Algunos jueces gozan de cabal visión

Autor: Alfonso Monsalve Solórzano
18 agosto de 2019 - 12:04 AM

¿Cómo podría tener la Corte tal certeza de la inocencia de Cepeda, si todo dependía de la veracidad o falsedad de las afirmaciones de Uribe, algo que todavía aquella no ha determinado?

Medellín

Alfonso Monsalve Solórzano

Hace pocos días dije que era un filósofo de profesión y abogado amateur, en cuanto los temas de la lógica, la filosofía del derecho y la argumentación jurídica, han hecho parte de ejercicio docente e investigativo. Hoy tocaré, otra vez un tema que atañe a la justicia, desde una posición teórica, la de Chaim Perelman.

Lea también. Derecho sin derecho. Dos casos

La justicia es el valor supremo de un juez, por encima de la verdad, porque esta se encuentra al servicio de aquella. Eso explica el gran Chaim Perelman, uno de los creadores contemporáneos de la teoría de la argumentación, doctor en lógica y doctor en leyes de la Universidad Libre de Bruselas, en numerosos trabajos. Y, para que no quepa duda, enseña que, incluso, hay casos en los que decir la verdad es un delito, como cuando se trata de revelar, por ejemplo, secretos militares o de estado.

Más allá de esos ejemplos límite, dice Perelman, la verdad se establece para que el juez pueda tomar una decisión justa. Y requiere que se levante según procedimientos estrictamente reglados, no sólo en la manera – autorización de una autoridad competente para escuchas, videos, etc., y la prohibición de manipularlos; cadena de custodia, entre otros requisitos- sino también en el tiempo: hay plazos estipulados para presentar las supuestas pruebas. Si no se cumplen estas condiciones, por más que se recolectasen pruebas basadas en los hechos, no tendrían validez jurídica alguna. Una verdad empírica recogida por procedimientos ilegales no es una verdad judicial.

Y todavía queda la interpretación misma de los hechos. En derecho es usual la discusión de si una conducta es o no un delito, por ejemplo, si una muerte fue un acto de legítima defensa o un homicidio y la decisión judicial eleva al rango de verdad la interpretación que se escoge por parte del juez (luego de que surtan todas las instancias establecidas, procedimiento este que prueba que la verdad judicial es objeto de interpretación). Una manera de solventar esta característica es apelar a las pruebas científicas, pero hasta estas han sido discutibles: los avances en las técnicas de lectura del ADN que condenaron o liberaron a más de uno en el pasado, se han mostrado erróneas al aplicarse los nuevos métodos de lectura, mucho más exhaustivos.

Ahora bien, si la justicia es el valor supremo del derecho en las democracias liberales respetuosas de los derechos fundamentales de los ciudadanos, si la verdad debe recolectarse, en ellas, con los procedimientos establecidos y con el fin de que sea el insumo de la sentencia justa, y si la interpretación está en el centro de las decisiones jurídicas, el valor mayor para que un juez administre justicia es la imparcialidad. Este concepto significa que aquel debe afrontar un proceso sin tener preferencias por alguna de las partes -la justicia es ciega-, sin torcer los procedimientos y sin apelar a interpretaciones que deliberadamente perjudiquen a alguna de las partes, todo en cumplimiento de los principios de igualdad ante la ley y el respeto al debido proceso. Si no lo hace, está violando la Constitución que juró defender y destruyendo la majestad de su cargo. Porque no hay nada más perverso que prevalerse del poder que otorga la ley para perjudicar a alguien en los bienes más valiosos: la libertad, la honra y el patrimonio.

