Su devolución a Colombia por parte de los Estados Unidos, país cansado por la llegada de tanto antisocial hasta de aparente buena estirpe, se convierte en una oportunidad – aunque intangible- para que los colombianos sepan que todavía puede ejercerse un poco de esa justicia que se hizo igual para todos
Resulta una delicia y un halago para todos los colombianos que usted, respetado señor Alejandro Lyons, vaya a convertirse en los próximos días en otro huésped ilustre de alguna de las cárceles de este pobre país, urgidas de albergar en su interior gente de categoría.
Que inmensa dicha es tener de regreso a esta patria tan necesitada de valores y ejemplos, a alguien que como usted ya hizo en los Estados Unidos una especie de curso preparatorio de inducción, luego de haberse matriculado con el respaldo de altas notas conseguidas en su propia tierra.
Queremos sus compatriotas brindarle la recepción que por sus calidades y cualidades de hombre probo y de bien se merece, y no dejar pasar inadvertido ni desaparecido para la historia un retorno tan esperado.
Ya nos lo imaginamos descendiendo por la escalerilla del avión a paso lento y cuidadoso, debidamente escoltado y posando sonriente para los fotógrafos y camarógrafos que van a registrar en periódicos y canales sin singulares poses, y agitando sus manos para saludar a los agradecidos que enriqueció años atrás y que seguramente irán a recibirle.
Entre ellos los beneficiarios de su novedoso programa sobre la hemofilia, dispuestos a sangrar de nuevo por si algo del precioso líquido rojo llegara a necesitarse para su beneficio.
El gobierno, estamos seguros, fiel a su inquebrantable política de ensalzar y reconocer los aciertos de sus pares, debe estar ya integrando el pomposo comité de recepción que lleve la representación de lo más granado de la administración, para que quede constancia histórica del respaldo que le brindó y las facilidades que puso a su disposición para la encomiable labor que adelantó meses atrás.
No le vaya a pasar a usted lo que a otros colegas suyos de manejo de bienes públicos que llegaron de incógnitos sin avisar, a bordo de unos vuelos fantasmas que por no ser conocidos impidieron que fueran objeto también de una recepción acorde con sus merecimientos.
Y en esos casos sí que fue más notoria la ausencia de los poderosos beneficiarios de su manirrotismo, tan ávidos ellos para recibir millones a manos llenas y tan avaros cuando de devolver favores y agradecimientos se trataba, sobre todo en momentos en que la solidaridad debiera estar un ápice presente
De todas maneras, respetable señor Lyons, su devolución a Colombia por parte de los Estados Unidos, país cansado por la llegada de tanto antisocial hasta de aparente buena estirpe, se convierte en una oportunidad – aunque intangible -- para que los colombianos sepan que todavía puede ejercerse un poco de esa justicia que se hizo igual para todos, sin odiosas excepciones ni favorecimientos inadecuados.
Por todo lo anterior, y obrando en consecuencia con lo que a veces ordenan los honorables magistrados de la Corte Suprema de Justicia, el acucioso director del Inpec ya debe estar haciendo las averiguaciones del caso para asignarle la celda que le corresponde y que por tantos méritos usted se ganó y merece.
Ante tantos compatriotas que deben estar haciendo fila en Estados Unidos deseosos de retornar a esta tierra, su llegada debe ser celebrada, así ella no sea en vuelo chárter sino en línea comercial, y no acompañado de turistas felices que también vuelven, sino de agentes norteamericanos de cualquiera de esas entidades que allá si hacen cumplir y respetar la ley.