Juan Gossaín, lo pronosticó: “nos ahogaremos en el ostentoso pantano de la podredumbre moral”.
Colombia ocupa el indigno puesto 101, entre 180 países, en el ranquin de corrupción mundial. La nación menos corrupta es Dinamarca y la más corrupta es Somalia. La revista Semana, en una edición de hace algunos meses, publicó que “existe una histeria por la corrupción”. No voy a hablar en este artículo de grandes ligas, como: Saludcoop, Reficar, Caprecom o Cafesalud. Me voy a referir a cinco casos de corrupción, todos con cifras astronómicas e impensables, que producen náuseas. Las coimas y sobornos, que en su momento no tenían tantos ceros, hoy ostentan cifras tan grotescas que parecen de ciencia ficción. Ya no es una urdimbre de “chichipatos”, podría decir alguien en la sala de una casa.
Comenzaré, con lo más reciente: el caso Carlos Julián Bermeo, en donde se habla de haber negociado por USD$2 millones el freno de la extradición de Santrich, de acuerdo con los audios presentados por la Fiscalía dentro de la audiencia de imputación de cargos al fiscal de la JEP. Uno de ellos tiene este contenido impúdico: “¿Qué plata es esa? Aquí hay US$ 500.000, es lo único que te puedo mostrar ahorita; tengo USD$ 1.5 millones más en la camioneta, tenía USD$ 2 millones. La cuenta es la siguiente: no te puedo dejar ir con la plata hasta que yo vea ese trabajo. La plata y el trabajo, esa es la única condición”. ¡Sí, USD$ 2 millones!
Vamos con otro caso aberrante: el exviceministro de transporte y director encargado de Inco, Gabriel Ignacio García Morales, condenado por recibir una coima de USD$ 6.5 millones de parte de la nefanda multinacional Odebrecht, por garantizar que la licitación de la Ruta del Sol tramo II fuera asignada a los brasileños, muestra los poderosos tentáculos de la podredumbre, que incluyeron adiciones de contratos, lo que reflejó en corruptela coimas totales en Colombia de USD$ 11 millones. Tras confesar los hechos, se convirtió en el primer capturado y condenado a una pena de 5 años y 2 meses de prisión, que purga en la cárcel La Picota. ¡Sí, USD$ 6.5 millones!
Y sigamos esta lista ludibriosa: Samuel Moreno Rojas, exalcalde de Bogotá, fue condenado inicialmente a 24 años y 8 meses de prisión, por un desfalco a través de un contrato para el servicio de ambulancias del Distrito (10% sobre un contrato de $ 67.000 millones), y el 15 de febrero de este año, nuevamente condenado a 39 años y 8 meses de prisión, por irregularidades en la fase III de Transmilenio, malla vial y valorización. Y eso que queda pendiente otro caso, por la adjudicación del contrato Tunjuelo-Canoas, en donde en asocio con su hermano habrían recibido sobornos por $ 1.000 millones. Totalizar todo es muy difícil, pero la suma corrupta es multimillonaria.
No paremos, vámonos para noviembre de 2014, cuando el hijo del narcotraficante Miguel Rodríguez Orejuela, de nombre William, dijo públicamente que el extinto cartel de Cali financió la campaña a la Presidencia de Ernesto Samper con USD$ 10 millones (USD$ 4 millones en la primera vuelta y USD$ 6 millones en la segunda vuelta), a cambio de facilitar una ley para que el cartel de Cali se sometiera a la justicia. ¡Sí, USD$ 10 millones!
Y cómo no aludir el cartel de la toga, donde miembros esclarecidos de la Corte Suprema de Justicia, obtenían dineros a cambio de demorar (engavetar) procesos, o desviarlos en favor de quienes sobornaban. Allí quedaron en letras de mármol: José Leonidas Bustos, Francisco Ricaurte, Camilo Tarquino, Gustavo Malo y Luis Gustavo Moreno, entre otros. Musa Besaile adelantó USD$ 2 millones (después de regatear de USD$ 6 millones que le pidieron), a Luis Gustavo Moreno y magistrados por frenar su captura en proceso por parapolítica. ¡Sí, USD$ 2 millones!
Definitivamente las desbordadas coimas ya son en millones de dólares, ni siquiera en pesos colombianos. Y las cifras son tan elevadas que ya perdieron el techo, porque cada vez son más flagelantes. Sobornar se ha vuelto un ejercicio ignominioso de sujetos sin escrúpulos que se levantan en rama el billete. ¿Cómo harán y de dónde lo sacarán? Las que vendrán, serán superiores: es una casa sin techo, esta carroña. Juan Gossaín, lo pronosticó: “nos ahogaremos en el ostentoso pantano de la podredumbre moral”.