La fuga de cerebros es un problema latente en países de América Latina como México y Colombia. Para los expertos, este fenómeno revela la dificultad que tiene el país para capturar y cuidar a profesionales talentosos con estudios de alto nivel.
En 2012, Ana María Gómez Marín, ingeniera química de la Universidad Nacional, regresó de España después de hacer un doctorado en Electroquímica, Ciencia y Tecnología en la Universidad de Alicante. Llegó con una meta clara: desarrollar su carrera en Colombia y retribuir el conocimiento logrado tras años de estudio e inversión.
El panorama que encontró Ana María fue desalentador: durante dos años estuvo buscando una oferta laboral estable que se ajustara a sus conocimientos y a su perfil, pero no la encontró. “A mitad de 2013 empecé a trabajar con una institución de educación superior en Medellín, pero eso implicaba que solo estaba contratada por cuatro meses y luego diez, porque un año después la institución decidió contratarme por el año académico”, señala.
Durante meses, Ana María buscó una oferta en una universidad pública pero tampoco tuvo suerte porque, según ella, los procesos para aplicar a estas instituciones de educación superior no eran claros. “Tras dos años sin una oportunidad estable y sin condiciones laborales justas, decidí aplicar a un posdoctorado en la Universidad de Sao Pablo, en Brasil, donde las condiciones fueron claras, el proceso fue corto y resulté elegida”, puntualiza.
Así, en 2015, la ingeniera química decidió guardar la alegría con la volvió a su país para volver a partir. Desde ese año reside en Brasil, donde además será contratada como docente de la universidad donde adelanta sus estudios posdoctorales.
Como ella, muchos colombianos con nutridos estudios de maestría o doctorado tienen que partir a causa de la poca oferta laboral, las difíciles condiciones del mercado y, en ocasiones, el apoyo reducido para desarrollar investigaciones de alto impacto.
A este fenómeno de migración de talentos se le denomina fuga de cerebros, un concepto acuñado por la prensa británica de los años 60 para explicar el flujo de profesionales hacia otros países, con el objetivo de continuar con sus estudios, desarrollar sus investigaciones académicas o encontrar mejores oportunidades y garantías laborales.
Sin embargo, para el profesor Gustavo Zuluaga, uno de los fundadores del pregrado de Astronomía de la Universidad de Antioquia, es más correcto hablar de “captura de cerebros”, dado que el problema no consiste en que los profesionales emigren a otros lugares, pues “la formación en ciencias requiere que la gente se mueva por el mundo”, sino en que el Estado no brinde condiciones adecuadas para que estos quieran regresar.
Pero esa captura de cerebros no solo debe darse con los profesionales colombianos, sino también con el capital humano extranjero. Según Carlos Soto Lombana, docente de la Facultad de Educación de la Universidad de Antioquia, sociedades científicas de países como Estados Unidos están compuestas no solo por nacionales, sino también por científicos de otras nacionalidades.
A este respecto, Soto Lombana señala que si la sociedad científica de Colombia quiere crecer, tendría que “pensar en un sistema que no solo retenga el talento colombiano, sino también que atraiga el talento extranjero”.
Sin embargo, una solución a esta problemática parece lejana, pues no hay una cifra clara de cuántos colombianos se encuentran en esta situación lo que, en palabras del profesor Soto Lombana, “devela un desinterés y una falta de voluntad institucional para reconocer la gravedad del asunto y formular políticas claras al respecto”.
En la columna de opinión La profesión va por dentro. Nadie sabe lo de nadie, de Sergio Roldán Gutiérrez, publicada por EL MUNDO el 23 de mayo de este año, el autor señala que los jóvenes profesionales del país salen de las universidades cada vez más preparados, con manejo de un segundo idioma, posgrados, “con un par de sellos en el pasaporte y el nivel de lectura arriba del promedio nacional” y que, sin embargo, no son bien remunerados.
Esta es una de las razones por las cuales muchos profesionales, especialmente con estudios de doctorado, deciden salir del país en busca de mejores condiciones salariales y de mayor estabilidad laboral.
