Si no nos ponemos las pilas con nuestra Colombia insular seremos testigos y cómplices de nuevos desmembramientos
Entra este gobierno a su recta final, y existen varias regiones del país que no solamente no han sido atendidas, sino que, y es lo más grave, se les han incumplido olímpicamente las promesas realizadas, ante acontecimientos o circunstancias particulares, como lo han sido el fallo de la Corte Internacional de La Haya, el paro cívico, las movilizaciones, los acontecimientos de orden público o las tensiones fronterizas, sin detenernos en este artículo en los desastres de tipo natural y ambiental.
Qué vergüenza con los habitantes de San Andrés y Providencia, hoy denominados “Raizales”, quienes tuvieron varias visitas del presidente de la República cuando la Corte Internacional de La Haya emitió el fallo que favorecía a Nicaragua, y quien prometió el oro y moro, que no pasa de la atención y respuesta a la solicitud consuetudinaria de la planta de desalinización, la planta eléctrica, la presencia del Sena y de la Universidad Nacional y algunos asuntos de salud, educación y justicia, es decir, de la prestación de aquellos servicios asociados con derechos fundamentales, nada del otro mundo, lo obvio, que a la fecha no se ha concretado. ¿Cómo podemos creer nosotros que los hermanos sanandresanos quieran seguir siendo hermanos nuestros, hijos de Colombia? Si no nos ponemos las pilas con nuestra Colombia insular seremos testigos y cómplices de nuevos desmembramientos y pérdidas territoriales y marítimos, por cuenta y culpa de la indolencia e irresponsabilidad de los gobiernos de turno de Bolívar hacia acá.
Pasamos a Tumaco, uno de los primeros focos afectados por el postconflicto con las Farc, donde el Eln, las Bacrim y los narcotraficantes se disputan el territorio dejado por las Farc. La improvisación, la falta de previsión, la irresponsabilidad, hacen que hoy Tumaco sea un infierno cuyos habitantes ven al Estado como un actor lejano e impotente. Muestra flagrante de la falta de gerencia y de interés por parte del gobierno por prevenir y solucionar problemáticas que afectan a una importante masa de colombianos.
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Caso vergonzoso e insultante es el que vemos con la displicencia con la cual se tratan los asuntos del riquísimo y exuberante departamento del Chocó, por parte de las autoridades a nivel nacional y subnacional. Van como 50 años tratando de organizar la carretera que une a Quibdó con Medellín. Presidentes, ministros de Obras Públicas, candidatos, todos han prometido y siguen prometiendo de todo y nunca se cumple nada. Algún crítico mordaz decía que le fue bien a Panamá independizándose de Colombia, pues si hoy en día fuera subregión o provincia colombiana, pues estaría en unas condiciones lamentables semejantes a las del bellísimo Departamento del Chocó, cuyos habitantes poco o nada tienen que agradecerle a Colombia. ¡Qué horrible decir esto!
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Casos complejos de zozobra los que viven los habitantes de la frontera con Venezuela, sobre todo en lo concerniente a Cúcuta como capital de departamento y Paraguachón como corregimiento de Maicao en la Guajira y destino final de la transversal del Caribe. Cúcuta, es el epicentro de la inmigración venezolana (no se nos puede olvidar que en Venezuela viven millones de colombianos, sin que existan cifras exactas) y de la permanente desestabilización económica, pues como reflejo de todo lo acontecido en Venezuela, recibe todos los efectos directos e indirectos imaginables y Paraguachón uno de los circuitos más importantes del contrabando de artículos y de combustibles.
En vez de generar tanta inestabilida, ambos gobiernos deberían declarar a las ciudades fronterizas de lado y lado como Zonas Francas espontáneas y dejar que sigan con su vida pacífica y productiva de manera natural e inercial.d
La multiculturalidad y la diversidad se vuelven una riqueza y una fortaleza si la tolerancia y los principios propios de una sociedad democrática se desenvuelven. De otro modo, estaríamos incubando conflictos que amenazan con hacer explotar la unidad de la nación y su proyecto social, político y económico.
Enormes retos y responsabilidades tienen los actuales precandidatos para suplir aquellos manejos y necesidades que sus antecesores han sido incapaces e incompetentes de desarrollar hasta el presente.
Insistimos en la conveniencia de que Medellín cuente con un adecuado y digno Centro de Espectáculos.