En estos dos años han pasado cosas que agudizan la discusión acerca de si el nuevo mecanismo enriquece la justicia en el juego o, al contrario, propicia nuevas injusticias
En medio del ambiente decembrino, ya pasada la alborada a pesar de los controles, y para relajar un poco la saturación de temas como los inveterados casos de corrupción que se presentan a diestra y siniestra (literalmente) y las reformas tributarias eufemísticamente llamadas leyes de financiamiento, quiero dedicar este espacio a algunos pensamientos en voz alta sobre el fútbol mundial, aprovechando también las vacaciones obligadas a las que nos envió Atlético Nacional.
La tecnología impacta todas nuestras actividades y, por supuesto, el deporte no puede ser la excepción. Desde hace cerca de dos años se puso en funcionamiento el video arbitraje el cual fue inaugurado en el mundial de clubes de 2016 cuando, casi tres días después de una jugada en el área, se pitó un penalti contra Atlético Nacional, sacándolo por completo del partido y privándolo de llegar a la final de ese torneo. Confieso que desde ese día, soy el enemigo público número uno del VAR.
Pero, más allá de ese hecho anecdótico, en estos dos años han pasado cosas que agudizan la discusión acerca de si el nuevo mecanismo enriquece la justicia en el juego o, al contrario, propicia nuevas injusticias. Por ejemplo, la expulsión de un jugador de un equipo brasilero en una instancia definitiva de la Copa Libertadores que fue validada por el VAR y luego fue reversada por la Conmebol. Se ha creado una especie de justicia selectiva, pues son innumerables las jugadas similares en las cuales el VAR actúa unas veces sí y otras veces no.
Igualmente, se ha aumentado la burocracia en el juzgamiento pues de tener un árbitro, dos jueces de línea, el cuarto hombre y, en algunos casos, los jueces de raya, ahora tenemos, además, un juez de VAR y hasta tres asistentes. Bueno, miremos el lado positivo: ¡más madres para mentar!
Otro asunto relevante de los últimos días es la final de la Copa Libertadores de América. Más allá del ataque al bus que transportaba al Boca Junior, hecho que no es exclusivo de nuestro continente (puede verse en un video la manera como es atacado con toda clase de objetos el bus en el que llega el Manchester City al estadio del Liverpool. La diferencia es que se trataba de un bus con vidrios blindados. Lo que más grima produce es el manejo dado por las autoridades no solo de la Conmebol sino de la misma Fifa. Que se juega a las 15.30, que se juega a las 17.30 (había que jugar en la fecha original, porque el presidente de la Fira tenía vuelo a las 23.00). Tuvieron que manifestarse los jugadores de Boca, en cabeza de Carlos Tévez, para que se decidiera que, definitivamente, el partido se jugaría al otro día, en el estadio de River y con público. Y no se jugó. El indeciso y confuso presidente de la Conmebol finalmente concluyó que no estaban dadas las condiciones y que se jugaría otro día. Finalmente, sanciones leves para River, solicitud del Boca de descalificación de su rival (como los descalificaron a ellos hace algunos años) y determinación de jugar en cancha neutral…. ¡Madrid! Cómo se ha dicho en estos días: la final de la Copa Libertadores de América se juega en Europa y en el país que nos conquistó. El sentido del ridículo no tiene límites.
Pero para continuar con ridículos y desvergüenzas, necesariamente hay que aterrizar en nuestra sacrosanta Dimayor. Ante su usual falta de planificación, ante la mala programación del calendario, sucedió lo inevitable: se juntaron la final de la liga local y la final de la Copa Sudamericana con un protagonista en común: el Junior de Barranquilla. Y pasó lo sorprendente (mentiras, que con esos personajes nada debe sorprender). En reunión formal, los presidentes de nuestro compañero de plaza – el DIM- y del Junior, con el soporte de la Dimayor en cabeza de su nuevo presidente (de quién pensábamos que propiciaría cambios positivos) acordaron solemnemente que se respetarían las fechas inicialmente fijadas desde principio de año por parte de la Asamblea de la entidad y se emitió comunicado oficial diciendo que las fechas eran inamovibles. Pero a los tres días, aparece una propuesta en la asamblea de la Dimayor para que las fechas se corrieran en beneficio del Junior y en perjuicio del DIM y, cosa rara, se aprobó.
El presidente de la Dimayor justifica tan horrenda decisión en la necesidad de apoyar a los equipos que juegan torneos internacionales y afirma (qué risa) que así seguirá siendo de aquí en adelante.
Quienes tenemos alguna memoria recordamos que a Nacional que iba representar a Colombia en un Mundial de Clubes, no le movieron ni un partido, dizque porque no había fechas. Al mismo Nacional le ha tocado jugar dos partidos en dos días seguidos, porque el calendario no se puede mover, el Junior hace relativamente poco no aceptó aplazar un partido con el DIM que tenía compromiso internacional. Ahora la Dimayor y su presidente, de una manera “Olímpica” (sí, la Olímpica de los Char) deciden que sí se pueden mover las fechas aun incumpliendo el compromiso que se tenía con los futbolistas de terminar todas las competiciones a más tardar el 10 de diciembre. A propósito, ese otro circo llamado ACOLFUTPRO (una entidad con esa sigla no puede ser seria), ¿estará esperando a que Alexis Enríquez, salga a dar la cara por ellos?
Y una última pregunta: ¿dónde paró la plata que miles de hinchas pagamos para el famoso y ridículo empadronamiento? Quién responde esa pregunta: ¿Jesurum?, ¿Perdomo?, ¿Vélez? Por mi parte, juiciosamente hice el trámite en el momento oportuno y me entregaron un carné que no he podido estrenar porque nadie me lo pide.