Y peor aún, cuando se usa como arma política para destruir a alguien, que no sólo es una persona sino la representación de una idea y una tendencia política, o. al contrario, para favorecer a alguien con el que se tiene ese tipo de afinidades. Veamos sólo dos casos:

Las más de once mil escuchas, que por “error” le hicieron al expresidente Uribe, como reconoció la misma Corte Suprema de Justicia, no bastó para que se declararan ilegales y, por tanto, inutilizables como prueba. Es más, la Corte argumentó que a pesar de que había sido un “error”, algo que parece a todas luces fácticamente imposible, iba a utilizar esas grabaciones en un proceso que llevaba más de un año estancado, por presuntamente haber manipulado testigos contra el senador Iván Cepeda, y que sólo se revive ahora y se cita a indagatoria al expresidente ¡¡¡cuando sólo faltarán 19 días para las elecciones regionales y locales!!! en las cuales se define, en gran parte, el futuro del país. Y para colmo, se niega a hacer públicas las miles de grabaciones, como solicitó Uribe, para garantizar en parte la imparcialidad de su proceso. Y con algo todavía más asombroso: precluyó la investigación contra Cepeda, como si fuese inocente, sin haber juzgado a Uribe y vencido en juicio que probara que era culpable de manipular pruebas contra aquel. ¿Cómo podría tener la Corte tal certeza de la inocencia de Cepeda, si todo dependía de la veracidad o falsedad de las afirmaciones de Uribe, algo que todavía aquella no ha determinado?

Por otro lado, recuerden la supresión como prueba de la información contenida en los computadores de alias raúl reyes, porque según se dijo en el momento se violó la cadena de custodia, por lo que eventualmente pudieron ser manipulados. Y esto, a pesar de que el FBI certificó que no la información no había sido intervenida ilegalmente.

Lo invitamos a leer: Conspirar de noche, marchar de día

La justicia parece no ser ciega en Colombia. Por el contrario, goza de cabal visión. Sabe exactamente para dónde va. Y no me refiero, por supuesto, al inmenso número de jueces y fiscales que trabajan todos los días para hacer justicia cabal a los colombianos, ni siquiera a todos los magistrados de las altas cortes. Sólo registro una tendencia que ya lleva muchos años en dichas instituciones, apelando a mi derecho de manifestar mi punto de vista crítico cuando considero que algo no funciona bien, en uso de la libertad de expresión, pero acatando sus fallos, como corresponde a un ciudadano.

 

Compartir Imprimir

Comentarios:

Román
Román
2020-04-05 12:26:19
Acatar los fallos, pero, dudando de sus sentencias cargadas de parcialidad evidente y manifiestamente haciendoles el juego a la izquierda colombiana.
Edgar
Edgar
2019-08-20 06:49:36
Algo hay podrido por ahí , hablando de la justicia colombiana, como en Dinamarca.

Destacados

Carlos Vives
Columnistas /

Para adelante y para atrás

El Mundo inaugura
Columnistas /

EL MUNDO fue la casa de la cultura de Medellín

Mabel Torres
Columnistas /

Firmas y responsabilidad

Guillermo Gaviria Echeverri
Columnistas /

La desaparición de EL MUNDO

Fundamundo
Columnistas /

Mi último “Vestigium”

Artículos relacionados

Reunión con la ONU sobre los resultados en cultivos ilícitos
Columnistas

Cómo hacer y cómo no hacer cosas con palabras

En resumen, el presidente Duque es confiable porque cumple lo que dice y lo hace de manera transparente

Lo más leído

1
Cazamentiras /

Nicolás Maduro, ¿colombiano?

Recientemente, usuarios en las redes sociales reavivaron la polémica en torno a la nacionalidad del...
2
Suroeste /

Balcones coloniales pintan de color el Suroeste

Jardín es reconocido por ser el pueblo con los balcones más bellos de Colombia, pero no es el único...
3
Palabra & Obra /

En The Guilty, un cuestionado policía que intenta hacer el bien

La sólida actuación de Jacob Cedergren es fundamental para potenciar el filme
4
Columnistas /

¿Migrar o emigrar? ¿E inmigrar qué?

Migrar, emigrar e inmigrar hablan de la misma realidad, pero no por ello son sinónimos. Las diferencias...
5
Seguridad /

Se conmemoran diez años de la Operación Jaque

Los rescatados fueron, además de la excandidata presidencial Betancourt, los contratistas estadounidenses...
6
Palabra & Obra /

Los crímenes fundacionales de un género

El escritor Reinaldo Spitaletta analiza a Edgar Allan Poe y la creación del relato policiaco