Deambulan por el resquebrajado escenario de la política más de una treintena de heraldos, granujas, mesías y saludadores
El desastroso panorama político de Colombia, está que ni pintado para reproducir lo siguiente:
“En épocas de angustia, carestía, crisis, guerras, pestes o aumentos del impuesto a la renta, las masas creen en cualquiera que se anuncie como heraldo redentor. Afirma el criminólogo Von Hentig que entonces surgen como brotados de ese suelo propicio “estafadores que prometen la salvación de todos los males del cuerpo y del alma”. Durante la gran peste que azotó a Londres en 1382, brilló un granuja que se ganó la desesperada fe pública anunciando las propiedades curativas de una piedra de esmeril”.
Párrafo que encierra una gran verdad y viene de perlas a lo que hoy vive el país, y a la rebatiña sin piedad que casi una treintena de nuevos mesías adelantan en procura de ganarse a unos cuantos miles de ingenuos.
Puede interesarle: Pongámonos serios
La cruda realidad dibujada en esas líneas tiene esta continuación:
“Es mucho más fácil explotar las enfermedades sociales que las individuales. La ‘conciencia colectiva’ es bastante más ingenua que la del hombre aislado, por la sencilla razón de que la conciencia colectiva no puede razonar, se mueve por oleadas, se contagia de lo irracional, se arrastra y es arrastrada a los pies del caudillo. Alguien va a satisfacer todas sus apetencias. Un saludador aliviará sus dolores. No hay campo más fecundo para la psicología de la estafa de cualquier tipo: la del timador que castiga el Código y la del prestidigitador que permanece impune”.
Los dos párrafos entrecomillados fueron escritos el 17 de mayo de 1970 por el periodista, abogado, filólogo, humanista, filósofo, catedrático y, también, por qué no, visionario de lo que sería Colombia en este 2017, Gonzalo González Fernández, más conocido y mejor admirado como GOG.
En este momento, para usar las palabras empleadas por GOG en los acápites anteriores, deambulan por el resquebrajado escenario de la política más de una treintena de heraldos, granujas, mesías y saludadores de todos los sexos y condiciones, empeñados cada cual en la penosa tarea de ganarse “la desesperada fe pública”.
Se califica de penosa, para aprovechar las dos primeras y más acertadas acepciones que de ese adjetivo enseña el diccionario de la real Academia: “Trabajoso o que supone mucho esfuerzo o gran dificultad”, dice la primera definición. Y la segunda: “Que produce un sentimiento de pena”.
Esta última más corta y más fácil de endilgar a muchos de los ilusos que buscan firmas para inscribir una candidatura caricaturesca, imitación de las que solía proclamar en el pasado siglo, en medio de la compasión y el jolgorio de los colombianos, el famoso doctor Gabriel Antonio Goyeneche, risible e inofensivo participante en algunas contiendas electorales.
Lea también: Traficar con firmas
En cuanto a la primera definición, referida a la dificultad de reclutar las firmas, sobra señalar que la gran mayoría de los que están entregados a la faena no alcanzarán a recoger ni la mitad de las exigidas, quedando en sus hojas de vida con un singular título que solo es dable alcanzar en este paraíso colombiano: Ex candidato a pre candidato.
El presente colombiano contradice de manera rotunda una verdad de a puño, comprobada en todos los ámbitos del quehacer humano: no siempre la cantidad es sinónimo de calidad y mucho menos garantía de eficiencia tratándose en este caso de tamañas responsabilidades.
De la prolífica lista en contienda, ¿quién será finalmente el o la granuja que convenza a los colombianos de las bondades que tiene la piedra de esmeril? Seguramente los candidatos no pasan de cuatro o cinco, y de acuerdo con las acomodadas y dudables encuestas ninguno tiene la credibilidad suficiente para lograr tal convencimiento.
TWITERCITO: De las tierras de Anapoima ya le endosaron a Colombia uno y salió regularcito; ese pueblito ya no da más, aparte de las dos finquitas del exgobernador.