La aceptabilidad del gobernante por parte de los ciudadanos es clave para que la cuarentena y las otras medidas contra el coronavirus sea exitosa en la ciudad más grande y de mayor concentración poblacional del país
De manera muy breve, el estudio de la histeria es clave en la historia del psicoanálisis desde sus comienzos. La teoría la define como una clase de neurosis, entendiendo por esta una enfermedad mental que hace de la represión una defensa. “A la histérica la posee el deseo de dominar el deseo, lo cual la deja en una eterna insatisfacción ya que al deseo no lo domina nadie” (https://www.cristinadaneripsicoanalista.com/una-aproximacion-la-histeria/). Esa insatisfacción produce toda clase de comportamientos histéricos: la megalomanía, el deseo de sobresalir y opacar al otro, el comportamiento histriónico y voluble, la ira y la extrema calidez, etc. (http://www.aperturas.org/articulo.php?articulo=857). Aunque la cita se refiere a las mujeres, es importante señalar que también hay hombres histéricos.
Yo no soy nadie para decir que la alcaldesa es histérica. Solo me refiero a sus comportamientos, conocidos públicamente, que son típicos de esa neurosis. Los ya reiterados desafíos al presidente; primero, decidiendo por el país, que había que apagar la economía (como si fuese soplar y hacer botellas y como si los recursos del estado fueran infinitos) y cuestionando de manera destemplada, la duración de la cuarentena (y luego alabando la extensión de la misma que Duque hizo, queriendo mostrar, ella, que hizo plegar al presidente); por esos días, ofreció, además, con fondos del Distrito toda suerte de subsidios, que en su incapacidad no ha podido cumplir; protestó, adicionalmente, por el uso en calidad de préstamo del Fondo de Ahorro y Estabilización (FAE) y el Fondo de Pensiones Territoriales (Fonpet), como si su disposición fuese inconstitucional, en una situación de emergencia nacional manifiesta; después, las declaraciones en W radio, este pasado viernes, según las cuales “si la ocupación de las UCI llegan al 70%, volvemos a la cuarentena”, desafiando de nuevo las facultades presidenciales de Duque, que es el único que tiene la potestad de tomar esas determinaciones. López es una camorrera irredenta, estimulada por su afán de figurar a cualquier costo. No lo puede evitar.
A propósito de los subsidios, ante las crecientes protestas sociales por su incapacidad de hacérselos llegar a los sectores más vulnerables de la población bogotana, decidió echarle la culpa al Gobierno y a los entes de control, quienes supuestamente habían impedido que los recursos fluyeran. El asunto es que su desidia puede llevar a graves confrontaciones sociales en la capital, algo que sería supremamente grave para Bogotá y el país. Gritar y prometer no son sinónimos de gobernar.
Motivada por una encuesta de opinión que arrojó, en su momento, que ella tenía un 81% de aceptabilidad, y tal vez, ansiosa por saber cómo le estaba yendo después, contrató, con recursos del Distrito, una encuesta propia, para saber cómo le iba. En su megalomanía, no entiende que esos recursos deben ser aplicados a atender la emergencia por el covid-19, y, que, si quiere conocer su estado de aceptación, debe financiar la encuesta con recursos propios. (Creo, de paso, que esto debería ser investigado por los entes de control y que debe prohibirse a los funcionarios, desde el presidente hasta el alcalde del pueblo más pequeño de Colombia, hacer encuestas o publicidad sobre sus acciones con dineros públicos. Esa es una fuente de corrupción).
Todos estos ejemplos muestran que la señora López no soporta que haya una autoridad por encima de ella y que busca, por todos los medios, tomar el control y competir ante la opinión pública sobre quién gobierna a quien. No es solo un asunto de rivalizar políticamente porque haya concepciones encontradas, que, en efecto, existen. Hay, por supuesto, una actitud política, pero, el punto es que está determinado por un comportamiento histérico.
Ahora bien, la persistencia de ese comportamiento histérico está afectando su legitimidad y, lo que es peor, a Bogotá. La aceptabilidad del gobernante por parte de los ciudadanos es clave para que la cuarentena y las otras medidas contra el coronavirus sea exitosa en la ciudad más grande y de mayor concentración poblacional del país. Las aglomeraciones que se muestran en la televisión en algunos populosos barrios capitalinos son muestra de que no la respetan ni obedecen. Las crecientes protestas sociales, son indicativas de que hay algo que no está haciendo bien, que su inacción está exacerbando a la gente y que está sentada en un volcán que está haciendo ebullición. Más que en una encuesta, debería fijarse en este tipo de manifestaciones ciudadanas. ¡Ah! Y por favor no culpe al presidente. El hombre lo está haciendo bien, según todo indica y la opinión pública admite. Y en esto, su accionar ponderado y abierto, sin afán de protagonismo, dejándose asesorar y buscando equivocarse lo menos posible tiene mucho que ver.