales deben operar las compañías de modo que la ética prime sobre los resultados económicos. Carlos Ghosn nacido en Brasil de origen libanés, fue capaz de resucitar la marca Nissan y en una movida muy audaz pudo unir a los rivales Renault y Mitsubishi. Ghosn era el poder detrás de un conglomerado de 3 marcas que funcionan separadamente en 122 plantas, 470 mil empleados y unas ventas de 10.6 millones de vehículos en 2017.
De acuerdo con una investigación interna liderada por Nissan, se evidenció que el poderoso ejecutivo no sólo había mentido sobre sus ingresos, sino que había utilizado dineros de la compañía para secretamente comprar y mantener una serie de mansiones en Rio de Janeiro, Beirut, Paris y Ámsterdam. Además, se dice que Ghosn había ordenado el pago de 100.000 dólares anuales a su hermana en un cargo inexistente como consejera.
Los acuerdos entre multinacionales automotrices han sido una forma de unir recursos y compartir costos, que terminan en ahorros significativos. La Alianza entre Nissan y Renault tuvo su inicio hace 19 años. Hoy día esta última es propietaria del 43.5 por ciento de Nissan al tiempo que ésta tiene una participación en Renault del 15 por ciento. Mitsubishi ingresó al grupo en 2016 cuando Nissan compró el 34 por ciento de las acciones.
Carlos Ghosn era “el genio creativo que pudo fijar parámetros para dirigir 3 gigantes relativamente dispares”. Después de ascender por distintos cargos en Renault, fue el artífice de una reestructuración que le devolvió la rentabilidad a una marca que atravesaba por momentos difíciles y el apelativo de “Le cost killer” (el mata costos).
En 2001 es nombrado CEO de Nissan mientras simultáneamente ejercía idéntica posición en Renault, algo raras veces visto en la industria automotriz. Solo Sergio Marchione quien posteriormente se desempeñó como CEO de Fiat y Chrysler a la vez, pudo lograr resultados exitosos similares. Ghosn desafió la cultura de las promociones automáticas de cargos en Nissan, eliminó miles de empleos y propició el cierre de aquellas plantas que no contribuían positivamente al Estado de Pérdidas y Ganancias.
Las lecciones que deja el “affaire” Ghosn son varias: lo primero es que gracias a un soplón se supo de las andanzas de su gran jefe, algo poco común en las esferas empresariales japonesas donde el secretismo corporativo y la deferencia hacia la autoridad jerárquica son la norma imperante.
Por otro lado, la remuneración corporativa en Japón no se ha contagiado de la explosión salarial que se observa en Occidente, en particular en los Estados Unidos y Europa. Esa es una de las razones por las cuales los ingresos pre y post impuestos del 1 por ciento de los más altos receptores de ingresos, no ha crecido en igual proporción comparado al mundo empresarial anglosajón.
Finalmente, el aura de hombre intocable de que gozaba Ghosn y esa atmósfera de éxito lo llevó a cometer el mayor de los pecados: no contribuir al fisco mediante trucos y trampas y aprovecharse de su poder para enriquecerse con dineros de su patrón. Los analistas auguran que la Alianza siga su camino, aunque se espera que habrá momentos de tensión en el proceso de transición.