El periodismo, a mi modo de ver, está más allá del contrapoder: debe informar, no puede ser juez y debe ser independiente, como trípode.
En reciente columna, preparada para The New York Times, Daniel Coronell el pasado 5 de junio, escribió: “Pienso que el periodismo debe ser un contrapoder de todos los poderes”. Ese artículo lo intituló: “El precio que pagué por preguntar”. Un tuiter del 21 de mayo del año que avanza, trinado por Félix de Bedout (@fdebedout), rezaba: “El periodismo tiene que ser contrapoder, no puede terminar convertido en servicio de contrainteligencia del gobierno, de ningún gobierno”. A lo que desde @01Caiman, le replicaron: “El periodismo debe ser verdad y nada más que verdad”.
Es muy difícil dar cátedra de lo que debe ser el periodismo, adónde debe apuntar, cuál es su ruta plausible, por dónde debe orientarse, cuál su tarea basilar, etc. Luis María Anson, periodista y escritor español reconocido, quien presidió la Agencia Efe y dirigió el diario ABC, en la misma línea de Coronell y de Bedout, puntualizó: “El periodismo no es un poder, sino un contrapoder”. Entretanto, Néstor Morales, de Blu Radio, le inquirió públicamente a Daniel Coronell, sus razones para guardar silencio frente a los abusos del gobierno Santos, mientras recibía del propio expresidente un Canal de T.V. (Canal Uno), para él y sus socios (Yamid Amat, César Gaviria, Patricio Wills), en menoscabo de Jorge Barón, quien estaba en la puja ingenuamente.
Este es un tema recurrente y de nunca acabar: ¿Poder? ¿Contrapoder? El contrapoder, es una lectura sobre los movimientos sociales, desde el marxismo autonomista. Plantea un camino, a guisa de equilibrio necesario, en la sociedad, y cuestiona las consecuencias del uso y abuso del poder. Es una resistencia, frente al poder del estado. Para la RAE, contrapoder es “poder que intenta contrarrestar al poder establecido”. En el año 2014 (2 de mayo), Daniel Coronell dedicó una lección inaugural de la maestría en periodismo de la Universidad del Rosario, que tituló: “¿Es el periodismo un contrapoder? Significa ello, que el inefable esposo de María Cristina Uribe no solo se obsesiona con Uribe, también se ciega con el contrapoder.
El periodismo, a mi modo de ver, está más allá del contrapoder: debe informar, no puede ser juez y debe ser independiente, como trípode. Es como una especie de herramienta de equilibrio, no de contrapoder. Edmundo Burke, estadista y político inglés, ante los excesos de la Revolución Francesa, fue el primero que habló del periodismo como cuarto poder. Está claro que el periodista no es la verdad revelada: Le apuesta a una búsqueda de la verdad subjetiva. Da su versión y el lector-destinatario, concluye e infiere. El periodismo no puede ser justiciero ni ser un ejercicio de la pasión: tiene responsabilidades. No puede adscribirse a un medio de información con postura política sesgada. Hoy, los medios -para poder- quieren el poder (y el contrapoder), infortunadamente.
Antaño, los políticos querían dominar los medios. Ahora, son los medios, los que quieren dominar los políticos. Hay una especie de neurosis subyacente. En mi imaginario, me gustaría un medio libre de inclinaciones, pero no existe. Hoy, los medios intimidan a su blanco: omiten que no pueden aspirar a la sociedad. Ignacio Ramonet, presidente del diario francés Le Monde Diplomatique, afirma que “el medio es un poder que oprime al ciudadano, no es un contrapoder”. Vivimos grupos mediáticos (máxime, con redes sociales), que catapultan al periodista como el suceso. El periodista no puede ser la noticia ni el protagonista. Cuando Daniel Coronell sale de Semana, él es el show, el epicentro, el hombre que recoge el enojo de sus fans, la víctima. Es un periodismo que vende efigies, no noticias.
El periodismo como cuarto poder, ejerce una actividad peligrosista. Coronell, contratista fogoso de Santos, es un arquetipo de un periodismo solidario de la cofradía. Tiene ventrílocuos, pero también tiene culebras. Lo aman y lo odian. Juan Gossaín, ejerció, ejerce y ejercerá un periodismo mesurado, un periodismo que informa y enseña. Esta más allá de los protagonismos. Mejor aún, activa un periodismo con ética y estética. Hoy, el periodismo se ejerce en gavilla: las redes sociales unen y contraatacan, en un ejercicio virulento de imponer ideas y satirizar las otras, en un accionar de una palabreja compleja: “oposición”. El periodista escribe columnas. El escritor, publica columnas. El columnista, aprovecha columnas. Todas a una, como en Fuenteovejuna. Hay periodistas que apagan radios: existen, los que hacen cambiar el canal; pululan, los que son contratistas; en fin, buena parte del ejercicio del periodismo en Colombia se hace “contra alguien” y en las entrevistas, los directores: acusan, sindican y condenan, en contubernio con sus fichas de cabina, de set o de periódico. Hay que revisar el rol del periodismo.