En Colombia nos apura el populismo apalancado en el hambre, la pobreza, la violencia y el narcotráfico como producto de una pésima gestión centralista y sin escrúpulos desde hace ya muchas décadas.
El asunto está claro: el populismo en esta región del continente tiene origen en dos variables íntimamente ligadas como lo son la desigualdad y una clase política tradicional, añeja, corrupta, incapaz e insolidaria que contribuyen a la inestabilidad de su sistema económico del cual se han aprovechado unos cuantos encantadores de serpientes como Lula, Mujica, Maduro, Evo, Correa y Petro, para hacerle creer a un importante segmento de la población de que ha llegado la hora de cambiar nuestro sistema y que los salvadores de estos terruños, nacidos de las entrañas del Foro de Sao Pablo, son los poseedores de las pócimas extraídas de aguacates, berenjenas y lechugas como fórmula mágica de salvación.
Con relación a la primera variable se precisa decir que en América Latina, tanto la desigualdad como la pobreza, han sido relegadas a un segundo plano por parte de los gobiernos de los países que la conforman para darle prioridad al crecimiento económico como única salida al problema. Estudios serios publicados por Oxfam en su documento intitulado Privilegios que niegan derechos: Desigualdad extrema y el secuestro de la democracia en América Latina han demostrado que si entre los años 2011 y 2019 la desigualdad fuera reducida en al menos cinco puntos, alrededor de unos 17,4 millones de personas estarían por fuera de la pobreza; pero si el ejercicio fuese al contrario, o sea, si se aumentara en cinco dígitos dicha desigualdad, esta produciría unos 18 millones de nuevos pobres.
Por otra parte, el mismo documento relata que hasta hace pocos años, la población pobre de esta región ascendía al 44% pero se redujo al 28% en el 2012 (reducción de un poco más de 60 millones de personas), pero la desigualdad del ingreso per cápita sigue siendo la más alta del mundo.
Así las cosas, dicha desigualdad encarna un peligro inminente sobre la sociedad en general de la región, pues tiende a incrementar la pobreza a velocidades insospechadas, alimentando los cordones de miseria de las principales ciudades, el abandono del campo, el incremento incontrolado de bienes y servicios y, por supuesto, la generación de violencia, lo que se traduce en un caldo de cultivo para el populismo rampante que ya ha hecho estragos en muchos de los países latinoamericanos y con tendencia a instaurarse, pero que a su vez hace trizas a los partidos políticos tradicionales de los países de la región y sin retorno alguno.
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Urge reducir la brecha existente entre los más ricos y los que menos tienen (que es escandalosa): en el año 2013 el 10% de los más pobres tenían ingresos tan míseros que apenas alcanzaban el 1.3% del total de la región, entre tanto, el 10% con ingresos más altos se quedaba con el 37%. ¡Brutal! Y si se le echa una ojeada a lo concerniente a la riqueza y el patrimonio, el panorama es espeluznante: en el año 2014, el 10% de los más ricos de esta región del mundo acumulaban la bicoca del 71% de la riqueza y el patrimonio, en contraposición de un 70% los más pobres que apenas alcanzaron a acumular un 10% de dicha riqueza. ¡Un verdadero exabrupto¡
Para más señales del porqué de tanto populismo en América Latina, señalemos que entre los años 2002 y 2015 la fortuna de los multimillonarios creció en un 21% promedio anual (creció seis veces más que el PIB de la región que fue de un 3.5% anual) y un 6% más alto que el crecimiento de la riqueza del resto del mundo. Rematemos: los multimillonarios de Latinoamérica, esos que cuentan con fortunas superiores a 30 millones de dólares son más de 14 mil (multipliquen, no más) y con su riqueza se podría eliminar la pobreza extrema de Colombia, Brasil, Guatemala, Honduras, Nicaragua, México y otros cuantos países más. ¿Si ven cómo es el asunto?
En Colombia nos apura el populismo apalancado en el hambre, la pobreza, la violencia y el narcotráfico como producto de una pésima gestión centralista y sin escrúpulos desde hace ya muchas décadas.
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