En resumen, el presidente Duque es confiable porque cumple lo que dice y lo hace de manera transparente
John Austin, filósofo inglés, escribió el siglo pasado el libro titulado Cómo hacer cosas con palabras, para referirse al hecho lingüístico de que el uso de ciertas expresiones, en el momento y con las condiciones adecuadas, cuando uno dice una palabra está produciendo un hecho; por ejemplo, cuando un sacerdote o un juez dicen “Los declaro marido y mujer” frente a una pareja que está celebrando una boda, de hecho, esta queda jurídica o religiosamente casada, con las consecuencias legales y/o morales que ello trae. En la pragmática, se llaman “actos perlocutivos”.
En política, una promesa debería ser un acto perlocutivo, cumpliendo lo que se ofrece, pasando del dicho al hecho. Eso produciría confianza, certeza y transparencia, valores bien escasos en nuestro medio y que se requieren para construir una democracia consolidada
Por ejemplo, si usted dice que va a combatir el narcotráfico con el objetivo final de eliminarlo, con sus actos eso es lo que tiene que ocurrir. Es el caso del presidente Duque, según las cifras que muestra el informe de la ONU para 2018. Alguno puede decir que una reducción de 2.000 hectáreas de coca difícilmente puede considerarse un éxito, cuando la extensión que se encontró el gobierno fue de 200.000 o más, pues significaría una reducción de apenas el 1%; y, agregarían, ingenua o perversamente, que a ese ritmo se requerirían ¡¡¡50 años!!! para acabarlas.
Pero ese es un argumento falaz porque no sólo se detiene la tendencia al crecimiento desbordado heredara del gobierno de Santos, que pasó de 65.000 hectáreas a las 200.000 antes señaladas en 7 años, sino que la quiebra; y esto tendrá un efecto sicológico, pues muestra la voluntad política real de acabar con ese desafío mortal para la supervivencia de la nación, a lo que se suma que se podrá disponer de mayores recursos tecnológicos y económicos para doblegar esa amenaza y legitima las estrategias del gobierno ante la opinión pública nacional e internacional, todo lo cual producirá un efecto dominó que aumentará drásticamente el porcentaje de las hectáreas erradicadas y la prevención de la resiembra. Es un gran triunfo de Duque.
Podría citar otras promesas, como la de que respetaría el acuerdo con las Farc, la cual está cumpliendo, dentro del marco de la ley y de sus responsabilidades. En resumen, el presidente es confiable porque cumple lo que dice y lo hace de manera transparente. Y que quede claro que esas virtudes cívicas que admiro no nublan mi juicio cuando debo criticar algunos de sus actos. Como la manera como permitió que el ministro Carrasquilla presentara la reforma tributaria o la manera como ha manejado el concepto de representación en su gobierno. Pero no es lo mismo criticar a alguien sabiendo que es confiable, lo que garantiza estabilidad, que ser un mentiroso
En este punto, un posible lector crítico podría decirme que es imposible que un político cumpla todas sus promesas. Yo acepto eso. Las circunstancias cambian y la política con ellas. A veces aquellas obligan a que un gobernante diga una cosa y haga otra. Eso es inevitable. Y en esos cambios hay que explicarle a la opinión pública el cambio de posición. Es lo que sucedió precisamente con el proyecto de reforma tributaria, dado el déficit y la necesidad de inversión social. Pero aun en este caso, Duque fue sensible a la voz de los ciudadanos y mitigó las cargas tributarias más difíciles para la mayoría, como el aumento del IVA generalizado a la canasta familiar.
Así las cosas, lo que hay que evaluar aquí la trayectoria en el tiempo en lo que atañe al cumplimiento de las promesas. Nadie las cumpliría todas, es imposible, pero podría explicar la causa de sus incumplimientos, pero lo que sí debería hacer el político es realizar todas las que lo sean, y abstenerse de prometer conscientemente aquello que no puede hacer. Y en todo caso, debería siempre distinguir las que incluyen principios o políticas estratégicas del país, de las que no lo son.
Es lo que no hacen ciertos políticos. Ellos mienten a conciencia sólo para ganar electores y cuando llegan a al poder o están en campaña electoral hacen exactamente lo contrario a lo que expresan como su ideario fundamental o sus compromisos irrenunciables con los ciudadanos. No hacen las cosas que sus palabras dicen.
Es el caso de Santos, que afirmó que respetaría los resultados del plebiscito, pero los desconoció y se los impuso al pueblo colombiano. O de Petro, que dice estar contra el maltrato a las mujeres, pero apoya a un maltratador. Se las da de transparente y luchador contra la corrupción, pero lo pillan con bolsas llenas de dinero. O de alias Santrich, que aseguró que se presentaría a la Corte Suprema de Justicia, pero escapó.
Podría llenar hojas con más ejemplos, pero cito los más evidentes. Hagan ustedes su propia lista. Estos individuos son los fieles exponentes, no sólo de la mentira, sino de traición a su pueblo y hasta del propio lenguaje.