Tal fue el caso de Ana María Gómez Marín, quien considera que el tiempo y dinero que invirtió en sus estudios de posgrado no se veían retribuidos con los suelos y condiciones labores que ofrecían los empleadores colombianos. Igualmente, sentía que no tenían el mismo grado de compromiso, respeto y confianza para con los profesionales. “Muchas universidades en el país tienen la necesidad de contar con doctores por los requisitos impuestos por la acreditación, pero no porque sean conscientes de la utilidad de un profesional con esa formación”, menciona Gómez Marín
Frente a esto, John William Branch, profesor titular de la Universidad Nacional de Colombia y director del Grupo de Investigaciones y Desarrollo en Inteligencia Artificial- Gidia, señala que esta situación se da porque muchas organizaciones consideran que los doctores están “sobrecalificados” para ejercer sus labores.
Por esto, los profesores Branch y Soto Lombana concuerdan en que es necesario que el Estado, la universidad y las empresas privadas formulen alianzas para permitir el ingreso de profesionales con alto grado de formación al mercado laboral y que, dentro de las organizaciones, le apuesten a realizar investigaciones de gran alcance.
Branch enfatiza que esta unión “mejoraría la calidad de vida de todos los colombianos”, pues fomentaría la investigación y la innovación no solo en los procesos productivos el país, sino también en otras áreas fundamentales como el medio ambiente, la economía y el posconflicto.
Por su parte, el docente Gustavo Zuluaga señala que, en el caso de las ciencias puras, esta alianza no es tan efectiva, pues el profesional de estas áreas quiere desarrollar investigaciones independientes y no vinculadas a los asuntos productivos, por lo que recalca que la principal tarea del Estado “es apoyar las investigaciones sin importar el área del conocimiento de los profesionales”.
Según Colciencias, desde el 2009 y hasta la fecha, ha financiado a 1.922 profesionales colombianos “para que realicen sus estudios en el exterior”, con una inversión que se acerca a los $700.000 millones. Estos créditos condonables tienen como requisito que el profesional vuelva a su país para hacer una transferencia de conocimiento.
Igualmente, Colciencias ha señalado que, con miras evitar la fuga de cerebros, acompaña esos proyectos de formación con la vinculación del talento formado al Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (SNCTeI), para lo que ha invertido $18.400 millones en 2018.
Así mismo, la entidad cuenta con convocatorias públicas para acceder a financiación de investigaciones que, según información oficial, buscan apuntarle a generar conocimiento de clase mundial y un impacto positivo en el país.
Pese a estas iniciativas, Carlos Soto Lombana considera que los recursos invertidos por el Estado para fomentar la investigación siguen siendo marginales, teniendo en cuenta que el presupuesto total de Colciencias para el 2018 es de $337.600 millones, “lo que representa un porcentaje mínimo de nuestro PIB”.
Para Soto Lombana, esta inversión no es compatible con un país que “quiere transformar la sociedad y diferenciarla a través de este tipo de proyectos” que, además, son transversales a todas las áreas del conocimiento y desarrollo de Colombia.
Por esto, el experto insta al Estado para que invierta lo suficiente en innovación, ciencia y tecnología, “porque incluso para pensar en los proyectos productivos del posconflicto es necesario tener desarrollos tecnológicos importantes”.
Por su parte, el profesor Zuluaga enfatiza que para saldar la deuda del Estado con la investigación, debe plantearse “la creación de un instituto de todas las ciencias, es decir, una entidad que contrate científicos de todas la áreas”, que los remunere bien y que contribuya al desarrollo del país.
Entre tanto, Ana María espera que las condiciones del país mejoren para poder retornar y compartir lo que ha aprendido durante sus años de formación. Para ella, el Estado debería ser consciente de que muchos talentos fugados se forman con el dinero público y que, por esto, deben mejorar el sistema y brindar todas las garantías para que se dé la transferencia de conocimiento.
“Yo siempre quiero volver, mis raíces están en Colombia. Pero mientras las oportunidades labores no mejoren, me es imposible volver”, sentencia la profesional.