Si tuviéramos organismos de control serios e independientes ya estarían sumando y evaluando esos gastos de publicidad en pequeño y en grande.
Si usted lee prensa, escucha radio, ve televisión nacional, usa redes sociales o circula por calles y carreteras de Colombia, ha advertido la proliferación de publicidad alusiva a las obras o logros diversos que supuestamente dejan los alcaldes y gobernadores próximos a dejar sus cargos.
Es una vieja costumbre que en los últimos periodos se ha ido acrecentando, en ciertos casos de manera descarada. Es justo reconocer que no sucede con todos los gobernantes y no propiamente porque unos hayan hecho menos obras que otros. Esa no es la medida, la medida es el tamaño del ego, la capacidad de despilfarro, las aspiraciones políticas o todas juntas.
Analicemos la génesis de todo esto. ¿Para qué elegimos a los gobernantes y con qué les pagamos? Los elegimos con el fin de que hagan obras y, en general, mejoren nuestras vidas con nuestros impuestos como también con nuestros impuestos les pagamos por ello. En resumen, los elegimos para que cumplan la Constitución, que no es otra cosa que su manual de trabajo. Es sencillo, ¿no?
Ahora, esas obras y logros se deben mostrar solos y sentirse en una mejor calidad de vida por los habitantes de sus jurisdicciones. Si no se ven o se sienten pues simplemente no sirvieron de nada o sus anuncios son falsos.
Sea lo que fuere, sobra que los ciudadanos seamos saturados por parte de los gobernantes con avisos, comerciales, pautas o publirreportajes -muy engañosos- o vallas para contarnos obras y logros. ¿No deben hablar obras y logros por sí mismos?
Esas obras se deben mostrar solas y sentirse en una mejor calidad de vida de los habitantes
¿Cuánto están gastando esos cientos de alcaldes y gobernadores del país para mostrar sus realizaciones? ¿Son tan poco evidentes o tan dudosas que hay que publicitarlas? ¿Ese gasto público en qué beneficia a los ciudadanos? ¿En cuántos casos es una campaña electoral extemporánea y, además, con dineros públicos?
Por otro lado, existen las rendiciones de cuentas públicas y ante las corporaciones respectivas, casi siempre cubiertas por los medios. Eso debería bastar. Que los ciudadanos las quieran ignorar no significa que haya que embutírselas desde el desayuno a pedazos y adobadas. Además, jamás se pueden comparar una valla publicitaria o un comercial con un informe detallado de cuentas.
Si tuviéramos organismos de control serios e independientes ya estarían sumando y evaluando esos gastos de publicidad en pequeño y en grande. (Les dejo el reto). Encontrarían grandes y despilfarrantes sorpresas presupuestales. Igualmente, se sabría cuántos de esos anuncios son verdaderos, cuántos son inflados y cuántos corresponden a esfuerzos mayoritariamente ajenos, como por ejemplo a gobiernos anteriores o de otros ámbitos o niveles territoriales.
Es que muchos alcaldes y gobernadores suelen con bombos y platillos anunciar como propios o exclusivos resultados de gobiernos nacionales o logrados con el concurso de municipios cercanos, departamentos, Nación, otras entidades descentralizadas o entes privados, al igual que obras que se topan en el camino a punto de ver la luz al final del túnel bastándoles casi solo el tijeretazo. Incluso, se dan el lujo de apecharse obras que pagamos so pretexto de dudosas valorizaciones que, en últimas, es lo mismo para todas: las pagamos con nuestros dineros, con el que se dejan de robar que tanto pasa aunque, justo es decirlo, no siempre, qué tal.
Indulgencias con padrenuestros ajenos.
Listo, hay que cacarear los huevos, pero que sean los huevos propios y no los huevos del vecino, y que tampoco la cacareada salga más cara que los huevos.
Resulta que les tenemos que agradecer por cumplir las leyes y la Constitución y hasta por no robar. ¡Háganme el bendito favor!
No, pues, benignísimo alcalde o gobernador de infinita caridad, que tanto amasteis a estos zánganos, que les disteis en vuestro gobierno la prenda de vuestro amor, para que hecho obras en las entrañas de un presupuesto nutrido por nuestro esfuerzo naciesen en un territorio para nuestra salud y remedio; yo, en nombre de todos los mortales, os doy infinitas gracias por tan soberano beneficio de haber pensado en grande y contado con vos. En retorno de él os ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de vuestro gobierno humanado, suplicándoos por sus divinos méritos, por las incomodidades en que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en nuestro municipio o departamento, que dispongáis nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido, con tal desprecio de todo lo terreno, para que nosotros como recién nacidos tengamos en ellos su cuna y moremos eternamente. Amén.