Con padrenuestros ajenos

Autor: Rodrigo Pareja
7 enero de 2020 - 12:02 AM

Para justificar el “pagar por ver” que ahora han establecido quienes manejan al fútbol – a las patadas – como corresponde, los que a costa de ese deporte se enriquecen con negocios y negociados, traen como incentivo las “contrataciones estrella”

Medellín

En todas las actividades humanas no faltan aquellos aprovechados que, consciente o inconscientemente, se lucran, a veces sin merecerlo, del esfuerzo y sacrificio que han hecho otras personas o comunidades.

Para el caso a comentar, tal calificativo puede endilgárseles, y les cae como anillo al dedo, a los llamados dirigentes que mal dirigen el mediocre fútbol colombiano, encabezados por el presidente de la Dimayor, Jorge Enrique Vélez.

Cuando se discutía en diciembre la ley de financiamiento, luego convertida en reforma tributaria y finalmente bautizada como ley de crecimiento económico, algunos congresistas sugirieron incluir un artículo mediante el cual el fútbol fuera declarado como de interés nacional.

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¡Quien dijo miedo…! El señor Vélez García, trepado en el carácter casi dictatorial que le otorga su cargo y con una arrogancia digna de mejor causa, gritó enfurecido que si el Congreso y el Gobierno querían fútbol gratis, él estaría presto a hacerles llegar la correspondiente factura.

Lo anterior, como saben los lectores, porque a partir del próximo 20 de enero habrá un nuevo patrocinador extranjero del insufrible fútbol colombiano, y todo aquel que quiera perder su tiempo y aburrirse de lo lindo frente al televisor, tendrá que pagar.

En otras palabras, vale decir que el tormento que antes se les daba gratis a los sufridos aficionados, de ahora en adelante tendrá un precio, que por módico que sea resultará carísimo, dada la calidad de lo que se en la pantalla, donde lo más atrayente son las tribunas vacías, algo apenas natural ante la precariedad del espectáculo.

Para justificar el “pagar por ver” que ahora han establecido quienes manejan al fútbol – a las patadas – como corresponde, los que a costa de ese deporte se enriquecen con negocios y negociados, traen como incentivo las “contrataciones estrella” de algunos veteranos que después de deambular por cuanto equipo pudieron, regresan por fin a terminar, mal que bien o como puedan, su ciclo activo.

Miguel Angel Borja, Adolfo Andrade, Adrián Ramos, Ayrton del Valle, Carmelo Valencia, Jeferson Duque, gastados, trasnochados, trajinados, todos con sus treinta y pico de años a cuestas, son los imanes para atraer la cauda de quienes todavía tienen hígados para perder tardes sabatinas o dominicales en esos estadios que espantan.

Y a ellos, como se estaba en época de regalos y presentes por la Navidad y el año nuevo, podría agregárseles el intercambio de paquetes con regalos que se hicieron entre sí los presidentes de los equipos, trastocando unos regulares por otros iguales o peores, con el fin de “renovar” sus nóminas y engatusar de nuevo a los cándidos hinchas de unos cuadros que a veces dan grima, con la excepción ya conocida de unos cinco o seis que abusivamente califican dizque de grandes.

Para que no todo sea ganancia con padrenuestros ajenos, lo justo sería enviarle también al señor Jorge Enrique Vélez y a todos los dueños de los equipos, la respectiva factura por el uso gratis que hacen de los estadios, a cuya construcción y mantenimiento ninguno aportó ni aporta un solo peso, con la honrosa excepción del Deportivo Cali.

Fueron y son escenarios deportivos construidos con dineros de la ciudadanía, por los municipios o los departamentos, sin que Alianza, Patriotas, Rionegro, Fortaleza, Equidad, Chicó, Nacional, Millonarios, Santa Fe o Medellín, Junior, Magdalena o Cúcuta, entre otros, se hayan metido la mano al dril para levantarlos.

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Y sin embargo es allí donde se enriquecen a pesar del pésimo espectáculo que brindan, por lo que no es tan descabellado eso del fútbol como deporte nacional.

TWITERCITO: Ahora que la Dian está en su implementación, sería una buena forma de agilizar eso de la electrónica. Si factura va p’allá factura debe venir p’ acá.

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