Lo único que hicieron fue fortalecer y reafirmar la oposición y rechazo de esos ocho millones de colombianos a todo cuanto huela a gobierno y uribismo
“Una cosa piensa el burro y otra el que lo está enjalmando” según reza el refranero popular, sabia sentencia perfectamente aplicable al ambiente político que se vive en Colombia, polarizado al máximo y sin asomos por ahora de alguna mejoría que lo reduzca.
Se menciona el asunto por la reiterada manifestación del presidente en el sentido de que no desmayará en su propósito de unir a todos los colombianos, loable empeño que parece tener entre sus propios correligionarios a los principales opositores.
No de otra manera se entiende la torpe e injusta posición asumida por el Consejo Nacional Electoral que por mayoría de cinco votos contra dos, negó la personería jurídica al movimiento Colombia Humana, acaudillado por Gustavo Petro, no obstante haber alcanzado ocho millones de votos en la segunda vuelta presidencial, no sin antes haber puesto a temblar a buena parte del país.
Si es así como piensan ayudarle al primer mandatario de la nación en su ponderada tarea de unificar a los colombianos, apagá y vámonos, porque con esa decisión lo único que hicieron fue fortalecer y reafirmar la oposición y rechazo de esos ocho millones de colombianos a todo cuanto huela a gobierno y uribismo, pues desde ningún punto de vista es concebible desconocer la aguda y peligrosa polarización reinante.
El leguleyismo y la politiquería sí que la supieron aplicar al pie de la letra estos cinco magistrados del Consejo Nacional Electoral: Emiliano Rivera, liberal; Carlos Camargo y Ángela Hernández, conservadores; Yolima Carrillo, de Cambio Radical y Felipe García, del Centro Democrático, en quienes pudieron más el resentimiento, el odio y la venganza que los intereses del país.
Estos últimos, contrario a lo que puedan creer esos fieles exponentes de la politiquería barata, no son los de Gustavo Petro, ni mucho menos, sino los de todos los ciudadanos que anhelan una Colombia menos enfrentada entre sus propios hijos, y una reconciliación como la que proclama Iván Duque.
“Yo no reconozco enemigos”, declara a los cuatro vientos el primer mandatario de la nación, pero otra cosa muy distinta creen y aplican sus correligionarios del uribismo, y aquellos que a última hora y con gran oportunismo, se subieron al carro de la victoria en procura de alcanzar algún día las migajas que caigan de la mesa principal.
Con Gustavo Petro se pueden tener las mayores diferencias; señalarlo de ególatra, presumido, soñador, exguerrillero, de todo lo que se quiera, pero negarle los ocho millones de votos que personificó en la pasada contienda electoral, es caer en el ridículo y desconocer la realidad política nacional.
Guarismo extraordinario para un movimiento de oposición, el cual podrá fortalecerse aún más en el futuro inmediato, pues no le faltarán razones ni motivos para que así sea, dados los primeros anuncios gubernamentales con medidas nada populares ni benéficas para las mayorías.
En su aridez cerebral creen estos cinco integrantes transitorios del Consejo Nacional Electoral y los partidos o movimientos que representan, que con su atravesada posición podrán borrar de un día para otro la voz opositora del excandidato presidencial, inclusive pasándose por la faja lo dispuesto en el nuevo estatuto de la oposición, es caer en el ridículo y actuar con la más crasa ignorancia.
Si algo puede hacer el presidente Iván Duque para concretar su anhelada “unión de todos los colombianos”, es aprovechar la natural luna de miel que disfrutan todos los gobiernos en sus primeros meses, y hacer sentir su voz y su poder para que un renovado Consejo Nacional Electoral rectifique en las próximas semanas, la equivocada decisión que se comenta.
De lo contrario él y todos los colombianos que anhelan esa misma unión, seguirán siendo los que ajusten la enjalma, mientras los parásitos de los partidos continuarán desempeñando el papel de las mulas muertas que se atraviesan en el camino.
TWITERCITO: Duque: Los barcos en dificultades tienen que deshacerse del lastre para no naufragar.